Después de la carrera de Peraleda, y con la autoestima por las nubes, con ese tercer puesto logrado, cierto que en una carrera en la que habia a priori poco nivel, seguí entrenando con más ilusión, y es que, se quiera o no, un podio es un podio.
Sábado por la mañana, 13 kilometros en 58:30 y con buenas sensaciones, poco apretar y buen final. Parece que la cosa va bien.
El domingo, prueba de fuego, entrenamiento con Juli hasta la Finca de Torviscoso, ritmo muy alto, al principio lo aguantaba, pero la vuelta se me hizo cuesta arriba, más que por las cuestas por el ritmo que no era capaz de aguantar, pero tener a Julián a mi lado hizo que aguantase lo que yo solo no hubiese sido capaz, de no tener compañía. Al final 21,6 km en 1 hora 36 minutos, a 4’30”, algo increible para mí. La tarde, el día fue muy pesado, muy largo, las piernas cansadas, pero, por otra parte, satisfecho de hacer lo que hice.
Y a los dos días siguientes, sea por ese entrenamiento o por la llamada supercompensación que se consigue con un entrenamiento de estos, hizo que la semana empezara a progresar más y más, lo entrenamientos se hacían ya, sin problemas, por debajo de 4:30, algo que me estaba costando conseguir, y ahora lo hacía sin esfuerzo.