Al llegar a Jarandilla, con mis compañeros |
Hacía ya tres años que no participaba
en la prueba del Medio Maratón de Montaña de Jarandilla de la Vera. Y es que la
montaña y yo estamos reñidos. A mi volumen, peso o como se le quiera llamar, se
le une lo mal que me manejo yo entre rocas, regueras de agua, y, cómo no, sobre
todo, subiendo, porque para mí subir es un suplicio.
Pero este año decidí acudir, había que
correrla alguna vez más, pero sin ninguna pretensión en concreto, solo
acabarla, solo cruzar la meta, y terminar con sensaciones que me mostraran que
mi trabajo de cara a mi gran objetivo, el Maratón, va por buen camino.
Así, en una mañana algo fría, bastante
fría, diría yo, porque era de las primeras de este otoño-invierno con las
temperaturas bajas, nos encaminamos hasta un total de ocho corredores del Club
Deportivo Navalmaraton a disputar esta carrera. Entre ellos, el incombustible
Antonio Serradilla, que había corrido, hasta ahora, catorce veces esta carrera,
es decir tantas como ediciones tenía la prueba, a la que quería unir su
decimoquinta muesca.
Llegamos bien, tranquilos, y tras
coger nuestro dorsal, y los saludos de rigor con los conocidos de muchas
carreras, los amigos del Lanchacabrera, con los del CD Hispania, con Dionisio,
y con tantos y tantos otros, nos fuimos a coger nuestras bolsas para
acicalarnos para la carrera. Y allí, el mismo ritual de siempre, poner el
dorsal, y aquí surge la primera duda, que hasta ahora, es cierto, no había
acaecido, y era qué ponerse debajo de la camiseta de tirantes, camiseta de
manga corta o de manga larga. Tras un intenso debate conmigo mismo, decidí
ponerme la de manga corta, y acerté, el tiempo me lo dijo. Lo que no me faltaba
eran los guantes, y la malla corta, además de calcetines de compresión. Así
estaba preparado para la batalla; ¡¡¡Ahhh!!! Y mis inseparables gafas de sol.