Ni llamadas nocturnas a tu buzón de voz.
No más impertinencias, ni siquiera un perdón.
Abriste diligencias, espero ejecución.
La
mano abandona la cintura, lugar en el que reposaba durante largo tiempo, y, al
inicio de la canción, empieza a subir por el costado, buscando el pecho de su
compañera. Un beso en el cuello, fue el siguiente paso; María sintió como se
erizaba el vello; la subida, el deslizamiento de la mano, convertido en caricia,
la gustaba; después, su pecho sintió el contacto de su pareja. En un principio,
en ese momento, la chica hace un leve intento, un tímido movimiento de su mano,
para hacerle desistir, pero después, instantáneamente, aparece la excitación, y
surge la rendición. En este momento, ladeó un poco su cabeza buscando aproximarse
más a él. Contactaron ambas caras. Se besaron efusivamente, las manos se iban a
partes del cuerpo que eran ignotas para ambos. La excitación de ambos era
máxima; sus deseos, sus anhelos, estaban desbordados. Sentía como su pareja
estaba completamente desbocada, que iba a ser difícil parar esta situación, que
hacerle desistir iba a ser prácticamente imposible. Sabía que había llegado el
momento, llevaban ya un tiempo, había complicidad, había amor, existía el deseo
por ambas partes; pero lo que estaba claro era que éste, sin duda, no era el
lugar. Algo le dijo al oído. Asintió con la cabeza, miró a la joven y detuvo su
ataque. Después del concierto, habría tiempo, y todas las puertas se abrirían.
No aguantaré el paraguas en pleno chaparrón.
La historia hace aguas y soy mal nadador.
Que mientan los poetas cuando hablen del amor.
Que callen los cobardes como me callo yo.
Sabía
que el final estaba cerca, que todo lo que había vivido hasta entonces, lo que
había compartido con él, estaba próximo a su terminación. No soportaba la situación.
Pensaba que el futuro tenía más puertas que abrir, más lugares que explorar;
desde luego estar a su lado era estar recluida, sentirse una esclava; se estaba
convirtiendo en la protagonista de una historia sin sentido, que no iba a
ningún lado, percibía que su libertad, su expansión, había quedado reducida a
la mínima expresión. No buscaba el momento para estar a solas con él, más bien
lo evitaba; una excusa, un argumento, todo era válido para impedir esa
situación. La sonrisa, la felicidad que si un día llegó a estar en la primera
línea de la relación, hoy no dejaba de ser un lejano, un casi inexistente,
recuerdo. El contacto físico había
desaparecido hacía ya tiempo, esa llama que denominan amor se estaba apagando,
no había leña suficiente para avivarlo; ni la pasión, ni un beso, ni un abrazo
azuzaban el fuego para que este no se consumiese; se habían convertido estos
gestos en elementos ya desconocidos, ya perdidos. Notó la mano encima de su
hombro, miró de reojo hacia ese peso que le molestaba, y con un leve giro, se
quitó la mano de encima; él la miró, ella tarareaba la canción. Se acercó a
ella para darla un beso, se llevó la copa a la boca. Pensaba, buscaba el
porqué, cómo habían llegado a esta situación; intentaba preguntar a su corazón,
que era lo que le había alejado definitivamente de él, pero no encontraba
respuestas, hasta la memoria parecía aburrida, no quería recordar aquellos
buenos tiempos, si los hubo alguna vez. Solo su alma tenía una decisión: el
abandono, la huida, el hasta siempre. El final del concierto, significaría el
final de la historia.