sábado, 28 de julio de 2012

ESTOS SON MIS COLORES

Artículo publicado en www.iniciativadebate.org, por Carlos Delgado, sobre la evolución de la bandera española.
Para los amantes de la república en España, el 14 de abril no es una fecha más del calendario. Hoy se cumplen 81 años desde aquel histórico martes que alumbró la proclamación de la Segunda República Española. Tras la victoria de las listas republicanas en la mayoría de las grandes ciudades españolas en las elecciones municipales del domingo 12 de abril de 1931, la monarquía de Alfonso XIII tenía los días contados. Así lo reconoció el propio presidente Aznar (tío abuelo de Ánsar) en una frase que pasaría a la Historia: España se había acostado monárquica y se había levantado republicana. La transición fue rápida, incruenta y, sobre todo, festiva. En todo el país, el pueblo abarrotó las calles enarbolando una nueva enseña, símbolo de una nueva concepción del Estado: la bandera tricolor. Al rojo y gualdo del pabellón vigente hasta entonces se sumó otro color distinto, el morado, considerado –erróneamente– el color de los comuneros de Castilla.
A pesar de su más que discutible justificación histórica, los nuevos colores tuvieron un éxito fulgurante y fueron inmediatamente adoptados por el Gobierno provisional como bandera oficial del recién nacido régimen. Nunca antes en la historia de España se había producido un hecho semejante. Ni siquiera durante el breve paréntesis republicano de finales del XIX (1873-1874) se habían tocado los colores del emblema monárquico. La efímera Primera República se había limitado a suprimir la corona borbónica del escudo, pero respetando el rojo y el amarillo de la bandera tradicional. Fue, por tanto, la primera vez que el pueblo español, y no el rey o la reina, decidía su destino y sus colores.Como es de sobra conocido, la nueva etapa no cuajó. Los militares rebeldes que se levantaron en el 36 contra la misma República a la que habían jurado fidelidad volvieron a imponer, por la gracia de las armas (o por la de Dios, según versiones) la enseña roja y gualda. Y como la historia la escriben siempre los vencedores, la tricolor desapareció no solo de la parafernalia oficial, sino también de los anales y los libros y, durante mucho tiempo, hasta de las conciencias. El morado fue enterrado junto con los muchos cadáveres que todavía hoy se hacinan en fosas comunes que tiñen de indignidad nuestro pasado y que muchos se obstinan en olvidar “para no reabrir viejas heridas”.

viernes, 20 de julio de 2012

MIL PALABRAS

Sr. Presidente, no esperó a que llegase otro de sus famosos “viernes de dolores”, y aprovechando que tenía que pasar por el Congreso, ese que ignora casi siempre, decidió pegar el mayor tajo que se recuerda al Estado del Bienestar.
Porque usted, y su panda de ministros son los que se sientan cada viernes en torno a una mesa, que no es como la de mi casa, los que comen comida que no es como la de mi casa, que beben vino que no es el que tengo en mi casa, y deciden como van a putear, a joder más a todos los ciudadanos de este bendito país que se llama España.
Ustedes se sienten “legitimados” por el resultado de unas votaciones, en las que una mayoría de las personas que fueron a votar un día, que no de la mayoría de los habitantes del país, le dieron su confianza y con esta “herramienta”, deciden lo que han de hacer, eso sí siempre bajo la atenta mirada de los mandamases europeos, y de espaldas al pueblo.
Y me dirijo a usted, como cabeza visible de todo el entramado político, de ese invento llamado democracia, con más de tres mil años de existencia, que han demonizado y destrozado, ya que en vez de valer para todo el pueblo, solo vale para usted y sus adláteres, para recordarle que yo, Funcionario público, gané mi plaza, como mis compañeros, en unas oposiciones, donde se me exigió una serie de competencias y conocimientos, cosa que a ustedes nadie les ha pedido para presentarse a un cargo político. Y si yo me equivoco, se me puede exigir la responsabilidad, que me puede hacer perder el sueldo, el puesto de trabajo y hasta la libertad, pero si ustedes se equivocan, que no son pocas veces, se van de rositas. 

miércoles, 11 de julio de 2012

GUERRA DE MUJER

Aquí os dejo un relato, que ya escribí hace tiempo, y que hoy me he decidido a publicar.
Una mañana, un día, quién sabe cuándo, estalla un conflicto por una simple diferencia de raza, religión o, simplemente, forma de pensar. Todos los hombres quedaron encasillados en un bando, contrario a otro, a otros que se habían formado.
Nuestra protagonista vive en una pequeña población, en la ladera de las grandes montañas del país, en un lugar que en su día se perfilaba como ejemplo de convivencia y tolerancia, una zona paradisíaca, que en aquel fresco verano lucía un verde brillante que hacía más contagiosa la sensación de paz y bienestar. Pero todo esto desapareció cuando se dinamitó la guerra fratricida; aquel día, la tolerancia, la convivencia se olvidó, y todos fueron a degüello; las persecuciones, las huídas se convirtieron en el pan nuestro de cada día.
Cuando unos llegaban a impartir su pretendida justicia, aniquilando enemigos reales o potenciales, los otros huían a las montañas, para evitarla. Esto produjo que todo el ambiente entrase, de forma rápida, en una espiral de inusitada violencia, y el marido, al igual que todos los hombres, tuvo que huir, alistarse con un bando, nunca se sabrá si más o menos perdedor, porque en estas guerras nadie gana.
Nunca más volvió, ni vivo ni muerto, y cuando ve a alguno de sus compañeros, pregunta por él, pero nadie sabe o quiere decir nada.
Su hijo marchó en busca de él, una mañana temprano, cuando el sol empezaba a bañar el valle, y tan sólo tardó en regresar una semana, aunque lo hizo eternamente dormido, en una caja de madera; durante una noche entera su madre, y su joven esposa, le velaron desconsoladas; el entierro, algo habitual en aquellos lares, fue rápido y sencillo, entre el incesante ruido de pesadas bombas que se oían por doquier.