
Pero tras un verano intenso, con entrenamientos que han ido cuajando en mi físico, con una notable pérdida de peso (hasta seis kilos menos), hoy me enfrentaba a una prueba de fuego, importante, para mí.
Y es que la XXVII Edición del Medio Maratón de Talavera, era esa piedra de toque que debía calibrar mi estado de forma, ese estado que tengo que ir asentando de cara a mi gran objetivo de la temporada, el Maratón de Gran Canaria, allá por el mes de enero.
Los entrenamientos me estaban dando buenas sensaciones, buenos ritmos sobre distancias importantes, y la cosa parecía ir bien. Pero el día antes, las dudas me atenazaban, parecía que las piernas me pesaban como troncos mojados, y la mente empezaba a actuar, haciéndome pensar que no iba a poder con la carrera.
Todos los acontecimientos de la semana, con algún que otro desengaño, con bastantes decepciones, podían llegar a influir en mi rendimiento final, ese era mi gran temor; por tal motivo, intentaba abstraerme de todo eso, para llegar en buenas condiciones, tanto física como anímicas, a la carrera.
Y así, amaneció la mañana del domingo, con algunas nubes en el cielo, y con una temperatura algo fresca, aunque es cierto que era temprano, las ocho de la mañana. Hasta la ciudad de la cerámica nos encaminamos Eloy, Fernando y yo. En la autovía, adelantamos el vehículo de Alberto Piedra, que iba con Juli y Gamonal, ya éramos unos cuantos del club los que íbamos a participar en la prueba.
Llegamos sin incidencia, y tras aparcar cerca de la línea de salida, nos fuimos a retirar los dorsales, y allí empezamos a saludarnos con compañeros del club, con otros habituales de las líneas de salida. El ambiente empezaba a bullir en la zona de salida. Nos fuimos a tomar un café, más bien se lo tomaron, yo con mi habitual ritual de tomarme mi zumo, después puesta del organismo a tono, y a enfundarnos en el traje de faena, de cara a la carrera; ungüentos, cremas, y a estirar y a calentar.