Antes de comenzar, con Juan Mateos Broncano |
Una carrera que empezó de una forma y terminó de otra. Esa fue para mí la
segunda edición del Medio maratón de Trujillo que tuvo lugar el pasado día 16
de noviembre en la monumental localidad cacereña, ya que en su plaza, bajo la
estatua ecuestre de Pizarro, ese que algunos personajillos quieren colocar la
“nacionalidad” catalana, se ubicaba la línea de salida y meta de esta carrera,
así como los distintos servicios que se ofrecen al corredor.
Esta prueba, que como he dicho antes, celebraba su segunda edición, con
nuevo recorrido, más atractivo y es que el del año pasado fue un circuito duro,
y, a veces, hasta feo. Recorrido bastante mejor, aún cuando hubo que darle dos
vueltas, que a algunos gusta más y a otros menos. Era también un homenaje a
JUAN MATEOS BRONCANO, gran corredor popular, veterano donde los haya, que por
motivos de salud, en estos momentos no puede llevar a cabo su pasión favorita,
aunque no se descarta una pronta vuelta a las carreras, donde siempre era un
habitual. Ese es mi deseo, y el de muchos compañeros, ¡¡¡ANIMO, JUAN!!!
Esta era una prueba que se presentaba ante mí, tras ocho días de
entrenamiento, ya que anteriormente tuve que parar mis entrenamientos por un
fuerte constipado que cogí, y que mi impidió el poder prepararme de otra forma.
Así que con kilómetros acumulados en las piernas me presenté en la línea de
salida de esta carrera. Acompañado de varios compañeros, llegamos al lugar
donde se iba a iniciar y donde iba a terminar la carrera. Una niebla que daba
un efecto espectral a la plaza nos recibió. Era una mañana fresca, algo más fría
que todo lo vivido en este inusual otoño que estamos atravesando.
Tras retirar el dorsal, nos hicimos una fotografía con el homenajeado, con
Juan, yendo, después, a tomar el café de rigor, tras lo que nos desplazamos a
los vehículos que iban a hacer las veces de improvisados vestuarios, donde
prepararnos para la batalla. Con las dudas de si manga larga o manga corta, si
tirantes o camiseta debajo, empezamos la habitual liturgia de estos momentos.
Yo, al final, me decidí por ponerme camiseta de manga corta debajo de mi equipación
oficial. Y así comenzamos el rito de los calentamientos, de unas pequeñas
carreras, movimientos de las articulaciones, para intentar que entraran algo en
calor, y no estuvieran muy frías para el comienzo, siempre brusco, de una
carrera. A eso le ayudé con un potingue para las piernas que pusiera más
entonados los músculos. Cuando iba calentando, sufrí un traspiés, que pareció
afectar a mi tobillo, esperemos que no.