domingo, 2 de noviembre de 2014

BILBAO NIGHT MARATHON

Con los compañeros de club, antes de empezar
El BILBAO NIGHT MARATHON 2014 era la siguiente parada en mi devenir atlético. Se celebraba el sábado día 18 de octubre, por la tarde, con un comienzo previsto a las 7:30 de la tarde, que por las circunstancias del fútbol se pospuso una hora, hora que al final, todo hay que decirlo, se agradeció. Y es que a las seis se celebraba un partido de Primera División entre el Athletic Club de Bilbao y el Celta de Vigo, y al estar la salida cerca, para evitar problemas con las aglomeraciones se retrasó.
Esta carrera se convirtió en una excusa para pasar un fin de semana en compañía de los compañeros y amigos del Club Deportivo Navalmaraton, y así se planteó. Y es que esa es la filosofía del club, hacer deporte y turismo a la vez. Con ello, salida el viernes por la mañana temprano, en compañía de mi esposa y el amigo Antonio Pintado. Viaje plácido y llegada a Bilbao, al Hotel, búsqueda de aparcamiento, tarea que se torna complicada en la ciudad, y a instalarse. Por la tarde, visita a recoger el dorsal, a la Feria del Corredor, bastante pobre por cierto, y aquí ya se atisbaba el calor que nos iba a esperar en la carrera, y visita por el casco antiguo de la ciudad bilbaína, bastante limpio y ordenado.
Por la noche, salida con los compañeros a tomar unas cañas y degustar alguno de los pintxos de los que alardean, y ya para el sábado visita al Estadio de San Mamés, impresionante, y paseo por la ría hasta el lugar de la salida y meta de la carrera, el Museo Guggenheim. Una mañana con aire, que amenazaba la carrera, y donde ya el calor se empezaba a hacer notar.  Iba a ser una jornada atlética difícil, así se preveía, cuando menos.
Tras compartir mesa y mantel con casi una quincena de miembros de la expedición nos marchamos a echar una siesta con la que estar recuperado, o preparado, para la gran batalla. A las siete de la tarde, todos al hall del hotel para hacernos la foto del grupo, con las banderas de España y Extremadura, y después, cada uno, en grupos, o solitario, marchamos para la línea de salida. Llevo puesta la camiseta conmemorativa en honor a Valeriano Lombardía, nuestro compañero, nuestro maestro, fallecido el pasado mes de agosto. Multitud de personas, avanzaban por las calles próximas al lugar de salida, y es que diez mil personas daban para mucho. Era un auténtico reguero de personas las que iban ya casi preparados hasta la zona de salida.
Con mi señora esposa, haciendo turismo
Y llegamos al lugar. Sitio que se quedaba pequeño para la cantidad ingente de corredores que íbamos a participar en alguna de las tres pruebas que se disputaban de forma paralela: maratón, medio maratón y carrera de diez kilómetros.
Tras soltar la bolsa en el ropero, nos fuimos encaminando hacia la zona de salida, delimitada en cinco “cajones”, según la marca que cada uno acreditaba para la carrera. Yo iba destinado al cajón número 2. Allí, enrejados, nos íbamos apilando los corredores, esperando que la carrera empezase; el calor se notaba, la humedad se palpaba, y nosotros sin podernos mover. Como siempre, sale a relucir la educación de aquellos que no correspondiéndoles estar en un cajón delantero, se ponen en el mismo, entorpeciendo con ello a los que sí les corresponde, que suelen tener un ritmo más rápido, pero en fin, la clase humana es así. Empiezan las arengas del speaker, contando cosas que suceden y que no se pueden ver desde donde nosotros estamos situados. Cuenta que la salida va a ser de treinta en treinta segundos cada cajón. Así, se da la salida al primero, y después, ya vamos nosotros, cuando salimos por debajo del arco de salida, tras una pequeña curva, fuegos artificiales en el aire, música por los altavoces, chorros de fuego, y un inmenso gentío en los lados del circuito. Todo parece espectacular. Pero la salida es estrecha, ratonera, obliga a los corredores a salir despacio, a tener cuidado de no tropezarse por las aceras, y poco a poco vamos saliendo para una de las avenidas de la ciudad, ya hay más amplitud. 
La camiseta homenaje al maestro
Nada más empezar se nota que la carrera no va a ser sencilla, y es que las piernas no responden adecuadamente, el cuerpo se nota pesado, la humedad ya está haciendo sus efectos sobre el organismo, así que voy tranquilo, poco a poco, zancada a zancada. Busco la referencia del primer kilómetro, no la encuentro, del segundo, del tercero, no los veo. En este intervalo, he dejado, al poco de salir, a Javier, después, me ha adelantado Eloy por la derecha, y he visto cerca a Santi y Juan Carlos. Sigo avanzando, y alcanzo a Maricruz, la saludo y sigo para delante. No sé si mi ritmo es alto, si es bajo, pero por las sensaciones que llevo, no parece excesivo. Al fin, kilómetro 4, paso en 12:38, a casi 4:10 el kilómetro. Vamos a seguir.
Llegada al primer avituallamiento, un caos, un montón de gente, las botellas sin abrir, hay que ralentizar el ritmo y seguir. Hemos girado para la derecha, luego para la izquierda. De noche, la ciudad no es igual, no sé por dónde voy, no me sitúo. El ambiente que había a principio, empieza a desaparecer, nos meten por calles donde vamos en solitario, solo los corredores, entre multitud de coches aparcados. Algunas calles miran hacia arriba, luego descienden.
Vamos paralelos a la ría, cerca del mercado de abastos, y encuentro el kilómetro 7, paso en 30:15, hoy acabo por encima de la hora y media, no sé qué va a ocurrir, el cuerpo no da más, las piernas tampoco. Llegamos cerca de la salida de los corredores del diez mil, las calles se despejan un poco, se van por la derecha, nosotros rectos, se oyen los sonidos de la meta, estamos cerca, ahora queda ir para el otro lado de la ría, si al principio salimos a la zona de la izquierda de la ciudad, ahora lo haremos por la derecha. Llegamos al avituallamiento del kilómetro diez, y desaparecen las botellas de agua, ahora todo son vasos, súper incómodos para avituallarte, máxime si los vasos están semivacíos. Como he visto en internet, los aprieto, pero observo que el agua que hay dentro es poco. Así que hay que coger dos vasos en cada puesto, uno al principio y otro al final, frenándome si hace falta. Más pérdida de tiempo.
Medalla y dorsal de la carrera
Una bajada y, de repente, aparecen corredores por la derecha, que se unen otra vez a nosotros, ¿y estos?, son los corredores del diez mil que están acabando, estamos a unos quinientos metros de la meta, y nosotros para adelante. Dejamos el museo detrás, una calle estrecha, una pequeña subida, y buscamos el edificio del Ayuntamiento, único elemento que me sitúa en el laberíntico recorrido que está siendo esta carrera. Los kilómetros pasan cadenciosos, se hacen largos, máxime cuando no los ve. En este tramo alcanzo y sobrepaso, con facilidad, a Alberto Masa, que ha claudicado ante el esfuerzo, va a su ritmo, y yo sigo. Llego a la Plaza del Ayuntamiento, y tras un trozo por el interior de la población, donde veo a Eloy, nos vamos buscando la ría, tras realizar dos curvas enlazadas, aparecemos en ella, y ahora nos espera un largo tramo, recto, en el que no se acierta a ver el final. De pronto, el primer atleta de la carrera, va por el carril contrario, nos le cruzamos de cara, ¿cuánto quedará para llegar al final de este trecho? Pasa un tiempo largo, hasta que aparece el segundo corredor, luego el tercero, un grupo, y mi compañero Jorge, le saludo, no me contesta, no se le ve cómodo. A partir de ahí siguen los corredores, veo a Alberto, a José Luis, ¿dónde se dará la vuelta? Sigo avanzando, veo a Antonio, y después a Eloy, atisbando el giro de 180º sobre unos conos, está más cerca de mí, rodeo el cono señalizador y voy buscando el final de la carrera, de esta prueba que se está haciendo larga.
Paso por el kilómetro 16, que le veo, y al poco está Eloy delante, le toco en la espalda, y acelera, se me va unos metros. Me avituallo, en el puesto intermedio, de los 17,5 kilómetros, me paro, y se va un poco más lejos. Pero sigo a mi ritmo, al final le cojo, y le dejo, lleva mala cara. No es para menos, después de la paliza de toda la semana haciendo una parte del Camino de Santiago, hoy toca carrera. Mi rostro no debe ser mejor. Pero es lo que hay, a terminar se ha dicho, aunque solo sea por la medalla que he visto a alguno que ha acabado la carrera.
Paso por el kilómetro 19, y se me hace que la meta está muy lejos, porque cojo la referencia del Museo, y digo yo, ¿cuánto quedará? He de reconocer que en este momento me encuentro totalmente perdido, no sé por donde voy. Avanzo como un autómata, una zancada detrás de otra, adelantando a bastantes corredores, mi ritmo parece que aumenta, me encuentro algo más alegre, pero qué más da, el tiempo no va a ser bueno. Simplemente hay que cruzar la meta. De pronto me encuentro con el puente de Calatrava, estoy muy cerca de la línea de meta, ya se ve la estructura del siguiente puente, por donde salí hace ya más de hora y media, sigo adelantando gente, y al final, tras ir por una especie de túnel casi en penumbra, aparezco en la zona de meta, iluminada. Beso al aire, toque al pecho, al amigo Valeriano, y entrada en la meta. Final en 1:33:05, por mi reloj, oficial 1:34:10.
Nos dan un exiguo avituallamiento, la medalla, y ya nos están echando de la zona vallada, es que somos muchos, y les molestamos. Ya han hecho el negocio con nosotros. Recojo la ropa, y me voy con Antonio y Javier para el Hotel, así como con mi mujer, que ha realizado la carrera de diez kilómetros. En el trayecto pasamos por el circuito, y se ve a los corredores del maratón, peleando, en solitario, separados unos de otros, sin apenas público en la calle, qué valor tienen.
En plena faena
La sensación de esta carrera ha sido extraña. Por un lado, la nocturnidad en una ciudad que no conoces se hace difícil para correr, me he desorientado desde el principio, en un circuito que nos han llevado para arriba, luego hemos vuelto para atrás, hemos pasado cerca de la línea de meta, nos hemos cruzado con otros corredores. Por otro, la climatología, determinante en este deporte, y que esta tarde noche ha sido especialmente dura, casi treinta grados de temperatura al empezar, veinticinco pasada la medianoche, y una fuerte humedad que ha sometido a todos los organismos, resintiendo las marcas.
En un día como el de hoy tienen especial mérito, son héroes, aquellos que se atrevieron con la distancia del maratón, y lograron cruzar la meta, entre ellos cuatro compañeros míos, Alberto, José Luis, David y Enrique, que cada uno, en sus marcas, entraron. Mención aparte para Jorge, gran atleta, que al no tener las mejores sensaciones, y a pesar de ir bastante delante, decidió retirarse, guardando fuerzas para futuras empresas.
Tras la carrera, la ducha a salir a disfrutar de la noche bilbaína durante un par de horas, y después para el hotel. Ves llegar a algún corredor del maratón, con el esfuerzo dibujado en su cara, pero seguro que con la satisfacción en su interior.
Así acaba un fin de semana bueno en lo personal, compartiendo con compañeros del equipo, conociendo una ciudad desconocida para mí, que merece la pena, y viviendo la experiencia de una carrera nocturna en toda su intensidad.
Para rematar la faena, al ver las clasificaciones no aparezco en las mismas, así que mando un correo a la organización y ya está todo corregido. Al final, tras tener en cuenta los tiempos netos, los que realmente realizamos, quedo en el puesto 431 de 4.261 corredores llegados a meta.
Y a partir de ahora, un solo pensamiento en la cabeza: MARATON DE SEVILLA, en febrero de 2015, todo preparado, todo orientado para esa prueba, para superarla, para sumar una más. Se que me esperan momentos duros en los entrenamientos en los que la cabeza va a pesar más que el físico, pero todo se dará por bien empleado si al final se consigue el objetivo. Como dice aquél, “hay que ir paso a paso”.
Aquí os dejo un enlace a las fotografías realizadas durante el fin de semana en la ciudad de Bilbao, que me ha sorprendido gratamente.

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