Bajo la estatua de Hernán Cortés |
Tras el Medio Maratón de Navalmoral, tras decidir no participar en Jarandilla, debido al cansancio acumulado con muchas historias, buceé en internet buscando una prueba de Medio Maratón que realizar el día 2 de diciembre, y al final encontré una relativamente cerca, concretamente en Medellín, localidad natal del conquistador extremeño Hernán Cortés, cerca de Don Benito, donde tenía lugar el décimo MEDIO MARATON CONDADO DE MEDELLIN.
Estuve dudando durante varios
días si participaba o no, dado que tenía entendido no era una carrera fácil, porque
tenía algunas subidas, y es que entre las cuestas y yo no existe lo que se dice
una buena relación. Pero tras una conversación con el amigo Alberto Masa, éste
me contó un poco como era el recorrido, y al final me “convenció”.
Y así, mientras casi todos mis
compañeros se fueron a Valencia a enfrentarse con la distancia reina, la del
Maratón, yo, solo, cogí mi vehículo, y en una mañana neblinosa, me marché para
la localidad pacense.
Tras una hora y cuarto de plácido
viaje, llegué a Medellín. La mañana lucía soleada, aunque fresca. Tras aparcar
muy cerca, me acerqué a por el dorsal, y a saludar a alguno de los pocos
corredores que nos congregamos en la Plaza del pueblo, lugar de salida y meta,
bajo la atenta mirada del busto de Hernán Cortés. Allí coincidí con Seddi Warrak,
quien fue segundo en Navalmoral, con el que tuve una más que agradable
conversación, demostrando ser un tío cercano, sencillo.
Se iba acercando la hora de
salida, y marché para el coche para ponerme “guapo” para la carrera. Decidí
enfundarme la camiseta naranja y negra que me regalaron mis compañeros del
Club, en la cena fin de temporada, como reconocimiento a mi labor en el Medio
maratón de Navalmoral. Había que exhibir la misma, como agradecimiento. Completé
la indumentaria con manguitos y guantes.
Tras tomar el plátano y el zumo
de rigor, un poco de calentamiento, último paso por el servicio, y a colocarnos
en la salida. Tan solo había una chica, y no llegábamos a los cien corredores
en la línea de salida. Con algún minuto de retraso, motivado por la celebración
de carreras para menores, disputadas antes de nuestra prueba, al fin se dio el
bocinazo de salida, y todos a correr. Los primeros novecientos metros eran por
asfalto, y decidí salir con el freno de mano algo echado, debido a todo lo que
esperaba. Aún así, cuando entramos por el camino de tierra, que estaba bastante
bien, el primer kilómetro lo hago en 4:13. Poco a poco nos vamos colocando los
corredores, en línea, en fila india, distanciándonos metro a metro. Vamos paralelos
a la carretera, por el camino, y tras dos curvas, llegamos a la zona de la
charca natural, donde hay gente pescando. Aquí toca bordearla , para volver por
el mismo camino por el que entramos. Dejamos atrás el kilómetro 2, y me
adelanta un chaval con un mono de triatlón, que lleva impreso el nombre de
JUAN. Voy dando la vuelta a la balsa de agua, paso el tercer kilómetro, y
salimos tras completar todo el perímetro. Y ya está el cuarto kilometro, he
decidido levantar un poco el pie.
Dejo atrás este camino, y nos
adentramos por otro, que va por debajo del cerro desde el que domina el
castillo de la localidad, está muy alto, y empiezo a pensar, hasta allí arriba
hay que subir, pues hay bastante desnivel. El camino sigue siendo llano, el
ritmo se lleva sin problemas, las piernas siguen respondiendo. Pasamos el
quinto kilómetro, y un corredor del Club Maratón Vegas Altas, me alcanza, y
cuando vamos saliendo al asfalto nuevamente, se marcha. Aquí está el primer
avituallamiento. Cojo la botella de agua, dos tragos, y estoy en el Puente
Romano, edificado sobre el río Guadiana. Alcanzo a otro corredor, y cuando ya
hemos pasado esta infraestructura, me dice que ahora viene lo bueno. Se ve a lo
lejos una gran cuesta, y figuras humanas, de distintos colores, transitando por
la misma. Nos tocará ir por ahí.
Dejamos el puente, giro a la
derecha, carretera que se mete por debajo de la carretera EX206, y nos
acercamos a la entrada a la urbanización Quinto Cecilio, conjunto de viviendas
situadas en un cerro, al que se accede a través de una larga y continua subida,
de casi quinientos metros, que obligan a acortar el paso. Vamos por el carril
preparado por la Policía Local, con cintas y vallas. Ya he pasado, en pleno
ascenso, por el kilómetro siete, primer tercio de carrera, el reloj me dice que
lo he realizado en 30:52, buen parcial. Un corredor de Guareña, se marcha por
delante de mí, la cuesta me cuesta. Empiezan a aparecer los primeros corredores
de la prueba, que ya van bajando, por el otro lado de la cinta y las vallas.
Corono, y giro a la derecha, donde nos aparece una calle que mira hacia abajo,
donde relajo las piernas, no me tiro a correr, me dejo llevar. Rodeamos la
urbanización. Una pequeña subida, un cambio de rasante, y volvemos a la bajada,
muy repentina, hay que retener, cualquier esfuerzo puede traducirse en lesión.
Ya he bajado, dejando el noveno kilómetro, paso por debajo de la carretera,
vuelvo a estar en el puente, tras haber pasado el diez mil.
Crucé el puente, avituallamiento
de agua, giro a la izquierda, un giro a la derecha, y empieza la subida que nos
llevará al ascenso al castillo. Se acabó el asfalto, el kilómetro once se pasó,
empieza el camino de piedras, complicado de pisar. Y empieza a elevarse el
terreno, las rampas aparecen una detrás de otra, en zigzag, abandonamos el
empedrado y nos llevan por una pista de tierra, que está partida en el medio.
El último giro, casi de 180º, obliga casi a poner el pie en tierra. Me pasa un
corredor vestido de azul. Acceso al castillo, paso por el patio de armas, y
salida por la entrada. Muchísima gente animando, desde las murallas, a pie del
camino, se agradece. Y comienza el descenso, por una bajada con escaleras, hay
que mirar para abajo, las curvas muy cerradas, obligan a frenar. Tras toda esta
bajada, bastante compleja, aparecemos en la Plaza, y el arco de meta está
situado al final de la calle. Doce kilómetros realizados, y comienza la segunda
vuelta, no se ha dado mal. Este último kilómetro lo he completado en 6:39.
Vuelta a correr por asfalto, y
salimos, nuevamente a la pista de tierra. Allí están recogiendo aceitunas. El
ritmo aquí se vuelve normal, puedo volver a correr, aunque ahora sé lo que me
falta. Vamos camino de la charca, pero nos giran por la izquierda, en esta
segunda vuelta no pasaremos por ella. Estamos en el camino a la sombra del
castillo. Veo a algún corredor por delante, pero voy solo. Paso por el
kilómetro 14, segundo tercio de carrera, con las dos subidas por medio, lo hago
en 1:06:03, total, el segundo siete mil, en 35:10. Tiro del gel, buscando
recomponer las fuerzas que me puedan faltar más adelante. Salimos al asfalto
nuevamente, otro trago de agua, y paso por el Puente Romano. Ahora ya voy por
la carretera de acceso a la Urbanización. Paso por debajo de la carretera, y
empiezo a prepararme para la subida.
Y ahí se presenta la cuesta, con
las fuerzas más gastadas, con las piernas más castigadas, y empieza la subida,
los pasos cortos, pero constantes, mi única idea es no pararme, es completar la
cuesta corriendo, zancada a zancada. Y al fin, lo conseguí, ya estoy en la
particular cima de este tramo. Ahora a relajar un poco, a oxigenar las piernas,
porque esto no se ha acabado. Comienzo el rodeo a la urbanización, paso por el
kilómetro 17, ya queda bastante poco. Saludo a algunos niños que están
animando. El cambio de rasante está ahí, uno de los voluntarios, da paso a un
coche delante de mí, un Ranger Rover. Voy detrás de él. Vienen dos coches para
arriba, que no paran, se lo recrimino, pero siguen. El coche que baja sigue,
pero vienen más vehículos para arriba, y, en un momento, me encuentro entre los
coches que suben y el que baja, apenas tengo espacio para moverme; el Ranger Rover
se para a la derecha, pero el hueco es estrecho. Sigo corriendo, y mi brazo
derecho, donde sufrí mi percance hace ahora tres años, impacta con fuerza con
el espejo retrovisor del vehículo. Suena un fuerte golpe, me duele, pero no me
detengo, sigo corriendo. Es inaudito, no he sido atropellado de milagro, no he
sufrido un percance peor por suerte. Los corredores que suben asisten perplejos
a lo sucedido. Con el cabreo que llevo sigo descendiendo. El Ranger Rover me
sobrepasa, y ni mira. Manda huevos. Me gustaría haberle dicho alguna cosa. Lo
único que lamento es que no se haya roto el espejo, entonces se hubiese dado
visibilidad a todo lo ocurrido, y se hubiesen podido depurar responsabilidades.
No sé si ha sido un fallo organizativo, que pudiera ser, pero lo que está claro
es que ha habido una gran falta de civismo por parte de los conductores, que no
se detienen ante nada, ellos tienen todo el derecho del mundo.
Perfil del Medio Maratón |
Lo único que importa en este
momento es acabar esta carrera, y que no ocurra nada más. Llevo una mezcla de
rabia e indignación total. Pero ya hay que seguir avanzando, luego veremos si
ocurre algo. Dejo atrás el kilómetro 19, apenas dos kilómetros y todo habrá
terminado.
Paso por el puente, kilómetro 20,
una botella de agua, dos tragos, y a afrontar el último esfuerzo del día. Comienza
el ascenso hacia el castillo; cuando empiezo el empedrado me encuentro con Juan,
el triatleta, que va totalmente desfondado, andando, no tiene fuerzas ni para
moverse, le animo, dice que no tiene nada de fuerzas. Le está esperando el
corredor del Maratón Vegas Altas. Los paso, y empiezo la subida por el
empedrado. Lo negocio bien, y comienza el tramo de tierra, donde las piernas ya
protestan. En el último giro no sé si me he puesto a andar, o es que la zancada
no podía ser más grande. Entrada al castillo. Paso por el patio de armas,
saludo a la chica que está en la entrada. Y faltan los últimos metros, en
descenso, complicado. Hay que relajarse, no voy a fastidiarme en estos escasos
quinientos metros. Cuando se adivina la entrada a la Plaza Hernán Cortés, echo
la mirada hacia atrás y noto cerca a un corredor, momento de volver a apretar,
no hay que perder la posición ganada. Hay que mirar al suelo, porque hay varios
saltos, y al fin, aparece la plaza. El arco al fondo. El paso por el kilómetro
21, ha sido en 1:41:46, este último tercio lo he realizado en 35:43, medio
minuto más lento que el segundo.
Cruzo la meta en 1:43:27, el gps
me dice que he realizado un total de 21.420 metros. Al final puesto 29º de la
general, de un total de 78 corredores llegados a meta, siendo el octavo de mi
categoría, veteranos C, de 45 a 54 años, es decir han unificado las categoría C
y D, oficiales, en una sola.
Tras terminar, me acerco a
Antonio, organizador de la carrera, y le cuento el percance sufrido,
manifestándome que debíamos ir todos por dentro de la zona acordonada. Le
comento que nadie nos lo ha dicho, y que este carril era súper estrecho. Me
ducho, y como noto dolor, me acerco preguntando por el médico a los voluntarios
de Cruz Roja, diciéndome que no hay, lo que me sorprende. Al final me atienden
ellos, y con un poco de crema anti inflamatoria resuelven el expediente. Tras
tomarme una cerveza y el trozo de pizza que ofrecen desde la organización,
decido poner rumbo a mi hogar.
En resumen, otra prueba de Medio
Maratón realizada, y ya van ochenta y seis. Cada vez más cerca del mítico
número cien. En cuanto a esta carrera, interesante, dura, exigente, en algunos
momentos, pero creo, sinceramente, que con una subida al castillo sería
suficiente, entendiendo necesario dar visibilidad al patrimonio que tiene la
localidad. Pero es este un tramo complicado, y el descenso con el piso húmedo,
puede convertirse en un auténtico matadero, ya que, en mi opinión es muy
peligroso.
Ahora que la conozco, quizás se
pueden mejorar dos o tres minutos, pero este tipo de trazados no están hechos
para mí, y eso que me voy con la sensación que he afrontado bastante bien las
dos subidas de asfalto, y me he defendido con dignidad en las rampas del
castillo.
Mi próxima parada, una de las
pruebas de Medio Maratón más veteranas y emblemáticas de España, y de las más
conocidas, el Medio Maratón Sevilla – Los Palacios que tendrá lugar el próximo
día 16 de diciembre de 2018, con el que espero completar este año intenso.
Antes de terminar, no puedo
cerrar esta crónica sin felicitar a mis compañeros Rubén, Andrés, Sergio y
Alvaro, por completar, con éxito, su primer maratón, el mismo domingo, en
Valencia.
Como colofón a esta crónica, os
dejo la canción “PARTISANO”, de Miguel Bosé, en unos momentos que estamos
viviendo ahora tan pendientes de los símbolos y de los sentimientos.
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