lunes, 10 de diciembre de 2018

X MEDIO MARATON CONDADO DE MEDELLIN

Bajo la estatua de Hernán Cortés
Tras el Medio Maratón de Navalmoral, tras decidir no participar en Jarandilla, debido al cansancio acumulado con muchas historias, buceé en internet buscando una prueba de Medio Maratón que realizar el día 2 de diciembre, y al final encontré una relativamente cerca, concretamente en Medellín, localidad natal del conquistador extremeño Hernán Cortés, cerca de Don Benito, donde tenía lugar el décimo MEDIO MARATON CONDADO DE MEDELLIN.
Estuve dudando durante varios días si participaba o no, dado que tenía entendido no era una carrera fácil, porque tenía algunas subidas, y es que entre las cuestas y yo no existe lo que se dice una buena relación. Pero tras una conversación con el amigo Alberto Masa, éste me contó un poco como era el recorrido, y al final me “convenció”. 
Y así, mientras casi todos mis compañeros se fueron a Valencia a enfrentarse con la distancia reina, la del Maratón, yo, solo, cogí mi vehículo, y en una mañana neblinosa, me marché para la localidad pacense. 
Tras una hora y cuarto de plácido viaje, llegué a Medellín. La mañana lucía soleada, aunque fresca. Tras aparcar muy cerca, me acerqué a por el dorsal, y a saludar a alguno de los pocos corredores que nos congregamos en la Plaza del pueblo, lugar de salida y meta, bajo la atenta mirada del busto de Hernán Cortés. Allí coincidí con Seddi Warrak, quien fue segundo en Navalmoral, con el que tuve una más que agradable conversación, demostrando ser un tío cercano, sencillo. 
Se iba acercando la hora de salida, y marché para el coche para ponerme “guapo” para la carrera. Decidí enfundarme la camiseta naranja y negra que me regalaron mis compañeros del Club, en la cena fin de temporada, como reconocimiento a mi labor en el Medio maratón de Navalmoral. Había que exhibir la misma, como agradecimiento. Completé la indumentaria con manguitos y guantes. 
Tras tomar el plátano y el zumo de rigor, un poco de calentamiento, último paso por el servicio, y a colocarnos en la salida. Tan solo había una chica, y no llegábamos a los cien corredores en la línea de salida. Con algún minuto de retraso, motivado por la celebración de carreras para menores, disputadas antes de nuestra prueba, al fin se dio el bocinazo de salida, y todos a correr. Los primeros novecientos metros eran por asfalto, y decidí salir con el freno de mano algo echado, debido a todo lo que esperaba. Aún así, cuando entramos por el camino de tierra, que estaba bastante bien, el primer kilómetro lo hago en 4:13. Poco a poco nos vamos colocando los corredores, en línea, en fila india, distanciándonos metro a metro. Vamos paralelos a la carretera, por el camino, y tras dos curvas, llegamos a la zona de la charca natural, donde hay gente pescando. Aquí toca bordearla , para volver por el mismo camino por el que entramos. Dejamos atrás el kilómetro 2, y me adelanta un chaval con un mono de triatlón, que lleva impreso el nombre de JUAN. Voy dando la vuelta a la balsa de agua, paso el tercer kilómetro, y salimos tras completar todo el perímetro. Y ya está el cuarto kilometro, he decidido levantar un poco el pie. 

Dejo atrás este camino, y nos adentramos por otro, que va por debajo del cerro desde el que domina el castillo de la localidad, está muy alto, y empiezo a pensar, hasta allí arriba hay que subir, pues hay bastante desnivel. El camino sigue siendo llano, el ritmo se lleva sin problemas, las piernas siguen respondiendo. Pasamos el quinto kilómetro, y un corredor del Club Maratón Vegas Altas, me alcanza, y cuando vamos saliendo al asfalto nuevamente, se marcha. Aquí está el primer avituallamiento. Cojo la botella de agua, dos tragos, y estoy en el Puente Romano, edificado sobre el río Guadiana. Alcanzo a otro corredor, y cuando ya hemos pasado esta infraestructura, me dice que ahora viene lo bueno. Se ve a lo lejos una gran cuesta, y figuras humanas, de distintos colores, transitando por la misma. Nos tocará ir por ahí. 
Dejamos el puente, giro a la derecha, carretera que se mete por debajo de la carretera EX206, y nos acercamos a la entrada a la urbanización Quinto Cecilio, conjunto de viviendas situadas en un cerro, al que se accede a través de una larga y continua subida, de casi quinientos metros, que obligan a acortar el paso. Vamos por el carril preparado por la Policía Local, con cintas y vallas. Ya he pasado, en pleno ascenso, por el kilómetro siete, primer tercio de carrera, el reloj me dice que lo he realizado en 30:52, buen parcial. Un corredor de Guareña, se marcha por delante de mí, la cuesta me cuesta. Empiezan a aparecer los primeros corredores de la prueba, que ya van bajando, por el otro lado de la cinta y las vallas. Corono, y giro a la derecha, donde nos aparece una calle que mira hacia abajo, donde relajo las piernas, no me tiro a correr, me dejo llevar. Rodeamos la urbanización. Una pequeña subida, un cambio de rasante, y volvemos a la bajada, muy repentina, hay que retener, cualquier esfuerzo puede traducirse en lesión. Ya he bajado, dejando el noveno kilómetro, paso por debajo de la carretera, vuelvo a estar en el puente, tras haber pasado el diez mil. 
Crucé el puente, avituallamiento de agua, giro a la izquierda, un giro a la derecha, y empieza la subida que nos llevará al ascenso al castillo. Se acabó el asfalto, el kilómetro once se pasó, empieza el camino de piedras, complicado de pisar. Y empieza a elevarse el terreno, las rampas aparecen una detrás de otra, en zigzag, abandonamos el empedrado y nos llevan por una pista de tierra, que está partida en el medio. El último giro, casi de 180º, obliga casi a poner el pie en tierra. Me pasa un corredor vestido de azul. Acceso al castillo, paso por el patio de armas, y salida por la entrada. Muchísima gente animando, desde las murallas, a pie del camino, se agradece. Y comienza el descenso, por una bajada con escaleras, hay que mirar para abajo, las curvas muy cerradas, obligan a frenar. Tras toda esta bajada, bastante compleja, aparecemos en la Plaza, y el arco de meta está situado al final de la calle. Doce kilómetros realizados, y comienza la segunda vuelta, no se ha dado mal. Este último kilómetro lo he completado en 6:39. 
Vuelta a correr por asfalto, y salimos, nuevamente a la pista de tierra. Allí están recogiendo aceitunas. El ritmo aquí se vuelve normal, puedo volver a correr, aunque ahora sé lo que me falta. Vamos camino de la charca, pero nos giran por la izquierda, en esta segunda vuelta no pasaremos por ella. Estamos en el camino a la sombra del castillo. Veo a algún corredor por delante, pero voy solo. Paso por el kilómetro 14, segundo tercio de carrera, con las dos subidas por medio, lo hago en 1:06:03, total, el segundo siete mil, en 35:10. Tiro del gel, buscando recomponer las fuerzas que me puedan faltar más adelante. Salimos al asfalto nuevamente, otro trago de agua, y paso por el Puente Romano. Ahora ya voy por la carretera de acceso a la Urbanización. Paso por debajo de la carretera, y empiezo a prepararme para la subida.  
Y ahí se presenta la cuesta, con las fuerzas más gastadas, con las piernas más castigadas, y empieza la subida, los pasos cortos, pero constantes, mi única idea es no pararme, es completar la cuesta corriendo, zancada a zancada. Y al fin, lo conseguí, ya estoy en la particular cima de este tramo. Ahora a relajar un poco, a oxigenar las piernas, porque esto no se ha acabado. Comienzo el rodeo a la urbanización, paso por el kilómetro 17, ya queda bastante poco. Saludo a algunos niños que están animando. El cambio de rasante está ahí, uno de los voluntarios, da paso a un coche delante de mí, un Ranger Rover. Voy detrás de él. Vienen dos coches para arriba, que no paran, se lo recrimino, pero siguen. El coche que baja sigue, pero vienen más vehículos para arriba, y, en un momento, me encuentro entre los coches que suben y el que baja, apenas tengo espacio para moverme; el Ranger Rover se para a la derecha, pero el hueco es estrecho. Sigo corriendo, y mi brazo derecho, donde sufrí mi percance hace ahora tres años, impacta con fuerza con el espejo retrovisor del vehículo. Suena un fuerte golpe, me duele, pero no me detengo, sigo corriendo. Es inaudito, no he sido atropellado de milagro, no he sufrido un percance peor por suerte. Los corredores que suben asisten perplejos a lo sucedido. Con el cabreo que llevo sigo descendiendo. El Ranger Rover me sobrepasa, y ni mira. Manda huevos. Me gustaría haberle dicho alguna cosa. Lo único que lamento es que no se haya roto el espejo, entonces se hubiese dado visibilidad a todo lo ocurrido, y se hubiesen podido depurar responsabilidades. No sé si ha sido un fallo organizativo, que pudiera ser, pero lo que está claro es que ha habido una gran falta de civismo por parte de los conductores, que no se detienen ante nada, ellos tienen todo el derecho del mundo. 
Perfil del Medio Maratón
Lo único que importa en este momento es acabar esta carrera, y que no ocurra nada más. Llevo una mezcla de rabia e indignación total. Pero ya hay que seguir avanzando, luego veremos si ocurre algo. Dejo atrás el kilómetro 19, apenas dos kilómetros y todo habrá terminado. 
Paso por el puente, kilómetro 20, una botella de agua, dos tragos, y a afrontar el último esfuerzo del día. Comienza el ascenso hacia el castillo; cuando empiezo el empedrado me encuentro con Juan, el triatleta, que va totalmente desfondado, andando, no tiene fuerzas ni para moverse, le animo, dice que no tiene nada de fuerzas. Le está esperando el corredor del Maratón Vegas Altas. Los paso, y empiezo la subida por el empedrado. Lo negocio bien, y comienza el tramo de tierra, donde las piernas ya protestan. En el último giro no sé si me he puesto a andar, o es que la zancada no podía ser más grande. Entrada al castillo. Paso por el patio de armas, saludo a la chica que está en la entrada. Y faltan los últimos metros, en descenso, complicado. Hay que relajarse, no voy a fastidiarme en estos escasos quinientos metros. Cuando se adivina la entrada a la Plaza Hernán Cortés, echo la mirada hacia atrás y noto cerca a un corredor, momento de volver a apretar, no hay que perder la posición ganada. Hay que mirar al suelo, porque hay varios saltos, y al fin, aparece la plaza. El arco al fondo. El paso por el kilómetro 21, ha sido en 1:41:46, este último tercio lo he realizado en 35:43, medio minuto más lento que el segundo. 
Cruzo la meta en 1:43:27, el gps me dice que he realizado un total de 21.420 metros. Al final puesto 29º de la general, de un total de 78 corredores llegados a meta, siendo el octavo de mi categoría, veteranos C, de 45 a 54 años, es decir han unificado las categoría C y D, oficiales, en una sola. 
Tras terminar, me acerco a Antonio, organizador de la carrera, y le cuento el percance sufrido, manifestándome que debíamos ir todos por dentro de la zona acordonada. Le comento que nadie nos lo ha dicho, y que este carril era súper estrecho. Me ducho, y como noto dolor, me acerco preguntando por el médico a los voluntarios de Cruz Roja, diciéndome que no hay, lo que me sorprende. Al final me atienden ellos, y con un poco de crema anti inflamatoria resuelven el expediente. Tras tomarme una cerveza y el trozo de pizza que ofrecen desde la organización, decido poner rumbo a mi hogar. 
En resumen, otra prueba de Medio Maratón realizada, y ya van ochenta y seis. Cada vez más cerca del mítico número cien. En cuanto a esta carrera, interesante, dura, exigente, en algunos momentos, pero creo, sinceramente, que con una subida al castillo sería suficiente, entendiendo necesario dar visibilidad al patrimonio que tiene la localidad. Pero es este un tramo complicado, y el descenso con el piso húmedo, puede convertirse en un auténtico matadero, ya que, en mi opinión es muy peligroso. 
Ahora que la conozco, quizás se pueden mejorar dos o tres minutos, pero este tipo de trazados no están hechos para mí, y eso que me voy con la sensación que he afrontado bastante bien las dos subidas de asfalto, y me he defendido con dignidad en las rampas del castillo. 
Mi próxima parada, una de las pruebas de Medio Maratón más veteranas y emblemáticas de España, y de las más conocidas, el Medio Maratón Sevilla – Los Palacios que tendrá lugar el próximo día 16 de diciembre de 2018, con el que espero completar este año intenso. 
Antes de terminar, no puedo cerrar esta crónica sin felicitar a mis compañeros Rubén, Andrés, Sergio y Alvaro, por completar, con éxito, su primer maratón, el mismo domingo, en Valencia. 
Como colofón a esta crónica, os dejo la canción “PARTISANO”, de Miguel Bosé, en unos momentos que estamos viviendo ahora tan pendientes de los símbolos y de los sentimientos.

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