martes, 18 de octubre de 2011

ESOS PERROS, ESOS DUEÑOS

Uno, cuando sale a correr, se tiene que enfrentar a diversos factores, uno es el factor físico, es decir, el recorrido, si es llano, si tiene cuestas, si es en bajada, si es piedra, tierra o asfalto. Otro es el meteorológico, frío, calor, agua, viento. Y otro es el inherente al propio corredor, cansancio acumulado en el día, si es por la tarde, la predisposición para correr ese día, y la capacidad de recuperación. Y por último, está el tipo de entrenamiento, si es fondo, series, cambios de ritmo, etc.

Así que con toda esta suma de factores, uno se lanza a entrenar, a correr. Todos los ingredientes metidos en la coctelera, y a por la jornada de entrenamiento, uno más en la temporada, uno menos de cara al próximo objetivo, maratón, medio maratón o carrera popular.

Pero cuando uno sale a correr, no cuenta, en un principio, aunque luego la experiencia te hace que lo tengas en mente como otro factor, que es el de la educación de la gente, bien cuando van en coche y pasan junto a ti sin percatarse o no querer percatarse de tu presencia. Si llueve o ha llovido, te vas a tragar el charco por el que pasa. Si vas por un camino mascarás el polvo que deja inmisericorde a su paso. Si la calle o el camino es estrecho, el pasará y tu te esperarás, faltaría más.
Pero luego están esos que se llaman personas, humanos, que suelen salir acompañados de una criatura llamada perro, y en ese momento desconoces quién es más animal de los dos. Porque es verte correr y el perro, que está suelto, y en alguna ocasión, las menos, con el dueño al lado, se lanzará a por ti, con desaforados ladridos, intimidatorios, que te hacen pararte o reducir la marcha.


Si aparece el irresponsable “responsable” del animal, le llamará de lejos y dirá su famoso “si no hace nada”, y eso es cuando tú le contestas “eso lo sabes tú”, o “será a ti”. Porque es que yo no tengo que aguantar el capricho de nadie. Si me gustarán los perros, tendría uno, pero es que hay gente que se cree que tú tienes la obligación de aguantar sus preferencias. ¿Le digo yo la música que tiene que escuchar?

Varias historias y encontronazos he tenido con canes a lo largo de mi experiencia deportiva.
Desde luego el caso más hiriente, por sucesivo, por continuo, es el de aquel que deja el ganado solo con un par de mastines, y él desaparece. Solo el hacerlos frente con una piedra o un palo ha evitado males mayores. Y es que estos “animalitos”, esperan a que pases para luego salir detrás de ti, y cuando te paras ellos se paran, menos mal.
Algún día me he cruzado con el dueño, y me ha hecho detenerme, para decirme que cuando pases al lado de su ganado, que pases andando o te pares. Pero, claro, llega el momento en que te hartas de todo esto, y explotas y ese día le dices que no, que ya está bien, que el que tiene que cuidarse es él, no los demás, porque los perros son suyos. Pero siguiendo ahondando en su mala educación, seña principal de su personalidad, te contesta que por ahí no tengo que pasar, que lo tengo que hacer por otro lado; vamos, por donde él diga. Porque si hoy voy por abajo, tengo que ir por arriba, y si mañana está su ganado arriba, es por abajo.
Otras veces ha sido peor, ya que cuando es alguno de sus vástagos el que está “cuidando” el ganado, dentro del coche, ni se inmuta cuando esas criaturas salen detrás de alguna persona, ya sea corriendo, en bici o, incluso, paseando. Y es que se creen que todo es suyo, y pueden hacer lo que les de la real gana.
Y aquí está el dilema: Si le denuncias, si intervienen las fuerzas de seguridad y/o la Justicia, al final los problemas te los vas a tragar tú, si sigues pasando por allí, vas a tener que verle el careto. Aparte que sucede que cuando tu vas a poner una denuncia a la Guardia Civil, luego los miembros de la Benemérita le llaman para hacerle saber que le han denunciado y quién ha sido. Ahora, el día que pase algo, y que ocurrirá, él saldrá de rositas, y, si no, al tiempo.
Luego está aquella tarde que yendo por el Cordel, un tipo iba con su perro, suelto, claro, e iba yo por una vereda, y por otra vereda, a unos diez metros iba el perrito de marras, y el bicho se cruzó y se vino hacia mí, por lo que yo, de forma instintiva, le aparté de mí, y encima el tío se enfrenta a mí, porque dice que yo le he provocado. Así que al final, tras una pequeña discusión, en la que encima me insulta, le acabo mandando a la mierda. Pero lo bueno fue al día siguiente, me volví a cruzar con él, y ya iba sin compañía.
Pero, desde luego, la experiencia más desagradable que yo he vivido con canes, fue aquella tarde noche lluviosa, en la que cuando el cielo dejó de derramar agua de forma persistente, decidí salir a entrenar, pero al haber caído ya la noche, tuve que ir por el pueblo. Iba por una calle, me quedaban apenas quince minutos de entrenamiento, cuando de un callejón salió un pastor alemán, y al verlo me quedé parado, me empezó a ladrar, y una voz femenina le llamó abandonándome, por lo que yo seguí corriendo, pero en cosa de diez segundos, o menos, tenía al perro con sus patas sobre mis hombros, y se volvió a marchar; pero al instante, ya no vino un perro, vino una fiera, que me lanzó dos mordiscos al brazo, por lo que yo ya pedí ayuda, y en ese momento, gracias a un vecino, que abrió la puerta de su casa, se pudieron evitar consecuencias peores. Los mordiscos no llegaron a mi brazo, porque llevaba puesto un chubasquero y una sudadera que evitaron que sus dientes impactaran en mi piel. El perro estaba fuera de sí. La llegada de la Policía Local hizo que el perro ya fuese retirado. Una vez pude hablar con la dueña, esta tuvo la desfachatez de escudarse en su avanzado estado de gestación, a lo que la respondí que si no podía hacerse cargo del perro, que lo quedase en casa. Aún estoy esperando sus disculpas, porque encima la conozco, igual que ella a mí.
La denuncia ante la Justicia no llegó a nada, como casi siempre.
Un día ya fue el remate, venía yo corriendo y había un chico joven con un cachorro, que fue verme y venirse a por mí. Yo le espantaba, le tiraba patadas, para que me dejase, el dueño le llamaba y el perro ni puñetero caso. Y así durante unos diez minutos. Incluso me alentaba el dueño para que diese una patada al perro, hasta que el dueño consiguió espantarlo del lugar, y yo me pude ir.
Lo que demuestra este hecho que hay gente que saca a los perros sin tenerlos educados en condiciones, ya que no son capaces de hacerse con él.
Y es que, casi siempre, los perros pequeños son peores que los grandes. Porque cierto es que el perro grande suele ser más tranquilo, aunque un ataque suyo puede llegar a ser mucho más preocupante, no es menos cierto que esos perros pequeños, esos chuchos, que, casi siempre, van sueltos, suelen ser más latosos, se meten entre tus piernas, se lanzan a tus tobillos, y te frenan. Algunas veces algunas patadas han “frenado” los ímpetus de los animalitos, e, incluso, un día una piedra que impactó en el animal también tuvo el mismo efecto, e, incluso, mejor, porque al día siguiente, al verme el perro, huía.
También está el caso que le sucedió a un compañero mío, al que un perro se le acercó para “saludarlo”, y cuando le recriminó la actitud de su animal, esté le espetó “es que con esas pintas con las que salís a correr”. Manda huevos, como decía el otro.
Y es que hoy en día nos hemos vuelto gilipollas con los perros y los anteponemos a nuestros padres, que los llevamos a residencias, porque no podemos atenderlos, no tenemos ni tiempo ni sitio para ellos, pero para un bicho sí, al que, encima hay que atender más que a una persona, porque no es rara la mañana, a esos de las ocho menos cuarto, ver a esa gente sacando a sus perritos, esperando que hagan sus necesidades, o que les dé el aire, y ya puede llover, nevar, hacer frío o calor, da igual.
Porque otra consecuencia de los perros, aunque bien es cierto que lo es más de sus propietarios, son los “regalitos”, que dejan en aceras y parques, y que mucha gente, solo lo recogen, cuando ven que alguien lo está viendo, porque si no, ahí lo dejan.
Y si tu hicieras eso en la puerta de su casa, que es lo que realmente se merece, encima tendrías problemas, pero si le dices algo a su perro, ese nunca es; desde luego que tienes unas cosas.
Pero, por otra parte, también hay que saber agradecer a aquellos que teniendo un perro, y saliendo con él por la calle, por un camino, y te ven llegar, le agarran, o le hacen pararse para que no te molesten. Eso es educacion.
Y lo único que se pide es un poco de respeto, que quien tenga un perro sea él quien lo cuide, lo disfrute y lo sufra, pero no trasladar todas esas sensaciones a los demás, porque no nos interesan. Por favor.

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