Con el equipo, antes de empezar |
Terminé
antes de tiempo una semana con unos entrenamientos nada buenos, con una
sensación de cansancio muy alta, como que no pudiera, por lo que decidir
descansr viernes y sábado, buscando que el cuerpo se recuperase, para afrontar
una nueva carrera; y con este bagaje, me fui a la séptima edición del Medio
Maratón de Cáceres. Pero esta sensación de cansancio, más las altas
temperaturas que se registraron el domingo, hicieron que la prueba fuera un
martirio para mí. Pero vamos por partes.
El
jueves al salir a entrenar, observé que no iba muy bien, que estaba cansado,
que las piernas no iban como yo deseaba. Las semanas anteriores había ido
mejor, y esta, precisamente ésta, iba a ir peor, justo cuando iba a competir,
manda narices. Decidí descansar, con la idea de que me pudiera recuperar, pero
ni por esas. Un breve paseo el sábado por la tarde debería valer para haber
activado las piernas para el domingo.
Iniciamos
el viaje, temprano hacia la capital provincial, Antonio Serradilla, Manolo,
Güito, Alberto Piedra, Tomás y el que esto escribe, y llegamos sin ningún tipo
de sobresaltos, encontrando aparcamiento tras dar un par de vueltas. Después, a
la Plaza Mayor, a por el dorsal, y a irse impregnando del ambiente de la
prueba, aunque cuando llegamos aún había poca gente, por lo que tardamos escaso
tiempo en coger el número que nos identificaría durante la carrera. Después,
marchamos a tomarnos un café, sentados tranquilamente en una terraza de las que
miran a la plaza. Allí sentados, ya observamos que lo del calor no era ninguna
broma, y que iba a ser un ingrediente importante en la carrera. Saludos con los
compañeros que estaban allí esperándonos en la capital, Juan Carlos, Jaime,
José Luis, Fran, Nicanor; fotos con el grupo, y a terminar de cambiarse. Nos
acompañaba en esta carrera el amigo Eloy García, que iba a debutar en la
distancia, y en el tema de las carreras populares.
Por
cierto, en esta carrera, estrenábamos nueva equipación, los colores, pantalón
azul y camiseta de color granate, no es lo más adecuado para un madridista como
yo, pero bueno, es lo que hay.
Primero
se da la salida a la carrera de 10,5 kilómetros, una vuelta al circuito
programado para la prueba, y después ya nos vamos colocando en la salida los
que vamos a hacer el medio maratón. El calor a esta hora, once y cuarto de la
mañana, ya es importante, y por lo que parece va a ir a más. Ya iremos viendo.
Se da el pistoletazo de salida y ya estamos en faena. La salida, cuesta arriba,
me hace notar que no voy lo fresco que yo quisiera, pero bueno, esperaremos que
vaya mejorando, que solo sea la sensación inicial. Salimos de la cuesta y
entramos en la parte antigua, empieza el empedrado, las calles estrechas,
primera bajada, complicada, las piedras no ofrecen el agarre perfecto para las
zapatillas, menos mal que no llueve, giros a izquierda, giros a derecha, por
calles estrechas, curvas cerradas, subidas duras, cortas, pero intensas; los
corredores buscando las aceras que están enlosadas, que permiten andar mejor.
Por delante va Antonio, si fuera capaz de agarrarle haría una buena carrera.
Voy con esa intención.
Pero
veo que las cuestas me suponen un gran esfuerzo, las piernas no van finas, pero
hay que seguir. Ahora pasamos cerca de la Plaza, por el Arco de la Estrella, se
ve la plaza a la izquierda, y viene una gran cuesta abajo, el cuerpo hay que
retenerle, para no caer rodando, porque es muy repentina, y con mucha
pendiente. Se acabó, llego abajo, giro a la izquierda, nueva subida, más leve y
salimos a la derecha dirección a la Plaza de toros, parece que ya se ha acabado
todo lo duro pero no, hay un pequeño trecho corto, empedrado, cuesta arriba, en
un giro a la izquierda, giro a la derecha y tras dejar un poco de resuello en
este tramo, ya sí, estamos en la Avenida Hernán Cortés, dirección a la estatua
ecuestre del susodicho, Antonio le veo a una distancia no muy grande, pero mis
sensaciones son funestas, no voy ni para atrás, no me veo con tiro, con
gasolina, así que me tengo que acomodar a este ritmo, para mí cansino, pero es
que me obliga hoy la sensación que vivo en este momento.
Después de recoger los dorsales |
Pasamos
al lado del conquistador, lo dejamos, avanzamos de frente un tramo, giro a la
izquierda, caballo otra vez y ahora por Cánovas. Con el sol apretando ya de lo
lindo, me aorillo a la izquierda, buscando la sombra; todos los corredores
hacemos lo mismo.
Salgo
a la calle Gil Cordero, y ahí está esa inmensa recta de más de 1,5 kilómetros,
que pica hacia arriba, poco, pero pica, y, además, con el sol castigando
directamente sobre el asfalto, sin lugar para resguardarse, se hace si cabe más
larga aún. He puesto el automático, buscando recuperarme, tener mejores
sensaciones, intentando que se me pasen las ideas que me rondan la cabeza de
abandonar, incluso he pensado en qué sitios, al llegar al final de Cánovas,
cuando vaya a entrar en la Plaza de toros, cuando cruce la primera vuelta.
Vamos para adelante. Primer avituallamiento, me agarro al agua como un sediento
en un oasis, dos tragos, tres tragos, y para delante. Paso por el km. 5, 21:18,
a un ritmo de 4:16, bueno, no parece tan malo.
En
este tramo alcanzo a los últimos corredores de la prueba de 10,5 km. Salieron
un cuarto de hora antes que nosotros, y les hemos recortado cinco kilómetros.
Así va a ser durante el resto de la primera vuelta, adelantamiento continuo de
corredores de la prueba corta. Los de la larga, alguno me pasa con facilidad,
no me engancho a nadie, no quiero intentarlo, no miro, sigo a mi ritmo. Doblamos
al final de la calle y buscamos ir hacia la Cruz de los caídos, aquí el terreno
va en descenso y lo agradezco. Paso por el km. 7, primer tercio, 30 minutos
exactos, hoy va a ser difícil bajar de la hora y media, si la cosa no mejora.
Entramos en Antonio Hurtado, aquí también vamos para abajo, giro de 180º, y lo
que era bajar, ahora es subir, me sienta fatal estos doscientos metros de
subida, parece que no voy más, que voy a reventar, que mis piernas van a decir
que se acabó, que hasta aquí. Supero este socavón, porque no es bache, y parece
que me reanimo un poco. Salgo al Paseo de Cánovas, sombra, otra vez mirando
para abajo, y ahora parece que tengo alguna mejor sensación, no para tirar
cohetes, pero sí, al menos para seguir. En esta zona los olores provenientes de
los puestos instalados en el propio paseo te invitan a pararte y degustar lo
que están preparando, pero estamos corriendo, hay que seguir concentrados.
Llegada a la altura de la Plaza de toros y giro a la derecha, buscando la zona
de Meta, la Plaza Mayor. Este tramo lo hago bien, una cuesta abajo, repentina,
un giro de noventa grados que casi te saca de la calle, y cincuenta metros
cuesta arriba, duros, que retienen, que tiran para atrás, paso por la línea de
meta, a por la segunda vuelta.
Vuelta
a iniciar la cuesta arriba, y ahí en el final de la cuesta, está el
avituallamiento, el agua, el refresco, el líquido elemento que me hace falta
para seguir adelante. Entro en la zona antigua, y esta vez me planteo ir más
relajado, no quiero agobiarme, tirando fuerte, así que las cuestas arriba me
pongo un ritmo asequible, mirando al suelo y en las cuestas abajo me dejo
llevar, sin hacer grandes esfuerzos. Ya voy casi solo, algún corredor me
adelanta, alguno adelanto yo, y así va a ser este trozo. Salida a la plaza de
toros, abandono de toda zona de piedras, de estrecheces, y ahí están otra vez,
las anchas calles, para poder correr; si estuviera bien, podría recuperar, pero
llegado a este punto, mi único deseo es acabar, finalizar, terminar esta carrera,
en las mejores condiciones, no aprieto, no me esfuerzo en demasía, no me fío de
mis piernas, de mi cuerpo, de mi mente.
Algún
corredor me adelanta, pero cada vez son menos, también adelanto a alguno, eso
me anima. Paso por el kilómetro 14, tiempo de paso 1:02:47, voy muy por encima
de mi idea. Coger a Antonio se convirtió, hace ya mucho tiempo en una quimera,
y ahora, para rematar, viene Pedro y me pasa, con tranquilidad, me saluda, le
respondo pero no hago el más mínimo esfuerzo por agarrarme a él. Estoy en otro
mundo, en otra carrera, cuyo único aliciente para mí es acabarla, y no hacerlo
muy perjudicado. Dejamos el caballo, paso por Cánovas, otra vez a la sombra, y
hacia la Cruz de los caídos, giro para Gil Cordero, y ahí está la recta, mi
boca está seca, busco el agua que se me ofrece en el kilómetro 15, parece que
no llega. Al final, llega, cojo la botella, me tomo dos tragos, la llevo en la
mano, cien metros, y otro nuevo trago. A la vuelta, al pasar por el mismo lado,
nueva botella de agua que nos ofrecen. Quedan más de cuatro kilómetros, así que
bebo, no sea que no vaya a haber más.
En
este tramo, te permite resguardarte a la sombra, y es lo que hacemos todos los
corredores, buscando huir del golpe del sol, hasta que salimos a la Avenida
Antonio Hurtado, donde vuelve a castigar severamente. Aquí adelanto a algunos
corredores, ya los hay que van peor que yo. Saludo a Nacho y busco la vuelta de
180º, queda ese trozo duro para mí en la primera vuelta, lo supero mejor de lo
que esperaba, me adelanta una chica, va lanzada, pero es del relevo. Me podía
haber agarrado a ella, pero desisto, quiero seguir a mi ritmo, ya me da igual
unos segundos más que menos, total no voy a hacer un buen resultado.
Ya
estoy en Cánovas, otra vez en sombra, con perfil hacia abajo, adelanto a un
muchacho que va tocado de una pierna, lo animo y ya me voy buscando la meta.
Este tramo, hasta la Plaza de Toros es por la sombra, ese objeto de deseo en
esta mañana de calor, de mucho y repentino calor. Adelanto a dos corredores más
y ahí me voy a quedar hasta el final, nadie por delante, nadie por detrás. Se
echa en falta un nuevo avituallamiento de agua, sobre todo en días como hoy,
pero nada hay que seguir, es lo que toca.
Tras
dejar el coso taurino, entramos ya en el tramo final, buscando la meta, la
Plaza Mayor, una cuesta abajo, muy fuerte, salida a la calle Sancti Espiritu,
casi derrapando, antes de encarar la meta, con ese trozo de subida, corta pero
dura. Ya estoy arriba, paso por el Arco y salida a la Plaza Mayor, a la meta, con
una línea de llegada completamente llena de gente, aplaudiendo a todos los que
vamos pasando. Desde luego la llegada es maravillosa, el entorno es
espectacular. Beso al aire, para mi padre. Tiempo final 1:33:22, muy lejos de
lo que yo esperaba. Puesto 104 de la general, de un total de 663 corredores
llegados a la meta.
Me
hidrato, agua, isotónica, cerveza, todo es poco para recuperar lo que he
perdido en la carrera. Recojo mi bolsa y me marcho para la zona de masajes, hay
que esperar, y llegan los espabilados de turno, los que dicen que llevan mucho
tiempo esperando, que les han dado la vez, antes que a ti, cuando tú ni los has
visto, pero, en fin, esa es la ética y la catadura moral que cada día viste a
más gente.
Después
de todo esto, regreso a casa, con la sensación de una carrera más hecha, pero
con un resultado algo decepcionante, debería haberlo hecho mejor, pero no he
podido, o no he sabido esta mañana. No todos los días son iguales, y hoy me ha
tocado un día de perros, duro para mí. El recorrido no invita a correr mucho,
porque los tres primeros kilómetros son en vaivén, por terrenos empedrados,
tienes que mirar más para abajo que al frente. Es lo que tiene correr por un
casco histórico calificado como Patrimonio de la Humanidad. Además, el año
pasado lo hice mucho mejor.
Un
detalle a mejorar por la carrera, es la señalización de los kilómetros, porque
no puede ser que los haya a casi seis minutos y algo más de tres, no debe ser
tan difícil, que guarden una cierta homogeneidad. Por lo que me han comentado
algunos compañeros, se agotó el agua en el kilómetro 15, por los que los
últimos, de verdad, sufrieron para llegar al final de la carrera.
Esta
temporada va llegando a su final, una temporada rara, atípica, difícil, dura,
en la que no me he encontrado a gusto en casi ningún momento, en casi ninguna
carrera, casi todas me han costado bastante. Hay que sacar conclusiones
positivas, al menos sigo corriendo, sigo cruzando líneas de meta, y las ganas
de entrenar no han desaparecido. Hay que dar tiempo al tiempo.
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