lunes, 8 de diciembre de 2014

II 10 KILOMETROS DE NAVALMORAL

Con los compañeros del C.D. Navalmaraton
El trabajo da sus resultados, la constancia, el creer en uno mismo lleva a conseguir lo que uno busca, lo que uno ansía.
Con las dudas de si iba a participar o no, pero con el bagaje de unos buenos entrenamientos, me presenté a la segunda edición de los 10 Kilómetros de Navalmoral, que organizaba mi buen amigo Miguel Angel Gamonal. Una prueba, llana, en asfalto, sobre un circuito rápido, que se desarrolló por el centro de la población, por donde se han de celebrar las pruebas deportivas, porque, nos guste o no, las calles son de todos, peatones y vehículos, porque un domingo, por la mañana, la intensidad vial es mínima y pedirle un poco de sacrificio al que lleva un coche, para que se desvíe por otra vía alternativa, no debía ser un problema. Pero, desgraciadamente, lo es, hay que ir a comprar el pan en coche, el periódico en vehículo, hay que ir a misa en automóvil, y no se entiende que se tenga que desviar, tienen que ir rectos, y, si además, les amparamos porque tienen derecho, apañados estamos.
El sábado, tuve un larguísimo día, en Badajoz, con el Club Deportivo Escuela de Natación Piscis, para participar en la II Jornada JUDEX mayores, aún con los problemas que tenemos, porque parece que somos un problema, y es que la existencia de más clubes en la misma localidad parece ser un obstáculo para algunos, pero nadie tiene que impedir el desarrollo de una actividad, y el que lo ampare, desde puestos de autoridad y representación, comete un grave, no, una gravísimo error.
Pero en fin, tras estas breves reflexiones, que muchos se deberían aplicar, vamos a hablar de la propia carrera.
Esa mañana tenía fijado un entrenamiento de una hora veinte minutos, o bien podía hacer la carrera de los diez kilómetros, y como no me levanté con muchas ganas de machacarme en solitario, me decidí por acercarme a la prueba deportiva.
Primera vuelta
Allí, aparte de encontrarme con habituales de las carreras, como Antonio Serradilla, de Cáceres, nos juntamos hasta una docena de corredores del Club Deportivo Navalmaraton, dispuestos a correr, además de Raúl, Enrique, Alberto o Juan, que no lo hicieron, pero nos acompañaron en esa mañana.
Algo menos de un centenar de corredores en la línea de salida, y tras guardar un minuto de silencio por nuestro compañero y amigo Valeriano, se dio el pistoletazo de salida. Salida que realicé de forma tranquila, sin demasiados desafueros, sin demasiados esfuerzos, y tras realizar un zigzag por la calle Conde Miranda, salimos a la calle Antonio Concha, buscando las obras de la rotonda que se está realizando en la Cruz del Rollo.
Feo es el paso, entre vallas y lonas, pero es lo que toca, y nos posicionamos los corredores, uno detrás de otro, con cuidado de no trastabillar, y se empieza a estirar la carrera, cuando entramos en el peatonal.
Por delante se marchó Santi, que está en un excelente estado de forma, y lo está aprovechando, yo me coloco al lado de Francisco Colado, veterano corredor de Talavera de la Reina. Vamos adelantándonos el uno al otro, parece que vayamos haciendo relevos. Pero esta situación no dura mucho, ya que Colado se va, unos metros, pero se va; pasamos por la Cruz de los Caídos, la rodeamos y volvemos a realizar la calle principal de la población, por el peatonal, pasando las obras y encarando las calles aledañas a la zona de meta, saliendo junto al arco, pero tenemos que dar una vuelta de un kilómetros antes de llegar a pasar por debajo del mismo. Cuando ya completo la primera vuelta, siento que Antonio viene detrás de mí, muy cerca, y Paco Colado sigue marcando la diferencia unos metros por delante, junto con otros dos corredores.
Tras la segunda vuelta
Me quedo en tierra de nadie, y cuando estamos en la calle Antonio Concha, me alcanza Antonio, al que intento agarrarme, pero iré cediendo poco a poco, y se va marchando. En esta vuelta adelanto a un chaval de Jaraíz, y sigo ahí, a mi ritmo. Alcanzo la Cruz de los Caídos, y al girar la vista, veo que mi hermano Agustín, no está muy lejos. Estos dos kilómetros que quedan para completar la segunda vuelta, corro intentando mantener el ritmo, no perder demasiado. Cuando paso por el kilómetro 5, ecuador de la prueba, mi reloj marca 19:39, por debajo de los cuatro minutos el kilómetro, mi objetivo para el final de la carrera, la barrera de los 40 minutos.
Paso por la segunda vuelta, y ya busco el tercer y último giro, los últimos tres kilómetros. Al paso por el arco, el objetivo parece alcanzable, ya que llevo unos veintiséis minutos.
En esta vuelta hay que emplearse a fondo, me marco como objetivo el trío que marcha por delante, y con mi hermano Agustín, acosando por detrás, estoy en una situación algo complicada. El tramo hasta la Cruz de los Caídos trato de mantener la intensidad, no bajar, seguir cerca de ellos, y veo que lo consigo, me voy acercando poco a poco. Ya nos quedan dos kilómetros, dos mil metros, paso por el kilómetro ocho en 31:43, creo que esta vez sí va a ser posible, tengo diecisiete segundos de margen.
Llegando a la meta
Empiezo a acelerar, espero que no sea demasiado pronto. Todo el peatonal es ir recortando metro a metro a mis predecesores, y no miro para atrás.
Antes de llegar al vallado de las obras, por fin, les he dado alcance, y cuando salimos de ese retorcido tramo, sigo persistiendo en mi ritmo, y noto que los voy quedando atrás, no me cogen, no me alcanzan, la distancia, mínima al principio, va creciendo en cada zancada.
Giro a la izquierda, giro a la derecha, a la izquierda otra vez, y, por fin a la derecha, estoy enfrente del arco de llegada, pero aún falta el último kilómetro. Miro al reloj de meta, que marca 35:48, está más cerca el objetivo, dos largas rectas, en las que sigo apretando, las piernas, la garganta, los brazos, todo parece que va a reventar. Salgo de la carretera, y entro por la calle Ávila, al final a la izquierda, está situada la meta. Este tramo, en pleno esfuerzo se hace complicado, porque tiene unos cien metros que miran para arriba, lo que hace que la exigencia sea mayor. Aprieto los dientes y corono, ya solo queda un giro a la izquierda, y ante mí, otro centenar de metros para la meta, el reloj situado junto al arco me dice que lo voy a lograr, levanto los brazos, lo he conseguido, estos metros son de satisfacción, ya no duele nada, ya parece que respiro mejor.
En el podio, con mi sobrina
Me santiguo, se la dedico a mi padre y cruzo la línea de meta, en 39:30, a 3:57 el kilómetro, la primera vez que bajo de la barrera de los 40 minutos, tras catorce años corriendo, con cuarenta y cinco años de edad.
Saludos con los que han llegado, mientras vemos cómo van llegando los demás, los compañeros, ánimos para todos. Mi hermano Agustín, a pesar de sus circunstancias laborales, también ha conseguido bajar de los 40 minutos. Me alegro mucho.
Tras una reparadora ducha, pasamos a la entrega de premios, donde hasta cinco corredores del club, conseguimos subir al podio, porque sí, yo también lo he hecho, en tercera posición de mi categoría y diecisiete de la general, de un total de ochenta y un corredores que, al final, cruzaron la meta.
Un gran resultado el que he obtenido, una gran inyección de moral para seguir con mis entrenamientos de cara a mi objetivo, el Maratón de Sevilla, donde las posibles dudas sobre una preparación inadecuada desaparecen, ya que estoy en manos de un experto, que me está guiando.
Espero que todo siga así como hasta ahora, al menos los casi tres meses que quedan para llegar a la ciudad de Hispalis, donde tendré que demostrar que todos estos resultados no son fruto de la casualidad, sino del trabajo, de la constancia y de la fe en uno mismo.

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