Recién llegados a Malpartida de Plasencia |
Esta prueba no tenía previsto realizarse, debido a una serie de problemas, al parecer, con las ayudas económicas que la Mancomunidad parecía no quería dar, pero, al final, la ilusión de los organizadores, el apoyo de algunos patrocinadores y las ganas de que no desapareciese, llevó a que se realizara.
Durante la semana, entrenamientos, buenos a principios de semana, y según iban pasando los días, las dudas, los agobios, empezaban a surgir, en mi cuerpo, en mi cabeza. Ya me planteaba sino había sido demasiado decidido, por haberme lanzado a esta aventura tan pronto, con apenas dos meses seguidos de entrenamiento.
El sábado, la cabeza daba vueltas sobre el mismo asunto, si iba a participar, si no iba a ir. Rondando todo el santo día la misma obsesión. Por la tarde, desplazamiento con la familia a Talavera, y a ver la película de “UN MONSTRUO VIENE A VERME”, una gran película, con un gran mensaje.
Llegada a casa, a la cama, y me acosté con la decisión de no acudir, aunque poniendo el radio reloj. Suena el despertador y sigo firme en mi intención de no ir, no me encuentro preparado, al menos así lo considero yo, pero mi esposa dice que me vaya, que ya que me he inscrito que participe, que lo voy a pasar bien. Al final, a regañadientes, me marcho. Apenas llovía, pero daban mucha agua para esa mañana. Nos íbamos a mojar.
Con todo, con dudas, con amenaza de agua, marcho para Malpartida de Plasencia, con los compañeros Jorge, Eloy y Antonio. El viaje, corto, se hace ameno, charlando, y sin querer, sin darnos cuenta, ya estamos en la población malpartideña. Apenas hay ambiente de carrera. Hemos llegado muy temprano, así que algunos quieren apagar su necesidad de un café. Y desde el bar, vemos que llegan los autobuses que traen a los participantes desde el lugar de meta, Villarreal de San Carlos. Al poco se incorporan Alberto, Santi y Maricruz. Ya estamos los siete miembros del C.D. NAVALMARATON que vamos a enfrentarnos a la distancia.
De ahí nos vamos al pabellón, a cambiarnos, a prepararnos, a hacer las visitas de rigor al servicio, cremas, calentamientos, fotos, y asaltan las primeras dudas, tras echar una ojeada al cielo, totalmente encapotado: malla corta o calzona, camiseta de tirantes o de manga corta, gorra o gafas. El tiempo está nublado, amenaza agua, pero la temperatura es ideal. Al final me quedo en calzonas y tirantes. Y ya nos vamos para el arco de salida.
Somos unos ciento ochenta corredores los que nos hemos presentado a esta convocatoria, menos que en otras ocasiones, una carrera que siempre ha cerrado el plazo de inscripciones antes de tiempo, pero ya ha habido gente que ha cambiado su calendario debido a que no se esperaba que se celebrara. Pero, en fin, ahí estamos los que estamos, dispuestos a correr. La tranquilidad va llegando a mi cuerpo, a mi mente. Mi único objetivo es el de terminar la prueba, no hay tiempo, no hay objetivo más allá que el de cruzar la línea de meta. Bajar de 1:40 sería un éxito.
Dan el pistoletazo de salida, y afronto la salida, en descenso, con tranquilidad, no quiero cebarme, solo quiero que las piernas se vayan calentando, que el cuerpo vaya encontrando sensaciones. El primer millar de metros lo hago en 4:21, lento, pero va bien la cosa, voy tranquilo.
Poco a poco voy pasando a algunos corredores, otros me pasan, me voy posicionando. En el primer kilómetro se ven a los que van delante, con Jorge Campos dominando desde el principio. La carrera se empieza a estirar. Con los pocos participantes que hay pronto iremos en fila de a uno. Salimos del pueblo, afrontamos la carretera, estrecha, sinuosa, que nos llevará la vía principal la que lleva hasta el Parque de Monfragüe. Hay dos grupos de corredores delante de mí, yo voy a unos metros, y no sé si será por mi propio ritmo, o porque decrece el de los que me preceden, los alcanzo, me posiciono al frente del primer grupo y voy a por los del grupo delantero. En esta vía hay subidas, en las que me retengo, bajadas en las que me dejo llevar y pocos tramos llanos, lo que va a ser una constante en toda la carrera.
En las subidas me pasan algunos corredores, que, posteriormente, los sobrepaso. Pero una pareja del Atletas Populares de Plasencia, que antes había pasado, se colocan a mi lado y se empiezan a marchar. Han encontrado su ritmo. Yo no miro el reloj, voy simplemente corriendo hacia delante, sin más. Paso por el kilómetro 5, primer avituallamiento, botella de agua, dos tragos, y a seguir corriendo. Las nubes se portan y no nos regalan su acuoso contenido. Se acaba este tramo, salimos a la carretera principal, paso por el Restaurante, por el Camping, bajo el puente de la autovía, y ahí está el kilómetro 7, el primer tercio de carrera, lo hago en 31 minutos. Muy buen paso, a este ritmo lo haré en 1:33 ó 1:34 al final.
Ahora me enfrento al segundo tercio, en el que suelo relajarme un poco, y empiezan las largas rectas, que se ven ascendentes, los corredores ya vamos en hilera, uno detrás de otro, siento que detrás de mí no oigo pasos, pero no miro para atrás, sigo solo delante. Voy pasando kilómetros, cada vez queda menos para llegar a la meta. En la lejanía se ven corredores que te van marcando el relieve de la prueba. En mis tiempos buenos yo debería ir a esa altura, pero esta vez estoy jugando en otra liga. Hay que luchar con lo que hay.
Por delante veo a un chaval de azul, de Torrejoncillo,
al que cada zancada lo tengo más cerca. Paso por el kilómetro 10, al final de una larga subida, con poco desnivel, pero muy larga, que va cargando las extremidades. Paso por el kilómetro 11 y le alcanzo, vamos a estar unos metros juntos. En las subidas él se marcha un poco, quizás por mi falta de confianza, quizás por mi respeto a esta mi primera prueba de Medio Maratón en tanto tiempo. Pero en las bajadas y en los tramos más o menos planos, le alcanzo con facilidad. Cada moto que me ofrece agua la cojo, toda ayuda va a ser poca.
Entablamos una pequeña conversación, nos conocemos un poco, y seguimos avanzando, por delante divisamos a un compañero de mi acompañante, que va teniendo problemas musculares. Piden ayuda a una de las motos de apoyo, y en ese momento que ellos se paran, yo decido seguir adelante. Ya no hay que mirar para atrás, solo buscando el arco de meta. Paso por el kilómetro 14, segundo tercio, 1:03:37, si mejoro el último tercio, bajare de 1:35, sino lo sobrepasaré. A ver qué ocurre. Cojo el gel que llevo y me lo tomo, en unos metros beberé agua y quitaré esa sensación pegajosa que te queda en el paladar. Me quedo con el envase en la mano, para no tirarlo al suelo, esperando que pase una de las motos de apoyo, para dárselo. Pero los metros pasan, y no se acerca nadie, y con la sensación de pegajosidad en las manos, decido desprenderme de él. Paso por el kilómetro 15 y ahí no hay avituallamiento. Comienza una larga bajada que nos llevará a la subida que va a determinar el estado de forma de todos, la que decidirá quienes saldrán victoriosos y quienes sufrirán. Y ahí está el avituallamiento, en la hondonada que hace la carretera, antes del kilómetro 16. Botella de agua, dos tragos y a comenzar la subida.
Cuesta larga, que empieza pronunciada, curvas que esconden lo que viene después, nueva subida, larga, tendida, las curvas permiten divisar, a lo lejos, lo que aún queda. Llegamos casi al kilómetro 18. He alcanzado a un corredor de amarillo, pero es alcanzarle y parece activarse, porque se marcha. Por detrás se me acerca un corredor, de negro, con pelo cano, que se engancha a mí. O sea, no derroto al de amarillo, y tengo a otro que me puede ganar. Al fondo, adivino la figura de Maricruz. Quizás la pueda alcanzar.
Empieza lo
que en teoría es una bajada, pero no se nota, es más bien un falso llano, con algunos tramos hacia abajo. No se ve nada del final. Paso por el cruce con la carretera del Embalse de Torrejón, y ahí ya se nota el descenso de verdad. Unos cien metros más, curva a la derecha, y se ve la zona de meta, con el arco. Paso por el kilómetro 20 en 1:30:07, el de amarillo entre Maricruz y yo, por detrás no viene nadie. Voy solo, ¿los alcanzaré o no?. Hay que seguir hacia abajo. Me parece demasiado largo el último kilómetro, a simple vista, pero cuando menos te lo esperas ya estás en la última recta, antes de llegar a la subida de meta. No parece que vaya a alcanzar a ninguno de los dos.
Curva a la izquierda, y una subida, repentina, durísima, de apenas 50 metros, pone fin al kilómetro 21, y te enfrenta a los últimos noventa y siete metros, que siguen siendo en subida, pero comparado con estos metros anteriores, parecen hasta en descenso. El que viste con el traje amarillo, adelanta a Maricruz, después entra ella, y, finalmente, en 1:34:50, lo hago yo. Levanto los brazos, me santiguo, dedico la llegada a mi padre. Para mí esta llegada es, quizás, una de las más importantes en mucho tiempo. Significa mi vuelta a mi distancia fetiche, en la que yo siempre me he desenvuelto bien, y significa el retorno al mundo de las carreras. Al final, puesto 71º de un total de 172 llegados a meta.
A partir
de este momento, todo debe enfrentarse a un período de mejoras, de mejores sensaciones, de saber disfrutar en carrera, de saber pelear, de tener confianza, de demostrarme que todo lo anterior ha servido para algo. Si he conseguido reponerme de mis problemas, de una larga recuperación, ahora se abre ante mí un nuevo panorama, un nuevo horizonte de retos por lograr.
Por lo pronto, he culminado mi medio maratón número 65, con una marca, para mí, algo discreta, pero que encierra el valor de algo que hace unos meses parecía completamente inalcanzable, ahora hay que seguir.
Tras terminar, a las duchas, y después con los compañeros a compartir unas cervezas, punto final de una carrera, como es norma habitual.
Por cierto, Jorge Campos, brillante vencedor, por tercera ocasión de la prueba, mientras que Maricruz, en su debut, subcampeona. Felicidades a los dos, y a los demás compañeros, felicitarles igualmente, porque se comportaron en la carrera, con muy buenas marcas.
Ahora, no tengo claro el calendario, y es que temas familiares me condicionan un poco las pruebas en las que puedo participar, según se vaya aclarando el panorama iré tomando las decisiones. Ya no hay que parar.
Durante la semana, entrenamientos, buenos a principios de semana, y según iban pasando los días, las dudas, los agobios, empezaban a surgir, en mi cuerpo, en mi cabeza. Ya me planteaba sino había sido demasiado decidido, por haberme lanzado a esta aventura tan pronto, con apenas dos meses seguidos de entrenamiento.
El sábado, la cabeza daba vueltas sobre el mismo asunto, si iba a participar, si no iba a ir. Rondando todo el santo día la misma obsesión. Por la tarde, desplazamiento con la familia a Talavera, y a ver la película de “UN MONSTRUO VIENE A VERME”, una gran película, con un gran mensaje.
Llegada a casa, a la cama, y me acosté con la decisión de no acudir, aunque poniendo el radio reloj. Suena el despertador y sigo firme en mi intención de no ir, no me encuentro preparado, al menos así lo considero yo, pero mi esposa dice que me vaya, que ya que me he inscrito que participe, que lo voy a pasar bien. Al final, a regañadientes, me marcho. Apenas llovía, pero daban mucha agua para esa mañana. Nos íbamos a mojar.
En el Pabellón, antes de comenzar |
De ahí nos vamos al pabellón, a cambiarnos, a prepararnos, a hacer las visitas de rigor al servicio, cremas, calentamientos, fotos, y asaltan las primeras dudas, tras echar una ojeada al cielo, totalmente encapotado: malla corta o calzona, camiseta de tirantes o de manga corta, gorra o gafas. El tiempo está nublado, amenaza agua, pero la temperatura es ideal. Al final me quedo en calzonas y tirantes. Y ya nos vamos para el arco de salida.
Somos unos ciento ochenta corredores los que nos hemos presentado a esta convocatoria, menos que en otras ocasiones, una carrera que siempre ha cerrado el plazo de inscripciones antes de tiempo, pero ya ha habido gente que ha cambiado su calendario debido a que no se esperaba que se celebrara. Pero, en fin, ahí estamos los que estamos, dispuestos a correr. La tranquilidad va llegando a mi cuerpo, a mi mente. Mi único objetivo es el de terminar la prueba, no hay tiempo, no hay objetivo más allá que el de cruzar la línea de meta. Bajar de 1:40 sería un éxito.
Dan el pistoletazo de salida, y afronto la salida, en descenso, con tranquilidad, no quiero cebarme, solo quiero que las piernas se vayan calentando, que el cuerpo vaya encontrando sensaciones. El primer millar de metros lo hago en 4:21, lento, pero va bien la cosa, voy tranquilo.
Con Manolo Hernández |
En las subidas me pasan algunos corredores, que, posteriormente, los sobrepaso. Pero una pareja del Atletas Populares de Plasencia, que antes había pasado, se colocan a mi lado y se empiezan a marchar. Han encontrado su ritmo. Yo no miro el reloj, voy simplemente corriendo hacia delante, sin más. Paso por el kilómetro 5, primer avituallamiento, botella de agua, dos tragos, y a seguir corriendo. Las nubes se portan y no nos regalan su acuoso contenido. Se acaba este tramo, salimos a la carretera principal, paso por el Restaurante, por el Camping, bajo el puente de la autovía, y ahí está el kilómetro 7, el primer tercio de carrera, lo hago en 31 minutos. Muy buen paso, a este ritmo lo haré en 1:33 ó 1:34 al final.
Ahora me enfrento al segundo tercio, en el que suelo relajarme un poco, y empiezan las largas rectas, que se ven ascendentes, los corredores ya vamos en hilera, uno detrás de otro, siento que detrás de mí no oigo pasos, pero no miro para atrás, sigo solo delante. Voy pasando kilómetros, cada vez queda menos para llegar a la meta. En la lejanía se ven corredores que te van marcando el relieve de la prueba. En mis tiempos buenos yo debería ir a esa altura, pero esta vez estoy jugando en otra liga. Hay que luchar con lo que hay.
Por delante veo a un chaval de azul, de Torrejoncillo,
Una sonrisa a la cámara |
Entablamos una pequeña conversación, nos conocemos un poco, y seguimos avanzando, por delante divisamos a un compañero de mi acompañante, que va teniendo problemas musculares. Piden ayuda a una de las motos de apoyo, y en ese momento que ellos se paran, yo decido seguir adelante. Ya no hay que mirar para atrás, solo buscando el arco de meta. Paso por el kilómetro 14, segundo tercio, 1:03:37, si mejoro el último tercio, bajare de 1:35, sino lo sobrepasaré. A ver qué ocurre. Cojo el gel que llevo y me lo tomo, en unos metros beberé agua y quitaré esa sensación pegajosa que te queda en el paladar. Me quedo con el envase en la mano, para no tirarlo al suelo, esperando que pase una de las motos de apoyo, para dárselo. Pero los metros pasan, y no se acerca nadie, y con la sensación de pegajosidad en las manos, decido desprenderme de él. Paso por el kilómetro 15 y ahí no hay avituallamiento. Comienza una larga bajada que nos llevará a la subida que va a determinar el estado de forma de todos, la que decidirá quienes saldrán victoriosos y quienes sufrirán. Y ahí está el avituallamiento, en la hondonada que hace la carretera, antes del kilómetro 16. Botella de agua, dos tragos y a comenzar la subida.
Cuesta larga, que empieza pronunciada, curvas que esconden lo que viene después, nueva subida, larga, tendida, las curvas permiten divisar, a lo lejos, lo que aún queda. Llegamos casi al kilómetro 18. He alcanzado a un corredor de amarillo, pero es alcanzarle y parece activarse, porque se marcha. Por detrás se me acerca un corredor, de negro, con pelo cano, que se engancha a mí. O sea, no derroto al de amarillo, y tengo a otro que me puede ganar. Al fondo, adivino la figura de Maricruz. Quizás la pueda alcanzar.
Empieza lo
que en teoría es una bajada, pero no se nota, es más bien un falso llano, con algunos tramos hacia abajo. No se ve nada del final. Paso por el cruce con la carretera del Embalse de Torrejón, y ahí ya se nota el descenso de verdad. Unos cien metros más, curva a la derecha, y se ve la zona de meta, con el arco. Paso por el kilómetro 20 en 1:30:07, el de amarillo entre Maricruz y yo, por detrás no viene nadie. Voy solo, ¿los alcanzaré o no?. Hay que seguir hacia abajo. Me parece demasiado largo el último kilómetro, a simple vista, pero cuando menos te lo esperas ya estás en la última recta, antes de llegar a la subida de meta. No parece que vaya a alcanzar a ninguno de los dos.
Curva a la izquierda, y una subida, repentina, durísima, de apenas 50 metros, pone fin al kilómetro 21, y te enfrenta a los últimos noventa y siete metros, que siguen siendo en subida, pero comparado con estos metros anteriores, parecen hasta en descenso. El que viste con el traje amarillo, adelanta a Maricruz, después entra ella, y, finalmente, en 1:34:50, lo hago yo. Levanto los brazos, me santiguo, dedico la llegada a mi padre. Para mí esta llegada es, quizás, una de las más importantes en mucho tiempo. Significa mi vuelta a mi distancia fetiche, en la que yo siempre me he desenvuelto bien, y significa el retorno al mundo de las carreras. Al final, puesto 71º de un total de 172 llegados a meta.
A partir
De vuelta a casa |
Por lo pronto, he culminado mi medio maratón número 65, con una marca, para mí, algo discreta, pero que encierra el valor de algo que hace unos meses parecía completamente inalcanzable, ahora hay que seguir.
Tras terminar, a las duchas, y después con los compañeros a compartir unas cervezas, punto final de una carrera, como es norma habitual.
Por cierto, Jorge Campos, brillante vencedor, por tercera ocasión de la prueba, mientras que Maricruz, en su debut, subcampeona. Felicidades a los dos, y a los demás compañeros, felicitarles igualmente, porque se comportaron en la carrera, con muy buenas marcas.
Ahora, no tengo claro el calendario, y es que temas familiares me condicionan un poco las pruebas en las que puedo participar, según se vaya aclarando el panorama iré tomando las decisiones. Ya no hay que parar.
Siguiendo con lo recogido en la anterior crónica, voy a seguir subiendo canciones que me suelen acompañar en mis entrenamientos. En esta ocasión, una canción que reúne a dos de los más grandes que hay actualmente en el panorama nacional, Carlos Goñi, de Revolver, y Enrique Bunbury, cantando la, para mí, gran canción “FARO DE LISBOA”. Excelente historia, excelentes voces. Pinchad en este enlace, para disfrutar de la misma.
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