martes, 18 de junio de 2019

IX MEDIO MARATON DE LA NATURALEZA

Los cuatro de Navalmaraton en Hoyos del Espino
Granada fue la última etapa que había realizado casi al final de la temporada. Una temporada que ha sido algo larga, con ritmo algo más lento, y que ha quedado condicionada por las molestias en el piramidal, que desde abril me ha hecho parar más que entrenar. 
Poco a poco pude salir a correr un poco, a hacer algunos entrenamientos largos, y con ese botín en el cuerpo, decidí inscribirme a la novena edición del Medio Maratón de la Naturaleza, que tenía lugar en la población abulense de Hoyos del Espino. 
Dos características definen esta prueba; por una parte, la altitud, ya que estamos hablando de una carrera a 1.500 metros de altitud, que para los corredores que entrenamos a muchísima menos altitud, se nota; y por otra parte, que era una carrera exigente, por pistas, pero por montaña. Aún así, decían que era más asequible que otras citas de montaña. 
Así que, al final, conseguí convencer a mis compañeros Luis y Andrés, y allí nos esperaría Berna. Además, la temperatura, se preveía fresca, lo cual ya era un aliciente, máxime para mí, que el calor me machaca bastante. 
El sábado amaneció, y a eso de las ocho, nos encaminamos para la carrera. Tras salvar el Puerto del Pico, con sus curvas, llegamos a Hoyos. La mañana era fresca, aunque con el sol luciendo con intensidad. Recogimos el dorsal y la camiseta que daban al principio, teniendo que esperar bastante tiempo, para una prueba con casi cuatrocientos inscritos, y es que solo había dos personas para atender a todos los corredores. Aún así, recogimos y nos fuimos para el coche a cambiarnos. 
Una foto previa de los cuatro corredores del club, y nos fuimos para la zona de salida, calentando un poco. A las diez y media estamos los corredores apostados cerca del arco de salida, esperando a que el speaker dé la salida. Y al final, con algo de retraso, arranca la carrera. La salida es cuesta arriba, por lo que hay que templar un poco los ánimos. El asfalto se agarra a las piernas, así que no me fuerzo mucho. Giro a la izquierda, seguimos subiendo, hasta que ya, cuando llevamos más de medio kilómetro, el terreno mira para abajo. El camino, de tierra, está bastante bacheado, con piedras sueltas, y al haber tantos corredores juntos, aún, me tomo con cautela el descenso. Andrés de marcha por delante, y Berna, lo hizo desde la salida. Hasta el segundo kilómetro, todo va en descenso, y hemos llegado a un tramo más fácil de correr. 
Noto un poco cargadas las piernas, será, quizás, por la altitud. Salimos, nuevamente, al asfalto, y a la izquierda se ve una alfombra de paso, con un cartel que dice “El Reto”. Más adelante, el punto del kilómetro 20. Por allí llegaremos dentro de un buen rato. Ahora vamos, por asfalto, por una zona de toboganes, hasta el cuarto kilómetro, en el que dejaremos la carretera, y nos meteremos por un camino. Sigo avanzando. Andrés, lo tengo a la vista. 
Nos metemos, entre pinares, por una zona con mucha tierra, y con polvo, que levantan los corredores que van delante. Al final de este tramo, está el quinto kilómetro, y allí el avituallamiento líquido. Cojo una botella de agua, pego dos tragos, y a seguir corriendo. Cuando el sol da, se nota el calor, pero en las sombras, con la brisa de la mañana, se diría que hace hasta frío. 
Y ahora empieza el primer tramo exigente de la carrera, un par de kilómetros en continuo ascenso, que se va clavando en las piernas, que a mí me cuesta, corredores me pasan, y yo intento no pararme, seguir corriendo. Es un paraje de gran belleza, y llegamos al primer paso de agua. Con poca pericia, salvo la corriente, poca, por otra parte. Y vuelta a subir, a seguir acortando el paso, a exigir más al cuerpo. Pero antes de llegar a pasar por el primer tercio de carrera, echo el pie a tierra. En una curva no doy más, y me pongo a andar un poco. Pero, enseguida, vuelvo a correr. Paso el séptimo kilómetro, en treinta y seis minutos, para acabar, a este ritmo, por debajo de la hora y cincuenta minutos, ya veremos a ver. 
Desde este momento, corro por una zona, nuevamente, de toboganes, aunque casi siempre apuntando hacia arriba. Cuando bajamos me acerco a mis predecesores, cuando subimos, se me marchan, esta va a ser la rutina de toda la carrera. Un corredor me advierte que queda el tramo del diez al trece, que es el más duro de la carrera, además del último kilómetro. Digo que ese último es el que menos me importa. 
Perfil de la carrera
Poco a poco, bajando, recuperando, me voy acercando al kilómetro diez. Pasamos cerca de un campamento, y por un puente, por encima del río Tormes, donde están un grupo de niños que nos están animando. Estamos otra vez en asfalto. Salgo de la tierra, cojo un poco de asfalto, allí está el décimo kilómetro, y el avituallamiento, dos nuevos tragos de agua, me mojo el cuello, y a seguir. Empieza el tramo más complicado. Y empieza a mirar para arriba. Decido tirar de mi primer gel, con la idea de aguantar lo mejor posible. Y la verdad, no sé si es por efecto del gel, o de sugestión, empiezo a ir más ligero. Es una subida, larga, pero tendida, con algún pequeño descanso. Voy bastante bien, acercándome a corredores que llevo viendo toda la carrera por delante. Paso el once, dejo atrás el doce, un giro a la izquierda, miro el reloj, llevo 12,4 kilómetros, y se presenta una nueva cuesta, las piernas empiezan a decir que es mucho esfuerzo. Delante veo un grupo, ojalá lo alcanzara. Pero, al final, me detengo, apenas quedan trescientos metros para llegar al fatídico kilómetro 13. Vuelvo a correr, lo supero. Bueno, teóricamente, toca recuperar. Pero no es verdad, estamos en el asfalto, dando el sol, castigando un poco, y la carretera sigue empinándose. 
Me vuelvo a parar, quizás esta carrera puede ser mucho para mí. Pero vuelvo, enseguida, a correr, y es que el kilómetro 14, es el punto más alto de la carrera. Miro al reloj, 1:14:21, voy por encima de la hora y cincuenta y dos minutos. Comienzo el descenso hacia Navarredonda de Gredos, por asfalto. Un pequeño tramo de tierra, y vuelvo a coger asfalto, dirección ya a Hoyos del Espino. En este tramo, por asfalto, y en llano o descenso, empiezo a correr mejor, y voy alcanzando gente. 
Me pongo a la altura de una chica, y la digo que se ponga detrás de mí, y me aguanta, adelantamos a otra corredora, que va con varios compañeros. Llego al avituallamiento del quince, cojo el agua, dos nuevos tragos, otra vez el líquido elemento por el cuello y la cara, y cuando me quiero dar cuenta, voy solo, he dejado a la chica atrás. Por delante veo que Andrés está más cerca, así que, ahora, en pleno descenso, no cejo y sigo corriendo. Una vez sobrepasado el kilómetro dieciséis, lo consigo dar alcance. Estamos juntos hasta el diecisiete, donde hay una bajada muy brusca, y con mucha piedra, en la que yo me retengo un poco. Una vez que volvemos a salir al asfalto, en descenso, me voy alejando de él. 
Ahora queda ir buscando el recuperar un poco, para afrontar el último kilómetro, punto caliente de la carrera. Voy corriendo bien, entre sombras, por asfalto, buscando que caigan los últimos kilómetros. Al final, aparece el kilómetro 19. Ya queda menos. Me tomo el otro gel que llevo, buscando encontrar las fuerzas para afrontar estos últimos metros. Pero no hay agua, y la boca se me queda bastante seca, necesito beber, y ya no hay más avituallamientos. Llego a la altura del camping, y un hombre que va con su niño, le pregunto si tiene agua, y me da una botella, tomo dos tragos, que me sientan fenomenal, y sigo. En este punto la carretera mira hacia arriba, y decido dar unos pasos, antes de llegar.
Al final aparece el kilómetro 20, y allí está la alfombra, con el cartel de “El Reto”, un último tramo de mil doscientos metros, que se cronometra por separado, y se da un premio al mejor de cada sexo en este trayecto. El responsable del control, dice que son dos repechos, y el resto se hace bien. 
Entro, una curva de casi ciento ochenta grados, por un terreno pedregoso, nueva curva, y las piernas dicen que no hay más, que hay que empezar a andar, y eso es lo que hago, pero es que todos los que van a mi lado, van igual, andando, trotan, andan, y así hacemos todos. Intento ponerme a correr, pero ya no tengo más reservas, van a ser largos estos últimos metros. 
El camino es estrecho, la gente animando, y ya se adivina el final del suplicio, se ve el giro a la derecha. Y ahora, empiezo, nuevamente a correr. Coroné. Solo falta el último tramo, en descenso hacia la meta. Lo que subimos al principio, ahora lo bajamos. 
Adelanto a un par de corredores, que se paran a entrar con sus hijos. Cruzo la meta en 1:52:04. Culminé una carrera dura, exigente, y con una forma física que no está a tope, lo que la convierte en más dura, si cabe. 
Llegando a meta
En menos de un minuto, llega Andrés. Habrá que esperar algo más a que llegue Luis. Berna, entró mucho antes, en 1:36. 
Después de darnos la bolsa del corredor, nos marchamos a tomarnos unas merecidas cervezas, y tras cambiarnos en el coche, volvemos para comer, y es que desde la organización dan comida a los corredores y a los acompañantes. Tras tomar un café, bajamos ya para Navalmoral, y es que por la noche tuvimos la Asamblea General y Cena de fin de temporada del Club. 
En cuanto a la carrera, es más exigente de lo que en un principio parecía, pero, en general, se puede correr. Con una forma física mejor, la marca se baja. Los paisajes, las pistas, por las que discurre la prueba la hacen muy atractiva. Aún siendo junio, en esta zona, la temperatura siempre es más agradable que por nuestro pueblo. 
El único pero que le pongo a la carrera, la falta de un avituallamiento en el kilómetro dieciocho o diecinueve, antes de afrontar el reto, todos hubiésemos tirado de él. 
Y en cuanto a mí, doy por finalizada la temporada, con noventa y seis medios maratones, ahora toca descansar, para recuperar un poco las piernas y el piramidal, y en el mes de julio, empezar, poco a poco, a correr, para llegar al mes de septiembre, para afrontar las últimas cuatro pruebas de medio maratón que me conducirán, si todo va bien, hasta el número cien en Navalmoral de la Mata, el día 17 de noviembre. 
Para finalizar esta crónica os dejo la canción “DE TODO EL MUNDO”, de Enrique Bunbury, ex vocalista de los Héroes del Silencio.

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