Tercera media en cuatro semanas, y el cuerpo ya no está para muchas alegrías. De todas las formas, después de Leon, había descansado cinco días, y parece que los problemas de la rodilla derecha habían disminuido. Pero el hecho de tener que acumular, por circunstancias, tres días seguidos de entrenamiento, me hizo que las piernas parecieran bloques de hormigón, imposibles de mover, por lo que las manos del fisioterapeuta tuvieron que trabajar duro el martes, y las dejaron bastante bien. Un par de días de entrenamiento, el jueves y el viernes, daban una sensación de mejoría.
La capital de esta España nuestra, Madrid, nos recibió con una mañana ideal para la práctica del atletismo, día nublado, once grados de temperatura a las nueve de la mañana, y nada menos que 14.000 participantes esperando en la línea de salida, una auténtica barbaridad, porque si uno se para a pensar lo que significa esa cantidad, estamos hablando de más de 140 personas pasando cada minuto por la línea de meta.
Si además, a estos esforzados, unimos todos aquellos que se apostan en la salida, sin dorsal, sin haber hecho la inscripción, fácilmente estaríamos hablando de 15.000 personas dentro del Parque del Retiro para la carrera. Estas personas pueden constituir un auténtico problema en carrera, ya que algunos de ellos quieren además hacer la carrera completa, cruzando la línea de meta, lo cual ya es mucha cara, pero es que los miembros de la organización, que no dudan en abalanzarse sobre el pirata, puede llegar a perjudicar a quien está correctamente inscrito. Pero en fin, con todas estas circunstancias estábamos en la salida.
Antes de comenzar la prueba, se guardó un minuto de silencio por el atleta Alberto Ceballos, quien falleció el pasado año, justo cuando cruzó la línea de meta de esta prueba, leyéndose una carta, remitida por una corredora que llegó a la misma vez que el finado.