jueves, 23 de junio de 2011

EL PACTO DEL EURO

Las manifestaciones del llamado movimiento 15-M, que tuvieron lugar el domingo 19 de junio, en muchas de las principales ciudades de este país, y en alguna que otra de Europa, han tenido como eje de sus protestas el llamado PACTO DEL EURO, que los prebostes de Europa quieren aprobar el próximo día 27 de junio.
Este pacto, evidentemente, es la mejor manera de hundir más aún a los ciudadanos, a base de recortes, ajustes, moderación salarial, flexibilidad laboral y pérdida de derechos, en aras de un supuesto crecimiento que, de conseguirse, beneficiará principalmente a los que son, en buena parte, los propios responsables de la crisis. Es difícil de entender cómo unas medidas de semejante calado, y que afectarán a unos 330 millones de personas, pueden adoptarse sin la convocatoria de un referéndum.
Ya hay varios países intervenidos, Irlanda, Grecia, Portugal, y el país heleno parece ser que va sufrir una segunda intervención. El nivel de sacrificio exigido a la población torna ya lo insoportable en una Europa que hasta hace pocas fechas, se llamaba social.
Se ataca el sistema de pensiones, el sistema sanitario sufre las iras de los recortes, se dice que el déficit público debe reducirse, con lo que se aminora la inversión pública drásticamente e, incluso, si puede ser, desaparece; y se apunta, aunque de forma velada ahora, a la privatización de estos dos sectores que son la base y la referencia del sistema social, y nuestro gobierno, de ¿izquierdas?, apoya este pacto. 
Lo que está claro es que esta Europa, que por voluntad de sus ciudadanos ha girado a la llamada derecha, porque la izquierda que se anhela no existe, y con los dirigentes que manejan la situación, se está convirtiendo en una Europa que exige todos los sacrificios a la población, a los trabajadores, pero parece olvidarse de los grandes y únicos culpables de la mayor crisis económica que ha conocido hasta la fecha el llamado mundo desarrollado, los bancos, los mercados financieros y los especuladores, que con sus ansias de obtener más y más beneficios, en el plazo más corto posible, han forzado la maquinaria económica hasta que la han roto, y lo verdaderamente grave, lo insultante, es que todos los estados han corrido a ayudarles, con dinero público, de todos los ciudadanos, porque si no, se hundían, y explosionaba el sistema. Así nos lo han vendido.
Y lo triste es que este dinero que dicen no se puede gastar en sanidad, educación, pensiones y subsidios, se ha gastado, se ha regalado, a los verdaderos responsables de esta difícil situación, que amparados en las clases políticas, marionetas de todos estos, han llenado el mundo de un dinero ficticio, que se ha vuelto contra ellos, cuando no se ha podido devolver, porque se ha prestado sin observar las mínimas garantías que deben tener todas las operaciones de préstamo. Claro, los señores banqueros no van a perder, porque nos venden que si no se mantiene el sistema financiero actual, el mundo se colapsa. Se ha generado una burbuja, que se ha ido inflando, inflando, apoyado en que los ricos se quedarían con todo aquello que los pobres no podrían hacerse cargo de ello, pero los pudientes tampoco han podido hacerse cargo de la cantidad de bienes que han axfisiado el mundo, y, claro, la burbuja ha estallado.
Les hemos dado el dinero de todos los ciudadanos, vamos a sacrificar la protección del Estado, con el fin de que la economía salga adelante, y resulta que no nos damos cuenta que solo va a valer para que las corporaciones bancarias nivelen sus cuentas, y sigan dando beneficios cada trimestre, riéndose de la gente, y guardándose el dinero, sin prestar, que en teoría es para lo que se les dio. Aunque sí se lo prestamos a los equipos de fútbol para que contraten a una megaestrella, y se gasten cientos de millones de euros en patrocinar a equipos de Formula 1, o similares. Y si no hay dinero, ¿cómo lo pueden gastar así?
Pero claro, uno se pone a pensar y puede llegar a opinar que en vez de dar el dinero a esta panda de provocadores, ese dinero se podía haber hecho llegar a aquellos a los que los bancos cerraron el grifo, los autónomos y empresas, que se han visto inmersos en una falta de liquidez asfixiante, motivado por la negativa de apoyo económico, lo que ha forzado la falta de actividad, la menor oferta, y ante esta situación, han tenido que prescindir de trabajadores, que han dejado, evidentemente, de consumir, provocando que otras empresas cayeran, y así unas detrás de otras, como piezas de dominó.
Pero, claro, estos “pobrecitos”, los bancos, no pueden pagar sus errores, somos los ciudadanos, que hemos “provocado” esta situación, los que debemos apechugar con las consecuencias.
Y es que hasta hace poco entrabas en un banco a actualizar la cuenta corriente, y salías con un préstamo para irte de vacaciones o cambiar de coche.
Y ahora nos “venden” que están ayudando a los países que lo necesitan, y lo llaman RESCATE, pero eso es mentira, lo que están haciendo es aplicar en ellos las medidas que quieren imponer en toda Europa, a cambio de que se pueda mantener su debilitada economía, siempre a cambio de fuertes medidas, y de cargarse el estado del bienestar, el eje de la sociedad del mundo occidental, lo que miles y miles de personas, durante generaciones pelearon, e, incluso, algunos dieron su vida; en estos momentos duros se lo quieren cargar unos tecnócratas amargados, remilgados, que no ven más allá de sus ombligos y de sus carteras e intereses, y prefieren ahogar a la sociedad, antes que perder sus privilegios.
Lo que está claro, es que estos “rescates” son una puñalada al estado del bienestar, a una organización basada en la ayuda a las clases más desfavorecidas, intentando conseguir que los que más tienen contribuyesen más, porque sus beneficios se obtienen siempre a costa de los demás. Las medidas que se aprueban atacan a la base fundamental de la sociedad, a todos aquellos que perciben un sueldo, los que reciben una pensión, y repercute severamente en aquellos que tienen contratado un crédito, la mayoría de los ciudadanos.
No hay que mirar mucho más allá, para darse cuenta que si la inversión pública desciende, o no existe, la calidad de vida también cae, por cuanto el empleo que se puede crear por la obra pública desaparecer, no hay ingresos, esto lleva a una reducción drástica del gasto, tanto del ciudadano, como de las empresas que deberían adquirir bienes y servicios de otras empresas, que ante la demanda, deberían emplear más personas, con lo que el consumo iría creciendo, como puede ser en bienes de consumo, en viajes, traslados, comidas. Es decir, se dejan de crear tanto empleos directos como indirectos, y con ello el consumo deja de existir.
Por otra parte, si las pensiones y los sueldos se recortan, el gasto se reduce considerablemente, porque el propio ciudadano, ante la perspectiva de una nueva reducción, con temor, porque la ve cercana, empieza a retraer todo el gasto, intentando ahorrar lo que puede. Pero este ahorro tampoco se puede generar, por cuanto los servicios fundamentales, empujados por la subida de los impuestos, son más caros. Si no hay dinero ahorrado, los bancos tampoco pueden generar más fondos, y así favorecer la circulación de dinero, a través de los préstamos o las inversiones.
Pero donde se produce el gran asalto a los derechos conseguidos por la ciudadanía, es, sin duda, en los pretendidos recortes de los gastos en educación y sanidad. Si se recortan los gastos en educación, derecho reconocido en la Constitución de cualquier país “desarrollado”, se convertirá en un artículo de lujo y muchas familias renunciarán a esta posibilidad, con lo que la sociedad, reducirá su nivel cultural de manera alarmante, y esta se empezará a aborregar, y volveremos a los tiempos antiguos, en los que las clases poderosas dominaban a las masas, por la falta de educación. Ejemplo de esta situación se vive en los países islamistas, donde tan solo hay una educación, la religiosa, y el ciudadano no ve mucho más allá de un dios, no conociendo la cultura, que es lo que da fuerza a una sociedad.
En cuanto a la sanidad, la reducción de inversión en la misma, va a favorecer el crecimiento de la sanidad privada, lo que va a incidir en que haya dos tipos de personas, de primera, que pueden pagarse una consulta médica y una operación, y una de segunda, o de tercera, que no pudiendo costearse la sanidad, van a tener que esperar a su turno en una Sanidad pública totalmente desvirtuada, mal equipada, y con escasos profesionales, convirtiendo las listas de espera en auténticos campos de exterminio, porque los usuarios se convertirán en números, y aquellos que realmente lo necesiten irán abandonando en el camino, sin que les haya llegado su vez.
Europa cabalga, cual caballo desbocado, hacia una nueva sociedad, la del pudiente, donde todo se compra con dinero, ya no vale para nada aquella premisa fundamental de la contribución de todos, en función de su capacidad, para conseguir servicios para todos. Todo es privatizable, ya lo público no interesa. El valor de la persona es el de una mercancía.
Portugal, Irlanda y Grecia, sufren, sus economías no crecerán, porque han sido intervenidos, pero los bancos hacen negocio, ingresando ingentes cantidades, y los países pierden, aniquilan su estado de bienestar, para llenar la barriga del ansioso banquero. Porque estas ayudas se han dado con intereses, y estos tienen un coste, que va a estrangular la capacidad de desarrollo de los estados, ya que su único afán va a ser recaudar para pagar las deudas, no habiendo dinero para el desarrollo.
Después, mucho me temo, nos tocará a nosotros, aunque haya mensajes que eso no es posible. También se decía que el mercado financiero español era muy robusto, y hoy en día, la mayoría de las cajas, cuyos Consejos de Administración están formados por políticos, ineptos, están en quiebra total y absoluta. O sea, no es que tengamos poco dinero, sino que no tenemos la seguridad que el mismo sea nuestro.
Ahora, eso sí, si una Caja de Ahorros o un banco desaparece, lo cual no parece extraño, y tú tienes un préstamo suscrito con esa Entidad, no desaparece la obligación de pagar el crédito, se lo debes al Estado, es decir, tú nunca ganas, el sector financiero nunca pierde.
En consecuencia, creíamos vivir en un sistema en el que el ciudadano, la sociedad, importaba, pero al primer problema, no causado por los individuos, los verdaderos responsables, bancos y especuladores, siguen en pie, y hacen que el Estado del Bienestar se tambalee, si no está ya en caída libre. Lo perderemos en meses, nos costará recuperarlo generaciones enteras.
Sin duda alguna, lo más triste de todo es que todas estas medidas se están tomando de espaldas al ciudadano, porque los políticos no son capaces de pedir la opinión a aquellos que les votaron, y que van a tener que cargar con todas las decisiones. Y es que tienen pavor a que ocurra lo mismo que ha ocurrido en Islandia, donde el pueblo se ha negado a que su gobierno pague los desbarajustes bancarios con dinero público, y, es más, van a llevar a sus gestores políticos ante la justicia.
Y ahora, el pueblo, la gente, la sociedad, empieza a moverse, quien sabe si hartos, cansados o desesperados, buscan decir al mundo, a la sociedad que esto tiene que cambiar, que debe haber una variación.
Esperemos que estos movimientos calen en la sociedad, y no sean solo los jóvenes los que estén en la calle, porque si es cierto que pueden ser los más afectados, no es menos cierto que padres de familias, y con ellos sus familias, están totalmente arruinados hoy y la para años venideros, porque confiaron en un sistema que les ha traicionado de la forma más vil, y les ha dejado caer.

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