El sábado 15 de septiembre, me embarqué en uno de esos autobuses que las centrales sindicales pusieron a disposición de quienes quisieron ir a Madrid, a la gran cumbre social, la manifestación que iba a recorrer las calles de la capital de España, para pedirle a Rajoy escuche de una vez la voz del pueblo, y se plantee el ataque inmisericorde, intencionado, arrogante, contra el llamado Estado del Bienestar. No íbamos acarreados como cierto diario de este país, que presume de tener en su nómina de colaboradores al “insigne” Sostres; íbamos en un confortable autobús, con aire acondicionado, radio, ruedas y hasta con asientos, fíjate tú.
Como todo gobierno que se precie, da igual de uno u otro signo, cuando alguien le plantea una manifestación, la primera es la de negar la mayor, y para eso, siempre tiran por tierra las cifras de participación, y así la señora Cifuentes, cifró la participación en unas sesenta y cinco mil personas. Eso no se lo cree ni ella, porque si esas cifras fuesen así, cuando yo he corrido alguna prueba por Madrid, como el Maratón, con salida en el Paseo de Recoletos, según las clasificaciones finales, cruzamos la meta un mínimo de diez mil, y ayer este paseo estaba completamente ocupado desde Cibeles hasta Colón, con los tres carriles totalmente atestados de personas, además de las calles Génova, Goya, Gran Vía, Paseo del Prado y adyacentes. Pero, en fin, es lo que toca.
Pero yendo a la manifestación en sí, uno se siente orgulloso de pertenecer a un pueblo que parece que ahora sí, ahora se empieza a mover; los había jóvenes, mayores, niños, hombres, mujeres, funcionarios, mecánicos, mineros, jubilados, es decir, todo el pueblo, o casi todo el pueblo, porque los hay ciegos de conveniencia, que ignoran todo lo que está ocurriendo, o aquellos que su principal ganancia está en la desgracia de las personas.
Durante tiempos pretéritos, todo el mundo ninguneaba a los sindicatos, las movilizaciones; nos afectaban las huelgas de otros, porque entorpecían nuestra vida, sin pararnos a reflexionar sobre las reivindicaciones del colectivo. Siempre se decía, por el hecho de recibir subvenciones, que las organizaciones sindicales, eran los paniaguados del Gobierno, y les dábamos la espalda.
Ahora, poco a poco, la maquinaria reivindicativa se está empezando a mover, porque no es un colectivo, un sector, es todo el pueblo el atacado, el vilipendiado, y sabemos que si nos unimos podemos conseguir lo que nos propongamos.
Empezamos a subir el Paseo del Prado, y no hacía más que incorporarse personas y personas, y apareció el primer incidente de cierta importancia, y es que cuatro personas que portaban una pancarta de la Plataforma 25-S, OCUPA EL CONGRESO, fueron requeridos por miembros de la Policía Nacional, para identificarse, y después de esto, les conminaron a retirar la misma, y al negarse, porque efectivamente, no estaban haciendo nada, fueron empujados y, al final, tirados al suelo, siendo introducidos en una furgoneta policial, ante la protesta de los presentes. Estamos volviendo a tiempos en los que manifestar un desacuerdo está mal visto, y hasta, si me apuras, perseguido.
Y es que el despliegue de fuerzas policiales en cualquier cruce, y a lo largo del recorrido fue intenso. Un gran despliegue de hombres y de dinero, que se antojó excesivo, visto como discurrió la marcha, que, desde mi punto de vista, fue una gran demostración de civismo.
Tras esto, proseguimos la marcha, dejando atrás la fuente de Neptuno, siguiendo hacia la Plaza de Cibeles. En este punto, se veía la marea ingente de personas que venía por la Gran Vía, que se unían en este punto. Bajo un intenso sol, miles, cientos de miles de personas, estaban allí, para demostrar su rechazo unánime a una política basada en el beneficio de los mercados financieros, ahogando el desarrollo de las personas. Recoletos se fue llenando, cada vez más, de personas y personas, con camisetas de todos los colores, con pancartas, más grandes, más pequeñas, con animación musical, todo para expresar el malestar.
En este momento, nos encontramos con un grupo llamado “LOS LUNES AL SOL DE TOLEDO”, que se han convertido en incómodos para el Gobierno de Cospedal, porque todos los lunes, enfrente del gobierno de la Comunidad, se manifiestan, y cada vez encuentran más adeptos, y es que está claro, que la gente empieza a darse cuenta que la unión hace la fuerza y porque, desgraciadamente, cada día hay más parados, más víctimas de esta política de recortes que está hundiendo el país.
Llegó un punto en que alcanzar la Plaza de Colón, se convirtió en imposible, debido a la cantidad de personas con la misma intención. Así que tras recuperarnos un poco de tanto tiempo estando en pie, repusimos fuerzas con un buen bocadillo, y cuando se fue despejando algo el camino conseguimos llegar al final, a Colón, observando cómo las calles que vertían a la plaza, estaban completamente llenas, colapsadas.
Tras esto, empezamos a bajar el Paseo de Recoletos, y allí nos encontramos con un grupo de mineros, que empezaron a cantar su emocionante himno, MARUXINA, la gente se agolpó con ellos, les siguió en los estribillos, y vi como había personas que dejaban correr lágrimas por sus mejillas, y es que en estos momentos, la tensión, la desesperación, lucha con la esperanza de aquellos que pensamos que esto se puede cambiar, que las personas valemos más que las cuentas corrientes de los grandes manipuladores de este mundo.
Seguimos bajando, y nos paramos a descansar en el paseo del Prado. Era increíble ver el ingente número de personas, que bajaba ya en busca de sus autobuses, para regresar a sus lugares de origen. Sí, porque había personas, que habían venido desde Almería, de Cádiz, de Huelva, Asturias, Cataluña, de todos los puntos de España, desde las cuatro esquinas del territorio español, y eso ha de hacer reflexionar al Gobierno de Rajoy. La gente está dispuesta a hacer jornadas enteras en autobús para mostrar su desacuerdo, su rechazo.
Pude observar el ondeo al viento de cientos, de miles de banderas republicanas, oficiales de España, hasta el derrocamiento del legítimo gobierno por el ejército al mando de Franco. La rojigualda desapareció de toda la manifestación, y es que en estos momentos ni la enseña nacional nos vale, representa una situación que estamos luchando por desechar. Ansiamos volver a otros tiempos, a otras formas, donde el pueblo era más valioso que los poderes económicos.
A la llegada a la altura de la Plaza de Neptuno, quizás uno de los momentos más emotivos de la jornada de manifestación. Un grupo de personas, cantaban canciones, y nos encontramos con el CANTO A LA LIBERTAD, de Jose Antonio Labordeta. Emotivo, difícil de digerir, todo el mundo cantando, con el puño en alto, con la voz entrecortada. Después vino L’estaca, y otras canciones que se convirtieron en himno de una época que ya creíamos atrás, que muchos por nuestra edad no hemos vivido con intensidad, como es la transición, cuando estábamos saliendo de un túnel al que ahora empiezan a querer volvernos a meter, si nos dejamos. La gente se entregó, cantó todas y cada una de las canciones, las tarareó, las aplaudió. Solo la necesidad de comer por parte de los intérpretes hizo que el grupo se dispersara. Y al lado, el Congreso de los Diputados, acordonado, vallado, con decenas de policías nacionales, de furgonetas, que tenían cerrado el acceso, y un grupo de manifestantes mostrando su desacuerdo con lo que representa la institución, como gran estilete de la política económica y social que no está destruyendo y hundiendo.
Al otro lado, el edificio de la Bolsa, también acordonado, ni el poder legislativo, ni el económico están al alcance del pueblo, usan al pueblo para lograr sus fines y sus beneficios.
En fin, una gran jornada, en la que nadie puede negar la mayor, que Madrid fue ocupada por cientos de miles de personas, desengañadas, pero dispuestas a mostrar su rechazo, y la necesidad de que esto debe cambiar. Que los poderes políticos deben mirar al pueblo, escuchar al pueblo, ponerse, junto con sus ciudadanos, enfrente de los poderes económicos que tienen al borde de la extenuación a países como Grecia y Portugal, y que quieren que nosotros sigamos la misma ruta.
Han decidido recortar en todo, llevando el paro, la destrucción de empleo, la pobreza como ingredientes de su metodología política y económica. Enfrente está un pueblo, que, entiendo puede estar desencantado con los sindicatos, pero ha de darse cuenta, que son los canales que deben guiar y organizar todo el proceso de protestas, y han de convertirse, nos guste o no, en interlocutores del pueblo, de sus reivindicaciones, de sus peticiones, de sus anhelos.
Estoy convencido que esta participación, de seguir el gobierno por estos derroteros, será cada día mayor, y en un estado de desesperación, la gente puede ya no respetar determinadas normas de convivencia. Eso nos debe hacer reflexionar.
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