jueves, 27 de diciembre de 2012

REFLEXION ORGANIZATIVA


CARTEL DEL IV MEDIO MARATON
Todo un trabajo para unas horas, para muy poco tiempo. Demasiadas horas destinadas a un mismo fin, a que todo, a una hora, esté completamente perfecto, esté dispuesto para que se pueda dar el pistoletazo.
Uno cuando inicia una aventura, en compañía de otras, para la organización de un evento, de la magnitud que ha llegado a celebrarse en Navalmoral el día 16 de diciembre, espera, siempre con el corazón en un puño, que no haya incidentes relevantes, que se desarrolle bien, y que, sobre todo, sus participantes acaben, cuando menos, satisfechos de haber estado en este evento.
Han sido muchas horas, muchas llamadas telefónicas, muchas visitas, muchas conversaciones, bastantes reuniones, gente que te apoya, gente que hoy te dice que sí, y mañana te dice que no, incluso hasta minutos antes de empezar te dice que no puede, sin saber darte una explicación convincente. La palabra, muchas veces, cada vez más, brilla por su ausencia.
Desde luego, cuando uno se sienta, pasados ya unos días que todo ha acabado, cuando uno lee lo que se escribe, cuando uno oye todo lo que se ha dicho, un atisbo de satisfacción asoma en el rostro. Sabes que, al final, tanto esfuerzo ha merecido la pena, que lo que se ha trabajado, lo que se ha organizado, ha tenido resultado.
Y es que satisfacer a cerca de medio millar de participantes en la mañana del día dieciséis, en ese instante que a uno le dura su carrera, cuando acaba y termina en el pabellón, cuando recoge su bolsa del corredor, generosa, que es lo que nosotros pretendemos, cuando ha sido atendido convenientemente en los servicios de podología y fisioterapia, cuando, incluso, se lleva alguien un regalo, cuando alguien se da cuenta que no solo importan los ganadores, es el único objetivo que tiene uno.
Yo a veces, desde mi pesimismo casi de serie, como dice mi amigo Juli, pienso que no, que no puede ser que a nos salgan las cosas bien, y es que la espada de Dámocles del pasado año, cuando sucedió el extravío de dos corredores, siempre la tenía sobre mi pensamiento, cuando, finalmente, decidí volver a enfrentarme, con mis compañeros, a la organización de este Medio Maratón.
Hubo días, durante el verano, durante el principio del otoño, cuando pensaba que lo mejor era no afrontar dicha organización, veía a gente más capacitada que yo, y seguramente que existen, pero, al final, el apoyo de mis compañeros, el que hubiera gente que se hiciera cargo de algunas parcelas descargándome, a mí, y a Julián, de todo el peso de la prueba, fue lo que nos hizo tirarnos al ruedo.
Un ruedo, que con compañía, se ve más fácil de dominar, y así ha sido. Pero de todas formas, los días se echaban encima y las cosas parecían no estar definidas. Nadie parecía querer dar el empujón para que todo echase a rodar.
Una reunión, un apoyo, dos apoyos, bastantes apoyos, el delegar en los demás, hizo posible sacar adelante este proyecto.
Otro problema importante, el económico, me atenazaba; era un presupuesto exigente, había que intentar conseguir, por lo menos, igualar lo del año pasado, desde allí debíamos partir, todo lo demás era innegociable. Se empezó a realizar llamadas, pedir presupuestos, pedir ayuda, y, poco a poco, las cosas van saliendo. Aún así, nunca las tenía conmigo en cuanto al cumplimiento de los objetivos monetarios.
Otro problema, el cambio de recorrido; en las anteriores ediciones se partía de otro municipio, pero el no llegar a un acuerdo con su máximo representante, y visto el perjuicio económico que nos podía causar, nos hizo decidirnos por empezar y acabar en Navalmoral. Unos dirán que puede ser un error, otros que desde el punto organizativo era lo mejor. Opiniones habrá para todos los gustos, quizás tantas como participantes. La decisión se tomó y se llevó a cabo.
Hubo gente, con mala idea, con intención de hacer daño, que en el momento en que se publicó el recorrido, y desde el anonimato, aunque para nosotros conocidos, intentó atacar la decisión, quizás con la insana intención de desprestigiar, atacar, vilipendiar, y, con ello conseguir un fracaso que se ha visto no ha existido, quizás esa es nuestra más importante victoria, callar la boca, hacer tragarse el orgullo a aquellos que solo se regodean del fracaso de los demás.
Aún reconociendo que el nuevo recorrido era más difícil que el de los años anteriores, la alta participación y las felicitaciones recibidas, una vez han pasado las horas desde que uno cruza la meta, hacen sentirnos felices sobre lo que hemos hecho y, desde este artículo, entiendo debe ser ya el sino de esta carrera, la esencia, un recorrido no fácil, pero por bellos paisajes, y un final espectacular, bajando sobre el municipio.
Se ha demostrado que el cambio de escenario de la meta, al Pabellón “ANTONIO JARA” ha sido un acierto; como dice mi amigo Luis Fernando, “Este pabellón es la casa del Medio Maratón”. Lo ratifico.
El viernes empiezan a llegar los productos, los tableros están para irse colocando, el almacén se empieza a llenar, todo se empieza a disponer para el gran día.
El sábado comienza la actividad, colocación de mesas, idas y venidas a almacenes, supermercados, proveedores, a recoger todo, llegan los fisios y los podólogos para instalar sus respectivos servicios de atención a los corredores. Las tensiones, las prisas, comienzan a surgir, quizá alguna palabra más alta que otra, pero todo es el momento, las ganas que todo salga bien. El podio en su sitio, la publicidad a través de los televisores, la música, los stands, todo a disposición de los visitantes, retiradas de dorsales, visitas de personas, de amigos, intercambio de opiniones, deseos, anhelos, todo encaminado a un mismo fin, la mañana del día dieciseis.
Cuando uno llega a su casa por la noche, la noche anterior a la prueba, y se mete en la cama, no hace más que dar vueltas a todo lo que se ha hecho, lo que se puede escapar, a ese detalle que nadie se ha dado cuenta, o al menos, eso te crees tú. No es una velada tranquila, duermes, te despiertas, miras el reloj, te vuelves a dormir, así hasta que cerca de las siete de la mañana, cansado de dar vueltas, nervioso por la incertidumbre del momento, te tiras de la cama, te metes en la ducha y, tras desayunar, con más bien pocas ganas, te metes en el coche y te diriges al Pabellón. Cuando llegas no eres el primero, hay gente que tiene las mismas sensaciones que tú. Eso es bueno, cuando más gente esté pendiente, más fácil será el éxito.
La gente llega, los corredores aportan al Pabellón, primeros saludos, primera gente que te conoce, más que tu a ellos, has tenido comunicación por teléfono, por e-mail, has empezado a entablar una amistad, una relación de compañerismo, de deportistas, de gente sana, no como en otras facetas de la vida.
Empiezan los primeros agobios, la recogida del dorsal, todos lo quieren a la vez, en el momento, pero esto ocurre aquí, en Madrid o donde vayas, lo que ocurre que solo nos acordamos en cada momento. Pero, al fin, todo se soluciona, todo el mundo tiene su dorsal, ya puede salir a correr.
Y ahí está, en la salida Miguel Gamonal, el gran atleta moralo, con la bocina para dar la salida. Todos los corredores detrás de la cinta, esperando, agolpados; Juli, comienza la cuenta atrás, y con el cero, suena la bocina, todos empiezan a correr. Y es en ese momento, cuando empiezan a sonar los teléfonos, las cosas van saliendo, gente que va de un sitio a otro, recogen vallas aquí, se colocan voluntarios en una calle allí.
Llegan las primeras noticias de la carrera, como van colocados los corredores, los favoritos dominan, después el resto del pelotón. Llega el primer avituallamiento, “mucha gente, pero hemos podido”. Ya está todo en marcha, ya nadie lo puede parar, bueno sí, una catástrofe.
Y ahora cuando a mí me surge la ansiedad, la paralización, todo lo que queda hasta que el primer corredor llegue a meta no depende de mí, yo no lo controlo, está todo fuera de mi alcance visual, hay veces que los nervios me atenazan, desaparezco un minuto, vuelvo, mi esposa me pregunta qué me ocurre, “nada”, es lo único que respondo. El corazón late con inusitada velocidad, se quiere salir del pecho. Las lágrimas quieren aparecer, momentos de nerviosismo contenido.
Parece mentira cómo puede pasar de rápido el tiempo. Nuevas noticias de la carrera, está emocionante, y ya aparece el primero, el ganador, Carlos Gazapo, de Valencia de Alcántara, y a partir de ahí, Bruno, Nuñez, Jorge, Vitor, y así todos, la carrera ya es un continuo llegar de corredores, esto al final parece ya superado.
Y siguen y siguen los corredores llegando, y entrando en el Pabellón, les pregunto, muchos dicen que muy dura la carrera, otros que bien, y cuando van entrando en el recinto techado, les entregan la bolsa del corredor, muchos empiezan a olvidar lo ocurrido, sus penurias en la carrera.
Toda la satisfacción por el trabajo bien hecho llega al ánimo de cada uno. Las clasificaciones tardan en aparecen, ya que hay que esperar a que lleguen todos los corredores, y hasta ese momento no se pueden empezar a elaborar las mismas; los que han terminado quieren verse en los listados y empiezan a preguntar.
Para hacer más corta la espera, se inicia el sorteo de regalos y la entrega de placas de agradecimiento. Agradecimiento que se hace a muchos colectivos y personas individuales, sin las cuales, este evento, y muchos otros, jamás saldrían adelante; justo en valorar su aportación, siempre altruista.
Al final todo se soluciona, se acaba la prueba, cada uno se va con su trofeo, con sus premios, la gente con sus regalos.
Y pasan los días, y uno lee el correo, ve las visitas al blog de la prueba, y aprecia que, efectivamente, todo ha resultado bien, la gente se fue satisfecha, y muchos dicen que van a volver, es un buen acicate para intentar hacer la prueba otro año más.
Pero ahora hay que descansar, asimilar lo realizado, y dedicarse a lo que a uno más le gusta, correr, participar en pruebas, en otros lugares, y cuando uno va a esos sitios, lo que hace es valorar, cada vez más, cuán difícil es organizar una carrera, e intenta aprender sobre lo que ve, porque siempre se aprende algo.
Dar desde este artículo las gracias a mi esposa por todo el apoyo mostrado durante los días previos, y las jornadas propias del evento, sin cuya base, para mí hubiese sido mucho más difícil salir adelante con toda esta empresa.

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