(De izq. a dcha.) Alberto, Agustín, Antonio y Faustino
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Tras las últimas e intensas lluvias
que están dejándose notar por toda la geografía española y, lógicamente, por
aquí, los caminos para entrenar estaban vedados, teniendo que buscar
alternativas por asfalto, más duro para las articulaciones, menos gratificantes
para el corredor. Las fotos que los amigos del Lanchacabrera, organizadores del
evento, colgaban del recorrido, hacían ver que si seguía lloviendo iba a ser
movida la prueba, y de verdad que lo fue.
Para rematar la faena, el viernes
jarreó agua de verdad, por lo que toda esperanza que el recorrido estuviera más
o menos asequible se fueron diluyendo. De todas formas, empecinado en correr,
hasta allí me encaminé con Alberto Piedra, mi hermano Agustin y Antonio
Pintado, los cuatro en el coche, camino de una carrera que prometía. El cielo
se presentó con buenos presagios, con sol a primera hora, cuando partimos, pero
según íbamos acercándonos a la Comarca de La Vera, las nubes iban ganando
terreno. Tras aparcar, cerca del lugar de salida, nos encaminamos a coger los
dorsales. Allí saludos y abrazos afectuosos con muchos de los integrantes del
Club Lanchacabrera, buena gente, y después a ponernos el traje de faena,
dispuestos para la batalla. Fotos para guardar un recuerdo imborrable, en
imágenes, aunque luego también lo llevaríamos en toda la indumentaria.
Ya, tras soltar un poco las piernas,
nos encaminamos a la salida neutralizada, que no es otra cosa que salir desde
la Iglesia de Santa Ana, hasta el lugar de salida real de la carrera, que es en
la Fuente de San Miguel, o de los cuatro caños. Allí, vamos observando que el
tiempo se va torciendo un poquito más, y ya nos avisan que el trozo nuevo va a
ser movidito de verdad, y nos recomiendan que nos traigamos unas zapatillas
para cambiar. Menos mal que ya lo había previsto.