Llegando a la meta |
El dolor es pasajero, el orgullo es para siempre. Esa
frase la llevaba escrita en su camiseta un chico que me adelantó en el
kilómetro 9 del Medio Maratón de Mérida, que se disputó el pasado domingo día 3
de marzo.
El
orgullo volvió a salir, la ilusión por una carrera volvió a nacer. Después de
Getafe, de las nefastas sensaciones vividas, que tuve, me puse esta prueba como
un hito en el camino. De ella saldrían las decisiones para el resto de
temporada. Dos semanas de muy buenos entrenamientos, con bastantes kilómetros,
más de 170 en total, me hicieron ver que, inevitablemente, debería mejorar. Y
así fue. Pero los dos últimos días aún me notaba tenso, parecía presagiar algo
negativo, nuevamente. Pero eso habría que verlo.
La
mañana del domingo el reloj suena una vez pasada la barrera de las siete horas,
con el sol queriendo salir. La ropa estaba preparada desde la noche anterior.
La mochila contenía todos los elementos a utilizar, y que serían usados
dependiendo de las condiciones meteorológicas reinantes; así llevaba camiseta
de manga corta, calcetines largos, guantes, y hasta una gorra, porque el día
amenazaba agua.
Tras
reunirnos todos los compañeros que habiamos quedado para esta carrera, y una
vez distribuidos en los vehículos emprendimos viaje hacia la capital del
Imperio Extremeño; alguna gota que chocaba contra los cristales del coche daba
lugar a pensar que el agua estaba más cerca de lo que las predicciones habían
recogido. Un alto en el camino para tomar café, y después hacia la Emérita
Augusta.
Llegada
sin problemas ni contratiempos dignos de mención al Pabellón “Guadiana”, donde
se entregaban los dorsales y estaban los vestuarios, al lado mismo de la salida
de la prueba. Reparto de los dorsales con sus respectivos chips a cada uno de
los miembros del grupo y ya, posteriormente, cada uno a vestirse.
Kilómetro 11 |
Viendo
que el tiempo está algo fresco, opto por ponerme la camiseta de manga corta
debajo de la equipación. Va quedando cada vez menos tiempo para que se dé el
pistoletazo de salida, y nos hacemos una foto todo el grupo, y después, comienzo a calentar. Las sensaciones no son todo lo
malas que en otras carreras pretéritas, así que parece que pinta algo mejor. En
una bolsa recojo la sudadera para después de la prueba, y la entrego en el
ropero. Lenta entrega, por otra parte, ya que tan solo hay un punto para
recoger toda la ropa, y es que somos cerca de mil participantes, es un pequeño
fallo. Y es en este momento, esperando, cuando me doy cuenta que la camiseta de
manga corta me sobra, así que decido desprenderme de ella y guardarla en el
interior de la bolsa. Ya está la talega entregada, así que todos para la
salida.
No
me posiciono bien en la salida, ya que hay mucha gente delante; es lo que tiene
llegar casi a punto; a mi lado se coloca Juan Carlos Alonso, compañero del
club, quien me pregunta por lo qué voy a hacer, mi respuesta, baja de hora y
media. Decide venirse conmigo. Pistoletazo de salida. Todos a correr, como
siempre, tapón en la salida, y hay que adelantar a la gente haciendo eses,
pidiendo paso, todo para colocarse en el ritmo de cada uno. Paso por el primer
kilómetro 4:20, es lento, pero, en fin, hay que seguir.
Noto
que voy a gusto y me retengo un poco en la carrera, no quiero lanzarme desde el
principio, no quiero forzar en exceso, deseo acabar con buenas sensaciones, y
bajando de los noventa minutos. Conozco el recorrido y sé que tiene algunas
cuestas. Camino del kilómetro 3 primera subida, para incorporarnos a la antigua
Nacional V, ahí subo a mi ritmo, y bastantes corredores me sobrepasan. Juan
Carlos sigue conmigo.
Ya
estamos en la carretera, y aquellos que me adelantaron los he vuelto a
alcanzar, cuando quiero darme cuenta, Juan Carlos ya no está conmigo, poco ha aguantado.
Una larga hilera de corredores por delante, pero por detrás muchos más. Sigo mi
carrera, mis sensaciones empiezan a ser mejores, me voy encontrando cómodo,
pero no quiero arriesgarme y me sigo reteniendo. He acertado al ponerme en
tirantes, el tiempo permite ir así.
Kilómetro 16 (Puente romano) |
Paso
por el kilómetro 5, 20:47, a un ritmo de 4:09/4:10 el kilómetro. Buen ritmo, si
lo aguanto va muy bien la cosa. Primer avituallamiento, dos tragos y a seguir.
Ya están los primeros dentro del Circo Romano, y nosotros aún no hemos girado.
Nos posicionamos en el camino correcto y accedemos al monumento, por un camino
de hierba, que se pisa mejor que por la tierra. Cuando vamos saliendo del
mismo, al llegar cerca de la puerta tenemos que echarnos a un lado porque la
salida frontal es un barrizal enorme. Con un tablero se hubiese arreglado, pero
en fin, así está la cosa y hay que seguir. Ya estamos en el asfalto, y delante
de mí va un grupo del que tiran dos corredores que llevan un globo de la hora y
media, quiere decir que los que van con ellos, si aguantan, acabarán en ese
tiempo, pero yo veo que van por encima de ese ritmo, que los van a sacar de
sitio, porque van muy rápidos, al menos esa es mi sensación. Giro hacia la
derecha buscando el acceso al Acueducto de Los Milagros. Cada vez están más
cerca los del globo; y es en este punto, justo antes de entrar en la pista de
tierra del acueducto, donde me adelanta el chaval que lleva la camiseta con ese
mensaje. Gran frase. Paso por debajo del arco, y tras terminar el camino de
tierra, buscando el kilómetro diez.
Un
arco hinchable y una alfombra, para que se registre el paso de todos los
corredores. Tiempo de paso 41:18, a 4:07 el kilómetro. Esta primera mitad de la
carrera, la más llevadera, la he pasado bien; nuevo avituallamiento y alcanzo a
los del globo. Me quedo un rato con ello, me quiero acomodar a este paso. Uno
de los dos corredores-liebres va animando a cada paso, a cada zancada, a todos
los que van con ellos. Una gran labor, sí señor. Pero creo que puedo ir más
rápido y en el kilómetro once decido dejarlos, marchándome en solitario; ahora
viene un trayecto que pica hacia abajo, buscando el Puente Lusitania. Paso por
delante de la casa del Sr. Monago, quien no se digna en salir a saludarnos; él
se lo pierde. Tras pasar por el puente, kilómetro 13, preparándome para subir
por la cuesta de TVE, primer test de la carrera.
Me
pongo a un buen ritmo, pero sin cebarme, guardando fuerzas, me adelantan
algunos corredores, pero, igual que antes, una vez que corono, y paso el
kilómetro 14, los vuelvo a alcanzar, camino del kilómetro 15. El paso por el
kilómetro 14, dos tercios de la prueba, por debajo de los cincuenta y ocho
minutos, me veo muy bien. En este momento empieza a caer algo de agua, a ver si
se va a poner a llover ahora, lo que hacía falta. Es este tramo un recorrido
que pica hacia arriba, y lo hago bien. Alcanzo la cima y nuevamente
avituallamiento, ahora a por el Puente Romano, kilómetro 16, adoquines mojados,
lo que los convierte en peligrosos, y subimos por la calle que deja la Alcazaba
a la derecha, hacia el centro de la ciudad. Es una pequeña subida, adoquinada,
así que me tiro por la acera, que es de baldosas, y permite un correr más
cómodo; aguanto hasta que la acera se estrecha en exceso y piso nuevamente los
adoquines. Aquí ya hay mucho ambiente, giro por el Parking Atarazanas y me
encamino hacia el trozo más duro, y con la carga de kilómetros que llevamos, a
ver qué tal salimos de allí. Giro a la izquierda y empieza la leve subida hasta
la rotonda, desde la que ya se ve la gran subida, la conocida como “El
Angliru”, unos ochocientos metros de subida constante, que nos lleva hasta el
Hotel Velada. Se ven desde que comienzas, así que lo mejor es no pensarlo y
atacar la misma. Me sorprendo, me encuentro bien, y lo subo a buen ritmo, algún
corredor adelanto. Veo que por delante va Ruben, de Plasencia, podría llegar a
cogerle. Veremos a ver cómo acaba esto.
Kilómetro 8 |
Agarro
el último avituallamiento, kilómetro 19, ya solo quedan dos kilómetros, esto
está rematado prácticamente, entro en la calle José R. Melida, donde están los
principales monumentos de Mérida, el Teatro y el Anfiteatro, además del Museo,
y cuando estamos en la misma, giro a la izquierda y entrada al Anfiteatro. Vaya
pasada. Es una locura, una cuesta repentina, de mal pisar, con piedras, con
focos encastrados en el suelo, que casi los pisas, corriendo el riesgo de
tropezarte y hacerte bastante daño. Luego el tramo interno es por terreno con
alguna piedra, que no permite ir cómodo, y ya, para rematar, la salida, ¡¡subiendo
unas escaleras!! Manda huevos. Esto, literalmente, es una putada. Está bien que
las carreras vayan por lugares atractivos, pero una prueba que es por asfalto,
en línea, debe permitir un ritmo contraste, y no con estos obstáculos en el
camino. Me rompe el ritmo, y ya salgo algo tocado. De nuevo en el asfalto y el
final casi todo para abajo. Rubén me sigue sacando unos veinte o treinta
metros, pero no lo cojo, no me tiro a degüello, no lo tengo claro.
Paso por la plaza, contrameta y
voy hacia el Paseo de Roma, donde están las Consejerías de la Junta de
Extremadura, todo cuesta abajo. Ya queda poco. Adelanto a un chaval de Badajoz,
que va tocado, le doy ánimos. Giro a la derecha, nueva subida, corta, pero
repentina, calle de adoquines, un hombre mayor nos dice que vayamos por la
acera, que se pisa mejor, tiene razón, pero al haber público en las mismas, te
tienes que volver a tirar al adoquinado. Giro a la izquierda, ahí están los
arcos, ya está la meta. La cruzo, dedicatoria a mi padre, brazos en alto, tiempo
final 1:28:09; una gran marca, visto lo sucedido hace un mes en Getafe.
Luego para la ducha, y como todo
en esta temporada de recortes, el agua que en otras ediciones salía caliente,
ahora sale más bien templada, tirando a frío. La que están liando.
He corrido sin presión, sin
agobios, el fantasma de abandono se quedó en casa, y terminé con unas buenas
sensaciones, pensando, ya en frío, que podría haberlo hecho mejor. Quizás, pero
mi objetivo, terminar deseando volver a hacer una nueva carrera, se ha cumplido.
La alegría, las ganas de seguir
corriendo, compitiendo, al menos, vuelven a aparecer, eso es lo más importante.
Por otra parte, apuntar que mi esposa, María Victoria, también participó, acabando con un tiempo de 2:11:54, en el puesto 960º. Felicidades, Mariví.
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