martes, 4 de junio de 2013

I CARRERA "LA DEHESA EXTREMEÑA"

Llegando a meta
Una vez recuperado de mi lesión, una molesta lesión, que me afectó al abductor y no me dejaba moverme y, sobre todo, entrenar, al final pude sacar dos semanas para hacer algo de entrenamiento, eso sí con algo más de peso, y con unas sensaciones cada vez más pesadas.
Esta temporada se tiene que acabar pronto, porque ha sido una temporada, de verdad, horrible, con muy malas sensaciones en todo momento, con muy pocos momentos gratificantes. No sé si habrá sido la cantidad de cambios que ha habido en mi vida en esta temporada (cambio de vivienda, modificación de horarios de trabajo), o una menor predisposición a trabajar en los entrenamientos, a sacrificarme, el caso es que ha habido momentos en los que mejor abandonar, no seguir adelante, y esperar que volvieran las ganas.
Pero no, uno es cabezón, y aún sabiendo que voy a pasarlo peor que mejor, me he ido presentando a carreras, en las que siempre he tenido tentaciones de echarme a andar, y, en algunos casos, incluso, de abandonar. Al final, sin embargo, con la inercia, con la resignación, he conseguido llegar a la meta, sin detenerme, sin andar. Las sensaciones en ese momento, cuando cruzo la meta, son de derrota, de no haber estado como yo quisiera, no hablo de marcas, de resultados, sino de alcanzar esa satisfacción cuando cruzo la meta, y no me he parado a pensar, que, aún sigo entrando bastante delante en las pruebas.
Espero que este momento, difícil, se pase, y consiga encontrar nuevamente las motivaciones que me han faltado en esta temporada. Haciendo uno memoria, recuerdo en el final de la temporada 2010, en la que lo dejé allá por el mes de marzo, y cuando volví, conseguí mi mejor marca en el maratón. Ojalá se repitiera esa situación. Quién sabe.
Pues lo dicho, con estos entrenamientos, se abría ante mí un nuevo frente, una nueva carrera, una que organizaba el amigo Miguel Ángel Gamonal en Navalmoral de la Mata, la I CARRERA “LA DEHESA EXTREMEÑA”, que iba a tener su campo de operaciones, y nunca mejor dicho, en la Dehesa Boyal del municipio, situada junto al Polígono Industrial y la ciudad deportiva de Navalmoral. Precisamente en su pista de atletismo, algo deteriorada, y poco cuidada, a pesar de la inversión que en su día se realizó, iba a tener lugar la salida y llegada de la prueba.

Buscando el kilómetro 3
El  sábado estuvimos echando una mano a Miguel Angel y a Patricia, colocando cosas, llevando bebidas, transportando material, y al lado, en la Piscina Municipal, se estaba celebrando una competición de natación, el X Trofeo Campo Arañuelo, ese que organizaba un club de Navalmoral, con el patrocinio del ayuntamiento moralo, y cuya entidad organizadora tenía la desvergüenza de más que no invitar, excluir de su participación al club en el que se encuentran mis hijos, la Escuela de Natación Piscis, porque no les caen bien, causando un hondo pesar y malestar en los niños y en sus familiares, aunque en su conciencia quedará esa forma de actuar, de todo punto criticable, tanto a aquel que lo hace, como a aquel que lo consiente.
Después de llegar tarde a casa, cansado, uno se va para la cama para descansar, pero lo que menos hace es eso, descansar, no hace más que dar vueltas en la cama, parece que me vienen los nervios de la competición como a los niños pequeños, precisamente en una prueba, en la que mi única intención era, simplemente, finalizarla.
Por la mañana, temprano, vuelta a ayudar, a transportar material, a tener que improvisar sobre la marcha, buscando soluciones a detalles que deberían estar resueltos de antemano, pero cuando llegas te encuentras con que no, pero en fin, con tesón y ganas, salió hacia delante todo.
A las nueve y cuarto les digo a mis amigos Miguel y Patricia, que me voy a poner en “modo corredor”, que ya les dejo de ayudar, y me voy a cambiar, a enfundarme el insigne uniforme del C.D. Navalmaraton, a relacionarte con unos y otros, ya conocidos de otras carreras, Ivan, Fermín, Dionisio, Mohedano, etc., con los que me he batido en más de una y de dos carreras.
Los miembros del club que acudimos a la carrera, nos hacemos la foto oficial de la carrera, en el interior de la pista, y luego nos ponemos a calentar, cada uno a su rollo, a su ritmo, de su forma. Poco a poco, los corredores van llegando al arco de salida, se van colocando, y allí estamos el centenar de participantes en esta primera edición. Por delante, algo menos de dieciséis kilómetros, partiendo de la pista, y tras un kilómetro de asfalto, nos internaríamos en la Dehesa Boyal, por los caminos que tradicionalmente nosotros venimos a entrenar, y tras llegar a la altura de la ya difunta Encina Grande, o la Marquesa, vuelta al lugar de salida.
Se da la salida, por parte de Alvaro y Julián, y comienza la carrera. Yo salgo bastante tranquilo, sin agobios, con la intención de que esa sea mi tónica en la carrera. Salimos de la pista, y estamos en el asfalto, vamos dejando el Polígono, paso por el primer kilómetro, 4:01, un poco rápido, pero bueno, no creo que todo sea a este ritmo. Pasamos la primera portera, y giro a la derecha, camino de tierra, ya estamos en la dehesa propiamente dicha, por delante se me van Dionisio y Eloy, sabía que hoy iba a ocurrir, y no me cebo en intentar cogerlos, sería un suicidio por mi parte. A mi lado, un insigne en esto del atletismo popular, Francisco Colado, de Talavera, con el que voy un par de kilómetros, luego con su característico correr se me marcha un poco para delante, le veré toda la carrera. Me pasa Agustín y se va. Yo voy en un ritmo en el que me encuentro a gusto, bastante bien, no quiero forzar, porque no quiero agobiarme y, además, vamos por el kilómetro 3. Pasamos junto al arroyo, y vamos buscando el camino principal de la Dehesa, el que nos llevará hasta la Casa Matadero. Me adelanta un chaval, con una camiseta de color naranja intenso; y salimos al camino. Cuando estamos en este sendero, le adelanto, y ya se va quedando. Sin embargo viene otro chaval, con una camiseta del medio maratón de Plasencia, que me supera y se pone por delante mía. Así vamos a estar bastante rato. Primer avituallamiento, un poco antes del kilómetro 4. Se agradece, porque el sol está pegando, no mucho, pero ya se va notando. Seguimos corriendo, paso por la portera, entramos en la zona de la Escuela de Capacitación, otra portera, los eucaliptos, giro a la izquierda y hacia la Encina Grande. En estos momentos parece que llevo buen ritmo, me encuentro bastante bien, cómodo. Seguimos avanzando, los kilómetros van cayendo, el seis, el siete,… cuando vas para allá, a la izquierda están los de vuelta, el diez, el once,…, queda un rato para llegar a ellos.
Con mi compañero de fatigas
Ya veo venir de vuelta a Jorge, va solo, con su correr elegante, parece que sin esfuerzo, no deja huella en la tierra; detrás va Luismi; luego Antonio Serradilla, de Cáceres, me anima, y yo le correspondo. Voy contando los corredores y llego al giro de 180 grados, donde están Sergio y Miguel, con el avituallamiento líquido y anotando los dorsales, pasando en el puesto 23º. Ya quedan menos de ocho kilómetros para el final. Voy buscando la Casa Matadero, me cruzo con el resto de la carrera, que me van animando, yo también les animo. Me cruzo con mi hermano Agustín y Antonio Pintado y cerca de la portera, me cruzo con Mariví, mi mujer, quien me anima y me dice que voy bien. Sigo hacia la meta, y en las inmediaciones de los edificios, empiezo a notar que las piernas no van todo lo finas que yo creía, me empieza a costar, y comienzan los agobios, quedan más de cinco kilómetros y empiezo a sufrir. Pero, sin embargo, cuando pasamos la portera, adelanto a mi compañero de batallas, le saco unos metros, y miro para atrás, los demás vienen lejos, si mantengo la posición, podría casi acabar entre los veinte primeros.
En estos momentos el sufrimiento va creciendo, las piernas no parecen querer avanzar, cada paso parece un triunfo, voy deseando echarme a andar, pero intento, mentalmente, aguantar, seguir, y lo voy consiguiendo poco a poco. Sin embargo, viene un chaval de Torrejoncillo, que nos queda clavado a los dos. El de azul, me vuelve a adelantar, no parece que tenga muchas fuerzas para responderle, y me quedo a unos metros de él. Se oyen zapatillazos por detrás, alguien viene fuerte, es otro portento de la Naturaleza, Mohedano, de Talavera, más de 65 años, y sigue corriendo espléndidamente. Alguna vez, en mis buenos momentos, le he conseguido ganar alguna vez, las menos, si no él se impone. Nos deja clavados en el sitio.
El problema de esta carrera es que se hace por un circuito que conozco muy, muy, bien, lo que es malo porque sabes que aún te queda mucho, o a ti se te hace mucho, y eso me pasa buscando el avituallamiento del kilómetro 12, que no está en el punto kilométrico, sino más adelante, casi en el trece, cojo la botella de agua, por delante de mi compañero de fatigas, y sigo buscando salir del camino. Cuando llegue al asfalto me sentiré algo más reconfortado. Sigo mi correr, algo cansino, duro, pesado, ya se adivina la depuradora, el asfalto se huele cerca, pasado el kilómetro 13, voy buscando el kilómetro 14. Le paso, casi no le pico, echo una ojeada, y voy a bajar de una hora diez minutos. Al principio, quería andar por la hora y ocho minutos, pero con las sensaciones que llevo ahora, con bajar de hora diez, tengo suficiente.
Con mis compañeros de Navalmaraton
Ya estoy en el asfalto, por delante Colado, Mohedano, por detrás Jesús María, el de la camiseta azul, me animo algo más, conozco bien este tramo, lo he hecho muchas veces, y casi siempre con rapidez, dejamos las naves y salgo a la gran recta de la calle principal del Polígono, voy buscando la entrada a  la Ciudad Deportiva, una mirada hacia atrás, mi perseguidor no está muy lejos, así que hay que seguir apretando los machos. Entrada por el arco de la puerta, hacia la Piscina, giro a la izquierda, y se ve la pista de atletismo. Entrada en el recinto del ovalo, y ahora lo que te gasta más psíquica que físicamente, una vuelta casi entera por el tartán. Aprieto un poco para marcar la distancia, y casi alcanzo a Colado y Mohedano. Giro a la curva, paso por el primer arco, y llegada a la meta, tiempo final 1:08:44, a un ritmo de 4:18 el kilómetro, los primeros ocho en 33:36, a un ritmo de 4:12/km, y la segunda parte, 7.950 metros en 35:08, a 4:25/km, un petardazo. Puesto final vigésimo quinto de noventa y dos llegados a meta, quinto de mi categoría, más que nada porque los dos primeros de la carrera son de mi segmento de edad.
Sensaciones de mucho cansancio, de mucho sufrimiento, con un único deseo acabar la temporada, descansar un poco, saludos a los compañeros, y me voy a buscar a Mariví, a ver cuando llega. Van pasando los corredores, y no acaba de venir, aparece el amigo Jaime, le pregunto por ella, y dice que no queda mucho. Efectivamente, viene por detrás, va a su ritmo, no se ha parado, va a acabar la carrera, y no va a ser la última, quedarán dos por detrás. Con el poco entrenamiento realizado en las últimas semanas, es un gran resultado. Su tiempo final 1:39:17.
Mi mujer, Mariví, en pleno esfuerzo
Comienza la entrega de trofeos, y suben algunos compañeros, Jorge, Antonio y Alberto, quien se estrena en esto de los podios. Mi mujer, queda segunda de su categoría. Habrá quien diga que había pocas mujeres, pero aquí no se ha prohibido la participación a nadie, ha sido abierto, libre, y se podía inscribir quien quisiera. Así que ha sido segunda de su categoría y punto. Después de todo el ceremonial, vuelta a recoger todo lo que se había montado, retirada de puntos kilométricos, recogida de botellas de agua que se han tirado por el recorrido, desmontaje de los arcos de salida y llegada, guardado de todo el material.

Y, como colofón, la organización, invita a los que hemos ayudado en todo el operativo, a una paella realizada por D. Francisco del Monte. Una buena mañana, una buena carrera, bien organizada, un reto a superar para el próximo año.

No hay comentarios:

Publicar un comentario