Llegando a meta |
Una
vez recuperado de mi lesión, una molesta lesión, que me afectó al abductor y no
me dejaba moverme y, sobre todo, entrenar, al final pude sacar dos semanas para
hacer algo de entrenamiento, eso sí con algo más de peso, y con unas
sensaciones cada vez más pesadas.
Esta
temporada se tiene que acabar pronto, porque ha sido una temporada, de verdad,
horrible, con muy malas sensaciones en todo momento, con muy pocos momentos
gratificantes. No sé si habrá sido la cantidad de cambios que ha habido en mi
vida en esta temporada (cambio de vivienda, modificación de horarios de
trabajo), o una menor predisposición a trabajar en los entrenamientos, a
sacrificarme, el caso es que ha habido momentos en los que mejor abandonar, no
seguir adelante, y esperar que volvieran las ganas.
Pero
no, uno es cabezón, y aún sabiendo que voy a pasarlo peor que mejor, me he ido
presentando a carreras, en las que siempre he tenido tentaciones de echarme a
andar, y, en algunos casos, incluso, de abandonar. Al final, sin embargo, con
la inercia, con la resignación, he conseguido llegar a la meta, sin detenerme,
sin andar. Las sensaciones en ese momento, cuando cruzo la meta, son de
derrota, de no haber estado como yo quisiera, no hablo de marcas, de
resultados, sino de alcanzar esa satisfacción cuando cruzo la meta, y no me he parado
a pensar, que, aún sigo entrando bastante delante en las pruebas.
Espero
que este momento, difícil, se pase, y consiga encontrar nuevamente las
motivaciones que me han faltado en esta temporada. Haciendo uno memoria,
recuerdo en el final de la temporada 2010, en la que lo dejé allá por el mes de
marzo, y cuando volví, conseguí mi mejor marca en el maratón. Ojalá se
repitiera esa situación. Quién sabe.
Pues
lo dicho, con estos entrenamientos, se abría ante mí un nuevo frente, una nueva
carrera, una que organizaba el amigo Miguel Ángel Gamonal en Navalmoral de la
Mata, la I CARRERA “LA DEHESA EXTREMEÑA”, que iba a tener su campo de
operaciones, y nunca mejor dicho, en la Dehesa Boyal del municipio, situada
junto al Polígono Industrial y la ciudad deportiva de Navalmoral. Precisamente
en su pista de atletismo, algo deteriorada, y poco cuidada, a pesar de la
inversión que en su día se realizó, iba a tener lugar la salida y llegada de la
prueba.
Buscando el kilómetro 3 |
El sábado estuvimos echando una mano a Miguel
Angel y a Patricia, colocando cosas, llevando bebidas, transportando material,
y al lado, en la Piscina Municipal, se estaba celebrando una competición de
natación, el X Trofeo Campo Arañuelo, ese que organizaba un club de Navalmoral,
con el patrocinio del ayuntamiento moralo, y cuya entidad organizadora tenía la
desvergüenza de más que no invitar, excluir de su participación al club en el
que se encuentran mis hijos, la Escuela de Natación Piscis, porque no les caen
bien, causando un hondo pesar y malestar en los niños y en sus familiares,
aunque en su conciencia quedará esa forma de actuar, de todo punto criticable,
tanto a aquel que lo hace, como a aquel que lo consiente.
Después
de llegar tarde a casa, cansado, uno se va para la cama para descansar, pero lo
que menos hace es eso, descansar, no hace más que dar vueltas en la cama,
parece que me vienen los nervios de la competición como a los niños pequeños,
precisamente en una prueba, en la que mi única intención era, simplemente,
finalizarla.
Por
la mañana, temprano, vuelta a ayudar, a transportar material, a tener que
improvisar sobre la marcha, buscando soluciones a detalles que deberían estar
resueltos de antemano, pero cuando llegas te encuentras con que no, pero en
fin, con tesón y ganas, salió hacia delante todo.
A
las nueve y cuarto les digo a mis amigos Miguel y Patricia, que me voy a poner
en “modo corredor”, que ya les dejo de ayudar, y me voy a cambiar, a enfundarme
el insigne uniforme del C.D. Navalmaraton, a relacionarte con unos y otros, ya
conocidos de otras carreras, Ivan, Fermín, Dionisio, Mohedano, etc., con los
que me he batido en más de una y de dos carreras.
Los
miembros del club que acudimos a la carrera, nos hacemos la foto oficial de la
carrera, en el interior de la pista, y luego nos ponemos a calentar, cada uno a
su rollo, a su ritmo, de su forma. Poco a poco, los corredores van llegando al
arco de salida, se van colocando, y allí estamos el centenar de participantes
en esta primera edición. Por delante, algo menos de dieciséis kilómetros,
partiendo de la pista, y tras un kilómetro de asfalto, nos internaríamos en la
Dehesa Boyal, por los caminos que tradicionalmente nosotros venimos a entrenar,
y tras llegar a la altura de la ya difunta Encina Grande, o la Marquesa, vuelta
al lugar de salida.
Se
da la salida, por parte de Alvaro y Julián, y comienza la carrera. Yo salgo
bastante tranquilo, sin agobios, con la intención de que esa sea mi tónica en
la carrera. Salimos de la pista, y estamos en el asfalto, vamos dejando el
Polígono, paso por el primer kilómetro, 4:01, un poco rápido, pero bueno, no
creo que todo sea a este ritmo. Pasamos la primera portera, y giro a la
derecha, camino de tierra, ya estamos en la dehesa propiamente dicha, por
delante se me van Dionisio y Eloy, sabía que hoy iba a ocurrir, y no me cebo en
intentar cogerlos, sería un suicidio por mi parte. A mi lado, un insigne en
esto del atletismo popular, Francisco Colado, de Talavera, con el que voy un
par de kilómetros, luego con su característico correr se me marcha un poco para
delante, le veré toda la carrera. Me pasa Agustín y se va. Yo voy en un ritmo
en el que me encuentro a gusto, bastante bien, no quiero forzar, porque no
quiero agobiarme y, además, vamos por el kilómetro 3. Pasamos junto al arroyo,
y vamos buscando el camino principal de la Dehesa, el que nos llevará hasta la
Casa Matadero. Me adelanta un chaval, con una camiseta de color naranja
intenso; y salimos al camino. Cuando estamos en este sendero, le adelanto, y ya
se va quedando. Sin embargo viene otro chaval, con una camiseta del medio
maratón de Plasencia, que me supera y se pone por delante mía. Así vamos a
estar bastante rato. Primer avituallamiento, un poco antes del kilómetro 4. Se
agradece, porque el sol está pegando, no mucho, pero ya se va notando. Seguimos
corriendo, paso por la portera, entramos en la zona de la Escuela de
Capacitación, otra portera, los eucaliptos, giro a la izquierda y hacia la
Encina Grande. En estos momentos parece que llevo buen ritmo, me encuentro
bastante bien, cómodo. Seguimos avanzando, los kilómetros van cayendo, el seis,
el siete,… cuando vas para allá, a la izquierda están los de vuelta, el diez,
el once,…, queda un rato para llegar a ellos.
Con mi compañero de fatigas |
Ya
veo venir de vuelta a Jorge, va solo, con su correr elegante, parece que sin
esfuerzo, no deja huella en la tierra; detrás va Luismi; luego Antonio Serradilla,
de Cáceres, me anima, y yo le correspondo. Voy contando los corredores y llego
al giro de 180 grados, donde están Sergio y Miguel, con el avituallamiento
líquido y anotando los dorsales, pasando en el puesto 23º. Ya quedan menos de
ocho kilómetros para el final. Voy buscando la Casa Matadero, me cruzo con el
resto de la carrera, que me van animando, yo también les animo. Me cruzo con mi
hermano Agustín y Antonio Pintado y cerca de la portera, me cruzo con Mariví,
mi mujer, quien me anima y me dice que voy bien. Sigo hacia la meta, y en las
inmediaciones de los edificios, empiezo a notar que las piernas no van todo lo
finas que yo creía, me empieza a costar, y comienzan los agobios, quedan más de
cinco kilómetros y empiezo a sufrir. Pero, sin embargo, cuando pasamos la
portera, adelanto a mi compañero de batallas, le saco unos metros, y miro para
atrás, los demás vienen lejos, si mantengo la posición, podría casi acabar
entre los veinte primeros.
En
estos momentos el sufrimiento va creciendo, las piernas no parecen querer
avanzar, cada paso parece un triunfo, voy deseando echarme a andar, pero
intento, mentalmente, aguantar, seguir, y lo voy consiguiendo poco a poco. Sin
embargo, viene un chaval de Torrejoncillo, que nos queda clavado a los dos. El
de azul, me vuelve a adelantar, no parece que tenga muchas fuerzas para
responderle, y me quedo a unos metros de él. Se oyen zapatillazos por detrás,
alguien viene fuerte, es otro portento de la Naturaleza, Mohedano, de Talavera,
más de 65 años, y sigue corriendo espléndidamente. Alguna vez, en mis buenos
momentos, le he conseguido ganar alguna vez, las menos, si no él se impone. Nos
deja clavados en el sitio.
El
problema de esta carrera es que se hace por un circuito que conozco muy, muy,
bien, lo que es malo porque sabes que aún te queda mucho, o a ti se te hace
mucho, y eso me pasa buscando el avituallamiento del kilómetro 12, que no está
en el punto kilométrico, sino más adelante, casi en el trece, cojo la botella
de agua, por delante de mi compañero de fatigas, y sigo buscando salir del
camino. Cuando llegue al asfalto me sentiré algo más reconfortado. Sigo mi
correr, algo cansino, duro, pesado, ya se adivina la depuradora, el asfalto se
huele cerca, pasado el kilómetro 13, voy buscando el kilómetro 14. Le paso,
casi no le pico, echo una ojeada, y voy a bajar de una hora diez minutos. Al
principio, quería andar por la hora y ocho minutos, pero con las sensaciones
que llevo ahora, con bajar de hora diez, tengo suficiente.
Con mis compañeros de Navalmaraton |
Ya
estoy en el asfalto, por delante Colado, Mohedano, por detrás Jesús María, el
de la camiseta azul, me animo algo más, conozco bien este tramo, lo he hecho
muchas veces, y casi siempre con rapidez, dejamos las naves y salgo a la gran
recta de la calle principal del Polígono, voy buscando la entrada a la Ciudad Deportiva, una mirada hacia atrás,
mi perseguidor no está muy lejos, así que hay que seguir apretando los machos.
Entrada por el arco de la puerta, hacia la Piscina, giro a la izquierda, y se
ve la pista de atletismo. Entrada en el recinto del ovalo, y ahora lo que te
gasta más psíquica que físicamente, una vuelta casi entera por el tartán.
Aprieto un poco para marcar la distancia, y casi alcanzo a Colado y Mohedano.
Giro a la curva, paso por el primer arco, y llegada a la meta, tiempo final 1:08:44,
a un ritmo de 4:18 el kilómetro, los primeros ocho en 33:36, a un ritmo de 4:12/km,
y la segunda parte, 7.950 metros en 35:08, a 4:25/km, un petardazo. Puesto
final vigésimo quinto de noventa y dos llegados a meta, quinto de mi categoría,
más que nada porque los dos primeros de la carrera son de mi segmento de edad.
Sensaciones
de mucho cansancio, de mucho sufrimiento, con un único deseo acabar la
temporada, descansar un poco, saludos a los compañeros, y me voy a buscar a
Mariví, a ver cuando llega. Van pasando los corredores, y no acaba de venir, aparece
el amigo Jaime, le pregunto por ella, y dice que no queda mucho. Efectivamente,
viene por detrás, va a su ritmo, no se ha parado, va a acabar la carrera, y no
va a ser la última, quedarán dos por detrás. Con el poco entrenamiento
realizado en las últimas semanas, es un gran resultado. Su tiempo final 1:39:17.
Mi mujer, Mariví, en pleno esfuerzo |
Comienza
la entrega de trofeos, y suben algunos compañeros, Jorge, Antonio y Alberto,
quien se estrena en esto de los podios. Mi mujer, queda segunda de su
categoría. Habrá quien diga que había pocas mujeres, pero aquí no se ha
prohibido la participación a nadie, ha sido abierto, libre, y se podía
inscribir quien quisiera. Así que ha sido segunda de su categoría y punto.
Después de todo el ceremonial, vuelta a recoger todo lo que se había montado, retirada
de puntos kilométricos, recogida de botellas de agua que se han tirado por el
recorrido, desmontaje de los arcos de salida y llegada, guardado de todo el
material.
Y,
como colofón, la organización, invita a los que hemos ayudado en todo el
operativo, a una paella realizada por D. Francisco del Monte. Una buena mañana,
una buena carrera, bien organizada, un reto a superar para el próximo año.
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