Con Eloy (centro) y Boni (derecha) |
Hacía ya algún tiempo, tres semanas, en las que no competía en ninguna carrera. No pude asistir a la Milla de Almaraz por motivos familiares, y se presentó ante mí esta posibilidad, la del I Cross que se celebraba dentro de las olimpiadas solidarias a favor de la Entidad ASPACE, en Jaraíz de la Vera, el sábado 7 de septiembre, por la tarde.
Y en esta aventura me vi envuelto, y todo por colaborar con aquellos que están ayudando a un ser muy especial para mí, a la niña más hermosa del mundo, mi sobrina. El fin de esta carrera, colaborar con lo recaudado en la construcción de una residencia para personas con discapacidad en la localidad verata. Mejor destino no puede tener el dinero, máxime en estos momentos en los que los poderes públicos, esos que deben velar por todos los ciudadanos, dan de lado a los más necesitados y los más indefensos, y luego no se cortan en salir llorando porque no nos han elegido para hacer unas olimpiadas. Y es que algunos ya habían hecho el cuento de la lechera, y habían vendido la piel del oso antes de cazarlo. Que les den.
Pues a lo dicho, allí nos encaminamos el amigo Eloy y el que estoy escribe, en una tarde que se presentaba bochornosa y con nubes que tapaban la Sierra de Gredos, vislumbrando que cerca deberíamos andar de pillar una tormenta, como así se demostró. Pero vamos por pasos.
Una vez llegamos, y aparcamos el vehículo, accedimos a retirar los dorsales, y allí, en el interior del campo de fútbol, y en sus exteriores, se estaban celebrando diversas manifestaciones deportivas que se incluían dentro de estas Olimpiadas. Había fútbol 7, vóley playa y pádel, y en la pista de atletismo que circunda el terreno de juego, carreras para los niños. Toda una verdadera manifestación de deporte, lejos de las cámaras de televisión, de la publicidad, deporte de base, el de verdad, el de toda la vida.
En la misma puerta me encontré con el compañero Boni, vestido de calle, lo que me sorprendió, ya que iba a participar. Me indicó que se lesionó la tarde antes jugando al pádel, en la rodilla, y no iba a poder participar, pero estaba aquí para colaborar con los organizadores.
Allí, intercambio de saludos con los amigos del Lanchacabrera y el Hispania, que ayudaban en la organización de este cross: Susi Gil, Germán, Juanjo el Presi, Marcial, y otros tantos, así como otros amigos venidos de otros lugares con los que suelo compartir carreras, ritmos, circuitos: Paco Barquilla, todo un ejemplo con más de sesenta y cinco años, Dionisio, Antonio, y más. Se juntó José Ortega, que suele compartir horas de entrenamientos con nosotros, que vestía la elástica de nuestro club, ya éramos tres los que representábamos al Navalmaratón. En esta carrera tomaba parte, apoyando este evento solidario, PEDRO JOSE HERNANDEZ, de Torrejoncillo, gran corredor de carreras de montaña, vencedor en multitud de pruebas, y verdadero experto en esta difícil disciplina.
¡¡¡ A CORRER !!! |
Procedimos a cambiarnos, y a calentar, a dar vueltas por el anillo atlético; quedan escasos cinco minutos para empezar; y empiezan a caer las primeras gotas, débiles, que en breves segundos se convirtieron en abigarradas y tormentosas, cayendo con fuerza, y en este momento, sin que nadie dijese nada, todas las instalaciones, todas las pistas, la piscina, quedaron completamente vacías, y todo el mundo a resguardo, en los vestuarios, bajo techo, esperando a que la tormenta pasase. Parecía que iba a pararse, y en ese momento descargó una buena avalancha de granizos. Si esto nos pilla en medio del campo, se convertiría en un auténtico desastre. Al final, como siempre en estos casos, la tormenta empezó a remitir, y el sol fue ganando terreno, como así indicó el arco iris que lució.
Cuando dejó de llover todo era un auténtico charco. Volvimos a calentar, fuimos llamados a la línea de salida, y allí estábamos todos dispuestos a salir, con algo de retraso, todo por culpa de los elementos atmosféricos esos que, afortunadamente aún, no podemos controlar. Nos cuentan como es el recorrido, casi todo por caminos, llegando a la pequeña localidad de Collado de la Vera, y después regresando al campo de fútbol. En principio, y según la información facilitada en la página web, teníamos unos 12.300 metros por delante. Hoy no era un día en el que me iba a entregar a tope, porque al día siguiente, tengo otra carrera, por la mañana, en Peraleda de la Mata, y quiero llegar con fuerzas.
Se da la salida, abandonamos el campo de fútbol, pasamos por el parking, y entramos en una fuerte bajada, dificultada por lo inestable del piso, con grietas, piedras, así que voy con cuidado, mirando para abajo, pisando despacio. Así estamos unos metros, cogemos una pequeña senda, y después accedemos a una pista de cemento, que pica continuamente para abajo. Se acercan a mi lado Ortega y Eloy; por delante unos cuantos corredores, entre ellos el amigo Germán Amor.
Poco a poco, sin forzar, me voy acercando a ellos, hasta que los cojo, no me detengo y sigo. “Ahí va, Faustino, al tran tran”, se le oye decir a Germán. “Hasta que llegue ahí a la derecha, a la cuesta”, contesta otro. Y dicho y hecho, giro a la derecha, y ahí se presenta la cuesta, piso bien y a tirar para arriba, dos de los que adelanté me superan, van mejor que yo subiendo. Aquí, Eloy ya se pone por delante, pero unos metros solo, giro a la izquierda, y aparecemos frente a una balsa de agua, por donde cada uno pasamos como podemos, pisando sobre un terreno en pendiente. Se hace difícil el pisar.
Al final, salimos de ahí, y volvemos a coger una nueva pista, en el que terreno es favorable, y no se corre mal. En este ritmo me encuentro a gusto, no quiero forzar más. No sé el tiempo por kilómetro, porque no están marcados los mismos, ni sé cuanto queda, solo sé que el primer avituallamiento estará, aproximadamente en el kilómetro cuatro, y aún no hemos llegado. Antes lo digo, antes llegamos, ahí nos dan agua, refresco la boca, la garganta y sigo adelante, paso de carretera, y vuelta al camino, ahora entramos por una estrecha puerta. Eloy sigue delante, unos cien metros, no más, es mi referencia en la prueba. El pueblo se ve a la derecha, le estamos rodeando.
Ahora, un tramo de campo a través, hasta enlazar con otra pista. Está bien balizado el circuito, así que apenas hay posibilidades para extraviarse. Se presenta una buena cuesta para seguir corriendo, una auténtica maravilla, entre las montañas, por terrenos que se pisa bien. Llegamos a un punto en el que hay que girar a la izquierda, desde el que se deja ver a un reguero de gente por delante de nosotros. Es una fuerte bajada, que hay que hacer casi andando, para luego iniciar una fuerte y larga subida, por una pista de buen pisar, que nos llevará hasta el pueblo.
Al principio la subida es muy fuerte, cuesta mover las piernas, pero después, aunque no deja de seguir ascendiendo, es más leve, y marcando un ritmo adecuado y sin cebarse se sube bien. Se acaba este tramo, giro a la derecha, tramo de cemento y a llegar al pueblo, a Collado, y hay que hacerlo subiendo, se enlazan dos curvas que no dejan ver quien va por delante, por calles estrechas, aparezco en la plaza, nuevo avituallamiento, agua y a seguir.
Abandono el pueblo, por delante sigue Eloy, le sigo viendo. Un descanso en el ascenso, hasta que hay que hacer un nuevo giro. Aquí el camino, aunque se pisa bien, vuelve a ponerse duro, y repentino, mirando hacia el cielo. Se oyen aplausos. Llego donde está la gente animando, se acaba la pista, y el amigo Boni, nos indica por donde hay que ir, una ascendente trocha, de piedras, mal pisar, entre matorrales, donde no se adivina el final. “La madre que lo parió”, dije, “No hay prisas y no llegamos tarde”, me responde Boni. Así que aquí, me rindo, y subo andando, los que vienen por detrás no me cogen ni corriendo. Si es que no se gana ni se pierde subiendo en carrera o andando.
Llegó el final de este duro tramo, y de aquí accedemos a lugares normales para correr, terreno apisonado, donde no hay que mirar para el suelo, la pista nos lleva hacia la carretera, pero al llegar a su lado, cuando casi entramos en ella, nos indican que para la izquierda, por un sendero entre árboles, en el que hay que agachar la cabeza, para no darse con las ramas de los mismos. Sigo avanzando, Eloy se fue en la trocha, le perdí la vista, así que ahora estoy solo, no miro para atrás, y voy dejando el sendero.
Aparezco en un nuevo camino, sigo corriendo, no debe quedar mucho. Al llegar a una curva, hay unos señores, pregunto por dónde es, me indican la dirección; “te quedan seiscientos metros”, me apunta uno de ellos, ya no me queda mucho. Giro la vista, observo que vienen dos chicos por detrás de mí, parece que me van a coger. Veo las primeras sombrillas de la Piscina, ya estoy por debajo del campo de fútbol, aprieto lo que no he hecho en toda la carrera, y me voy hacia la meta. El giro, que es en subida, lo hago con fuerzas, me siento cómodo. Salgo a la carretera, entrada al campo de fútbol y vuelta a la pista, para acabar llegando a la meta. Tiempo final, 50:33.
El recorrido final ha tenido una longitud de unos 10.700 metros. Una vez mirado en internet de lo que estaba marcado se han quitado unos 1.600 metros. En fin, una carrera más que he hecho, me he encontrado a gusto corriendo y, lo más importante, las piernas no están muy perjudicadas para el día siguiente. Las cuestas, evidentemente, no son lo mío, pero, no obstante, no me he entregado en exceso, y he sufrido lo justo. Lo importante, en esta carrera, era participar, ayudar a tan noble causa. Lo demás, secundario.
Mañana, tendré una nueva carrera, la XI Carrera Popular de Peraleda de la Mata, en la que suelo participar casi siempre. Ya os contaré.
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