martes, 3 de marzo de 2015

MARATON POPULAR DE SEVILLA

En la Feria del Corredor
Decepcionado, desilusionado, desazonado. Así acabé el Maratón de Sevilla que tuvo lugar el pasado domingo día 22 de febrero en la capital hispalense.
Decepcionado, porque después de intensas jornadas de entrenamiento, como nunca lo había hecho, con un único objetivo, cruzar la meta en buenas condiciones, no lo logré.
Desilusionado, porque había trabajado por una ilusión, por un resultado, y ésta saltó en mil pedazos en el kilómetro 29.
Desazonado, porque a día de hoy aún no encuentro el consuelo suficiente para enfrentarme nuevamente a la distancia.
Pero, vamos poco a poco.
Nervios, quizás demasiados, revoloteaban a mi alrededor, durante las jornadas previas. Me estaba tensionando, pero no parecía poder evitar esta sensación, Quizás había demasiada gente pendiente de mí, quizás me estaba imponiendo alcanzar un gran resultado. Sea como fuera, la situación no la controlaba como yo quisiera.
Para empezar, yo quería haberme marchado el viernes, para descansar mejor, para adaptarme a una climatología que vestía temperaturas más altas a las que veníamos trayendo de Navalmoral, pero al final, por motivos laborales, salimos el sábado por la mañana, con la carga de cansancio, con la intranquilidad de llegar bien a los sitios.
Llegamos al hotel, situado en el Barrio de Santa Cruz, con calles muy estrechas, pero a escasos minutos del centro monumental de la capital. Y tras unos paseos por la zona, fuimos a la Feria del Corredor, donde tras pelear un poco con la organización, de la que hablaré al final, conseguimos acceder para comer en la Comida de la Pasta, con varios compañeros del club, Eloy, Maricruz, Pika y Alberto Masa. Después de allí a estar un rato tomando un café y visita al Estadio Sánchez Pizjuan, y es que mi vástago es de este club, así que había que ir a ver el recinto y los alrededores. Allí compartí café con el amigo David, que estaba con su familia. La conversación solo giraba en torno a la carrera del día siguiente.



Antes de empezar
Tras todos estos avatares, al final para la habitación del hotel, a descansar un poco, aunque la relajación fuese solo física, porque la mental no llegaba nunca. Me entretuve en preparar la equipación, los geles, la bolsa para el día siguiente. Tras esto quedamos los compañeros para cenar y recogernos pronto para que al día siguiente estuviésemos todos listos.
Y una vez en la cama, los nervios seguían existiendo, seguían viniendo pensamientos poco positivos, siempre estaba la duda de sí podría o no llevar a cabo esta empresa. En la cama tampoco descansaba bien, daba vueltas, me desperté un par de veces, y antes que sonase el despertador ya estaba despierto. Una ducha, y bajé al comedor, donde ya estaban todos los compañeros, que habían terminado o estaban terminando. Aún estaba dentro de mi horario el desayuno, de cara a la carrera. Después, cada uno se marchó para la carrera como pudo, nosotros, Eloy, Pika y el que esto escribe, cogimos un taxi y llegamos al Estadio de La Cartuja, donde miles de personas iban en procesión hacia la zona del ropero, a soltar las bolsas, y a hacer los últimos estiramientos. Nosotros, las últimas fotos y corriendo, lentamente, hacia la zona de salida, situada a unos 500 metros del Estadio, situándome en la zona reservada para los que, en principio, íbamos a correr entre tres horas y tres horas y cuarto. Allí, me encontré con un corredor, veterano, más que yo, que decía que el día y el circuito estaban perfectos para bajar de tres horas. Ese no era mi objetivo, yo quería rondar las tres horas y diez minutos y, sobre todo, hacerlo en buenas condiciones; ya se vería. Ya se encontraba todo lleno, el speaker, animando a la gente, reconocimientos para algunas personas cuenta atrás y todos a correr.
La salida es bastante buena, porque casi toda la gente ha respetado la zona de salida, aunque siempre hay alguno que no lo hace y lo único que hace es poner en peligro su integridad y la de otros atletas. El primer kilómetro, lo paso en 4:20, un poco rápido, pero siempre la salida se hace a un ritmo más alto de lo esperado. En el kilómetro 5, primer avituallamiento, con botella de agua. La carrera va transitando por la ciudad, buscando la zona de la Torre del Oro, la Maestranza.. Me noto cómodo, las piernas, bien, reteniendo quizás. Cerca veo a dos corredores de Villanueva de la Serena, y uno de ellos lleva la camiseta que dimos en el III Medio Maratón Valdehuncar-Navalmoral, me acerco a ellos, pero no los sobrepaso, queda mucha carrera. En estos momentos se me cae un gel del bolsillo trasero, lo recojo y lo vuelvo a meter, pero noto que el bolsillo está roto, así que recojo el segundo gel, lo pongo en el bolsillo delantero, y ahora con el tercero en la mano, sigo la carrera. Para no cansarme en exceso, lo voy cambiando de mano, cada cierto tiempo. Sigo con comodidad. Paso por el kilómetro 10, en 45:07, perfecto, al ritmo que quería pasar los primeros parciales, a 4:30, como mis entrenamientos, incluso más lento que en algunos.

Primeros kilómetros
Ahora empiezan los avituallamientos en vasos de cartón, y no respetan los puntos kilómetricos cada cinco mil metros, ni cada dos mil quinientos, los ponen como mejor les acomodará a ellos la entrega.
Paso por el kilómetro 15, y noto como hay momentos en los que el ritmo decrece, y hay otros momentos en los que voy más “alegre”, pero no hay que darle importancia. A esta altura me sorprende la voz de Salva, que está en Sevilla, me anima, le respondo y sigo. Por este lugar, tiene que estar mi familia. El agua que tomo no parece sentarme todo lo bien que debiera, y, a veces, noto sensación de frío. La temperatura, no obstante, es muy buena para correr. Paso por el kilómetro 16, busco el 17, y aquí está mi mujer, y mis hijos, que me animan, vamos avanzando. Voy buscando el paso por el kilómetro 20, el del segundo parcial, el que me tiene que decir, como lo llevo. En este intervalo, adelanto a Maricruz, que va a su ritmo. Me encuentro bien, y la dejo atrás. Alcanzo el paso del segundo diez mil, tiempo total 1:29:55, he mejorado algo el ritmo en estos diez kilómetros, pero rondo los 4:30, vamos muy bien.
Paso por la media maratón, y el paso lo hago en 1:34.50, perfecto, las cosas no pueden ir mejor. Al fondo diviso la figura de Eloy, su distancia, unos doscientos metros, si sigo a este ritmo, creo que le podré coger. Pero las malas sensaciones vuelven a aparecer, la cabeza empieza a grillarse, a no ir en consonancia con unas piernas que van bien. Sigo corriendo, pero no me noto con la misma frescura. Al menos, digo, tengo que llegar a los veintiséis kilómetros, esos los he hecho en más de una vez en los entrenamientos, y deben haber servido para algo. La cabeza ya no rinde como antes, los kilómetros empiezan a ser más lentos, y empiezo a fijarme como objetivo, llegar al kilómetro 30 sin parar. Alcanzo el kilómetro 25, no miro el reloj, pero sé que mi paso ha decrecido. Lo hago en 1:52:43, sigo rondando el ritmo. Alcanzo el kilómetro 26, a partir de ahora debo enfrentarme al tramo desconocido. Paso por los alrededores del Estadio Sánchez Pizjuan, llego al kilómetro 29, Me adelanta Maricruz, es un mazazo, porque se va, no la puedo seguir y… Me detengo. Empiezo a andar. Estoy totalmente frustrado, en este momento, mi único deseo es abandonar, retirarme, dejarlo todo, pasar de todo, irme al hotel, meterme en la habitación y no salir de allí. Pero pienso en mi mujer, en mis hijos, que estarán esperando en el Hotel, es el cumpleaños de mi esposa, y vaya regalo la voy a dar.
Al instante, empiezo nuevamente a correr, ya he mandado a la mierda la carrera, solo busco llegar, me quedan trece largos kilómetros, que van a ser de decepción, de sufrimiento, de cabreo. Voy buscando el estadio Benito Villamarín. El kilómetro 30, con la parada incluida, lo paso en 2.18:44, a 4:37 el kilómetro. Si no parase más, y mantuviera ese ritmo, la carrera la haría de forma digna. Intento imponerme el llegar al kilómetro 35 sin parar. Pero no lo consigo, me vuelvo a detener. Me adelanta, primero Carlos Javier, compañero de Plasencia, y después lo hace Antonio Serradilla, quien me anima para que no me detenga. Intento engancharme a él para llegar a la meta juntos, pero es empezar a correr y detenerme, la cabeza me ha abandonado totalmente, y noto que las piernas van perfectamente, ¿por qué me pasa esto? Ojalá lo supiera.

En la Plaza de España, km. 36
Dejamos la Avenida de las Palmeras y nos adentramos en el Parque de Maria Luisa, y en el momento que observo un avituallamiento, me detengo para beber tranquilamente, ánimos del público, de algunos corredores, pero yo ya estoy fuera de la carrera. Parezco un zombie, errático, sin rumbo fijo, con solo una idea, llegar a la meta. En el kilómetro 35, mi paso es de 2:45:04, ya me voy por encima de 4:40 el kilómetro. Paso por la Plaza de España, recorrido en círculo y de ahí salimos hacia la Calle San Fernando para acceder al centro de Sevilla, junto a la Giralda. Y me vuelvo a parar, cuántas veces habré detenido mi marcha, no lo sé, me niego a querer contar. En las cercanías del emblemático templo hay muchísima gente, pasas por un pasillo, aquí hay que mantener la compostura y pasar corriendo, está Enrique, y más gente de Navalmoral, que nos animan. Vuelvo a correr, con algo más de alegría, miro los parciales de los kilómetros y los hago en 4:40, si no me detuviera más, quizás acabaría por debajo de tres horas y veinte minutos, lo cual salvaría, un poco, la jornada.
Paso por la Calle Tetuán, en ligero descenso, con lo que me animo un poco, tránsito hacia la Calle Trajano, y salida a la Alameda de Hércules, lugar abierto, donde el sol pega, al menos yo así lo siento, y es que todo me sabe mal ya en estos momentos. Ya veo el Puente de La Barqueta, el que nos va a llevar al Estadio, a la meta, al final de esta zozobra, de este naufragio. Paso por el kilómetro 40, en 3:11.26. Si no me detuviera, hasta podría bajar de tres horas y veinte minutos. Breve descenso y llegada a una larga calle, un nuevo avituallamiento, y me vuelvo a poner a andar. Hasta que llego a un giro a la izquierda, momento en que empiezo, nuevamente, a correr. Comienzo a adelantar a gente, me encuentro con buenas piernas, no he hecho un gran esfuerzo. Pico el paso por el kilómetro 41, y me lanzo a buscar la meta. La puerta Sur, la de acceso al recinto deportivo, se abre ante mí, cada vez más cerca, el final de mi suplicio está llegando a su fin, sigo adelantando a gente, con mucha facilidad. Entro en el túnel, ya oigo las voces del interior. Los corredores vamos en línea, adelanto a más y más corredores. Entro en la pista, falta media vuelta, por fuera, adelantando, sobrepasando corredores. Paso por el kilómetro 42, últimos metros. Busco en la grada a mi gente, no la veo, avanzo por la parte exterior, el arco, la META, está ahí. Cruzo la meta y levanto los brazos. He sido derrotado por la carrera, pero he cubierto la distancia. El último kilómetro, lo he hecho en 4:23, lo que me demuestra que no he llegado agotado ni he realizado un gran sobreesfuerzo, que haya pagado durante la carrera.
Todo se ha terminado, la carrera ha llegado a su fin, no he podido con ella, y una vez más, y ya van seis, me ha vuelto a vencer psicológicamente, que no físicamente.
Ahora transitamos por el interior del estadio, ya hemos desaparecido de la gente, un plástico que nos dan es lo que nos resguarda del frío, por un largo peregrinar, hasta que salgamos del recinto deportivo, para recoger nuestra bolsa, que está fuera.
Choca, y mucho, que te inviten a aceitunas cuando acabas la carrera, precisamente no tienes muchas ganas de amargarte la boca, después de tanto esfuerzo, creo que no es lo mejor, pero en fin, cada organización es un mundo. La cerveza que nos ofrecen, tampoco es la mejor, porque es cerveza con limón con gas. Seguimos transitando como almas en pena, hasta salir del interior, saliendo fuera, donde nos da el sol, y ya podemos coger nuestra bolsa. Todos los parterres que hay alrededor del Estadio están completamente llenos de corredores, que han ido acabando con la carrera.

Comiendo con los compañeros, tras la carrera
Y ahora viene la aventura definitiva, la de conseguir llegar al hotel, desde un recinto totalmente aislado, al que no permiten acceder a los taxis, por lo que todos los corredores que no hemos llevado vehículo propio, y que somos unos cuantos miles, tenemos que iniciar el paseo a pie, hasta llegar a la otra parte del río Guadalquivir, donde van transitando algunos. Tras más de una hora a pie, con la paliza del maratón, conseguimos acceder a un vehículo, y diez minutos más tarde, estoy en la ducha, cambiándome, y, tras compartir mesa y mantel con varios compañeros, iniciamos el viaje de vuelta a nuestro hogar.
En resumen, una carrera, en la que quizás deposité mucha ilusión, dada la preparación guiada por el gran Miguel Gamonal, y al final, lo que menos entrené, o lo que menos tengo preparado, que es la cabeza, me volvió a fallar, cuando más falta me hacía que estuviera en condiciones. Habrá que buscar nuevos retos, nuevos lugares donde desquitarme, y ya en este fin de semana, me he inscrito para el Maratón de Vitoria, que será el día 10 de mayo. Espero, que con una carga menor de entrenamientos, ya que tengo el fondo, pueda conseguir trabajar más la motivación psicológica, que me haga saber sufrir cuando toque, y que sepa disfrutar cuando lo merezca.

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