viernes, 3 de abril de 2015

CROSS DEL CAMINO DE LA ERMITA DE LA DEHESA

Con los compañeros, en la salida
Antes de comenzar con la crónica de mi participación en el V CROSS POPULAR CAMINO DE LA ERMITA DE LA DEHESA, que tuvo lugar el pasado sábado día 28 de abril en Jaraiz de la Vera, quiero felicitar a los organizadores del evento, los amigos del C.D. Lanchacabrera, por la magnífica jornada que nos regalaron, por la excelente organización, con el trato hacia el corredor, y agradecerles de corazón el detalle que tuvieron conmigo al reconocerme con el pin de su club, haciéndome sentir parte de ellos.
Pero yendo al relato de los hechos, decir que la situación tanto física como mental por la que actualmente atravieso de cara al deporte del atletismo popular no es, ni de lejos, la mejor para afrontar una competición. Los días de entrenamiento se me hacen eternos, los ritmos no aparecen, las molestias físicas no menguan, y algunas veces, me hacen retirarme. Mentalmente, y después de Sevilla he quedado bastante tocado, lo que debía ser la alegría por haber terminado una prueba de Maratón, se está convirtiendo en un vía crucis para afrontar un nuevo reto.
De hecho el jueves salí a entrenar para afrontar con alguna garantía más esta carrera, y cuando llevaba medio kilómetro corriendo me tuve que dar la vuelta, por problemas en los piramidales, que me están lastrando bastante.
Con Dioni y Susi, grandes amigos
Pero aún así, decidí inscribirme a la prueba de Jaraíz, dadas las grandes amistades que tengo en esta población, las veces que he participado, y porque guardo grandes recuerdos de carreras en la localidad. Al fin y al cabo, eran diez kilómetros, y hacerlos, mejor o peor, los iba a hacer.
La mañana se prestaba para correr, aunque con el devenir de los minutos, se iba a ver que el calor iba a hacer acto de presencia, y éste, sin duda, repercutiría en el esfuerzo.
Al llegar a la Plaza, donde se hacen las inscripciones, allí estaban, los grandes amigos del Lanchacabrera, y Marcial, excelente amigo y mejor persona. Tras saludarme con muchos de ellos, y con aquel que no lo hiciera, pido disculpas desde aquí.
Después ví a los compañeros del club, Maricruz, Alberto y Boni, que junto con el que esto escribe, y Eloy, con el que compartí vehículo, hacíamos un total de cinco los que íbamos a representar al Club Deportivo Navalmaraton en esta prueba.
Tras cambiarnos y depositar la bolsa en la furgoneta que tenían habilitada para tal fin, marchamos, caminando, hacia el Parque de Los Bolos, el lugar donde se iba a dar la salida de la prueba, en lo que denominan salida neutralizada. Allí empezó el ritual de los calentamientos, con unos y con otros, con Dioni, con Antonio Serradilla, con Paco Barquilla, conversaciones, tragos de agua, paradas para vaciar la vejiga, y demás parafernalias propias del comienzo de una carrera.
Con Paco Barquilla, una institución
Ya se va acercando el momento en el que se va a dar inicio a la carrera. Una cierta intranquilidad acude a mí. Nos vamos apelotonando en la pancarta de salida. Y suena el cohete con el que se da inicio a la carrera. Las gacelas, los que se van a jugar el envite, salen lanzados. Una primera cuesta abajo en la que se aceleran las zancadas, las pulsaciones, los nervios, todo es una mescolanza de sensaciones.
Eloy ya cogió unos metros de ventaja, va muy fuerte, es que lo está actualmente. Maricruz, la tengo a unos pasos por delante de mí. ¿Y yo? Yo a mi ritmo, quizás podría ir más rápido, pero no tengo la fuerza mental para tirar más. Prefiero reservar. Pasamos el primer kilómetro, el segundo, entre bajadas y subidas, algo repentinas, luego recuperaciones prolongadas. Alcanzo el tercer kilómetro, que ha sido más exigente que los dos anteriores, acumulo un tiempo de 12:58, a casi 4:20 el millar de metros. Y ahora empieza la zona técnica, la que hacemos atravesando una finca, donde corremos, entre canchales, por veredas, cruzando arroyos con palés de madera. Aquí sufro más de la cuenta, las subidas se me atragantan, bajo solo mirando para el suelo. Un tobillo se resiente levemente, pero puedo continuar. Me adelanta mucha gente. Los que iban delante de mí los pierdo de vista, ahora son otras espaldas las que veo. Ya estamos terminando, y cuando abandonamos la finca, me equivoco de camino y me voy a la derecha. La llamada de atención de un corredor, me hace volver a la senda. Ahora sí que me doy cuenta, estoy en la cuesta de los cerezos, la que me llevará al Polígono, a la zona asfaltada, y desde ahí la pista que lleva hasta la Ermita, que permite correr con facilidad, picando, casi siempre hacia abajo.

Con Antonio Serradilla, un referente
En este tramo asfaltado, adelanto a varios corredores que iban por delante, este es mi terreno, en el que correr se puede. Dejo atrás el asfalto y voy por la pista de tierra. Se ve a los primeros senderistas, por delante alcanzo a ver con la vista a varios corredores, espero que caigan. Los metros siguen avanzando, y las sensaciones no son buenas, pero hay que seguir hacia delante, debo luchar por llegar.
Sigo corriendo, y me voy acercando a los que me preceden. Adelanto algún corredor, sobrepaso a Antonio Hornero, otras veces le adelanto antes, pero la situación física que tengo es la que me hace adelantarle ahora. Voy acortando metros a Juan Antonio y a un compañero, con camiseta azul; como aún quedan más de dos kilómetros podría ser que los cogiera. En ese momento, Juan Antonio abandona a su compañero de carrera, y se marcha. Puede estar fuerte, y me va a costar cogerlo.
Comienzo a subir la cuesta que me lleva a lo que era la antigua línea de meta, pero en esta edición es el paso de la contrameta, porque la carrera ha pasado de tener ocho kilómetros a ser un diez mil. Ahí están con la megafonía, con la animación, con toda la gente aplaudiendo.
Es pasar por allí y alcanzar al de camiseta azul, Juan Antonio está más cerca, pero en medio, pasamos a otro corredor. Nos vamos alejando de la zona de meta, por un tramo favorable, y se adivina un giro a la derecha. Paso por el kilómetro nueve, ya tan solo queda un millar de metros, al final llegaremos.
Pero el último kilómetro se las trae, es mirando hacia arriba, con algunos tramos más exigentes, y máxime cuando el esfuerzo ya es mucho. Sobrepaso a Sergio Gil, que tiene problemas en los isquiotibiales. Mi obstinación por alcanzar a Juan Antonio tiene recompensa y le alcanzo, y justo delante, está Maricruz, la alcanzo, la animo a seguirme, pero va a su ritmo, bastante tiene con los últimos cuarenta días que se ha metido para el cuerpo, dos maratones, dos medios maratones, para pegar un peo.
Buscando el kilómetro 6
No se ve el arco de meta, pero se adivina su cercanía por las palabras del speaker. La pista sigue mirando hacia arriba y, al fin, cuando apenas quedan cien metros se ve el arco. Voy solo, y cruzo la línea de meta, con un tiempo final de 44:25.
No es buena marca, eso está claro, pero es lo que mi cuerpo puede ofrecer en este momento.
Ahí están mi mujer, mis hijos, yo recuperando el resuello tras el esfuerzo final. Poco a poco el cuerpo va volviendo a su ser, al descanso. Intercambio de palabras con compañeros, con rivales, con amigos al fin y al cabo, sobre la carrera, sobre la zona técnica, la que me ha hecho bastante daño.
El grifo de cerveza y los dulces que ofrecen hacen olvidar todo lo pasado. Comienza la entrega de trofeos, de la que hoy no seré protagonista, como lo fui la primera vez que participé en esta carrera, donde subí al tercer puesto de mi categoría. Pero, sí, al final subiré, y es que los organizadores, el Club Deportivo Lanchacabrera, tienen conmigo el detalle de regalarme el pin del club, junto a otras cuatro personas, lo que, sin duda, me alegra mucho. Es un gran detalle del que no me olvidaré jamás, y por el que estaré siempre agradecido. Luego un gran sorteo de muchos regalos, el que no consigo nada, y tras esto ya damos por finiquitada la participación en esta carrera.
Pasando el kilómetro 8
Tras esta carrera, tras los últimos días que he estado entrenando, en este momento me encuentro en un momento de reflexión, de no saber si seguir o no en el mundo de las carreras populares, de salir, siquiera, a entrenar, me lo estoy planteando seriamente. No encuentro motivos, no encuentro acicates. En principio, estoy inscrito para ir a Vitoria en mayo, pero aún no tengo claro que vaya a participar.
Salir me cuesta, los ritmos no aparecen. Actualmente, la desilusión es mucha. Llevo más de quince años dando zapatazos por asfalto, por tierra, con agua, aire, frío, calor; no parece fácil decir adiós a una forma de entender el deporte, la vida, donde he conseguido grandes logros deportivos, desde mi humilde punto de vista, he conocido lugares, que, quizás, de otra forma, no lo hubiese hecho; he encontrado grandes amigos, maravillosas personas, y, desgraciadamente, también he encontrado a algunos que no merecen ni comentario, pero, afortunadamente, son los menos.
Cruzando la línea de meta
En fin, que intentaré salir a mi ritmo, sin obsesionarme por una marca, por un tiempo, sin pensar en ninguna carrera en concreto, buscando otra vez el disfrutar, el pasármelo bien, en ir escuchando la música que me gusta, en dejar mis huellas por los caminos, en encontrar esa sensación de satisfacción cuando termino el entrenamiento, donde busco la reparadora ducha, que me haga relajarme. Lo más seguro es que esta haya sido la última carrera de esta temporada. De una temporada con pocas carreras, tres carreras populares, dos diez miles, tres medios maratones y el Maratón, es todo lo que he dado de sí. Para algunos puede sonar a mucho, pero comparado con otros años, no han sido muchas pruebas. Lo dicho, ya iré viendo.

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