domingo, 29 de enero de 2017

VI MEDIO MARATON LOS BARRUECOS

En pleno esfuerzo
Ya ha pasado una semana desde que crucé la meta de la VI EDICION DEL MEDIO MARATON DE LOS BARRUECOS, que se celebró en Malpartida de Cáceres, el pasado día 22 de enero de 2017.

Pero es que ponerme en los días de diario a hacer la crónica, con tantas historias y obligaciones, es muy complicado, así que en este domingo plomizo, nublado, algo lloviznoso, es cuando me puedo dedicar a plasmar las sensaciones, las emociones, los momentos de zozobra, que se viven en una carrera de veintiún kilómetros (y noventa y siete metros). Así que vamos al lío.
La mañana se presentó con una helada del doce, todos los coches con una capa de hielo que echaba para atrás el intento de salir a la calle, pero lo que nos ocurre a los corredores, no les ocurre a mucha gente, salimos haga el tiempo que haga. Hoy, sin ir más lejos, he estado entrenando dieciocho kilómetros bajo el agua.
Salgo para el punto de encuentro de los corredores del C.D. Navalmaraton, la Fuente del Poblado, donde desde siempre hemos quedado para entrenamientos y salidas a carreras. Al menos, la mañana viste soleada, aunque muy fría, y es que el termómetro de los coches, marca dos graditos, muy poco la verdad.
Iniciamos un viaje, que sin incidencias de ningún tipo nos lleva hasta Malpartida de Cáceres, mi pueblo materno, donde en su paraje, increíble, de Los Barruecos, se llevará a cabo esta prueba. Prueba en la que corrí en su primera edición, allá por el año 2012, y que significó mi prueba de Medio Maratón número 50. Prueba que me dejó con resultado agridulce, dulce por ese número, amargo, por cómo se desarrolló la prueba. Hoy era el momento de revertir la situación.
Hay que decir que nos personamos en la localidad, un total de catorce corredores del club, para disputar la prueba, bien la de medio maratón, como es mi caso y siete compañeros más, que son dos vueltas al circuito diseñado por la organización, y la carrera de diez kilómetros y medio, o lo que es lo mismo, un giro al trazado, que hacen seis más. El amigo Alberto Masa, se hace un entrenamiento de unos seis kilómetros, antes de empezar, porque le toca hacer una tirada de treinta kilómetros de cara al Maratón de Sevilla.
Llegada para recoger el dorsal, y la camiseta de turno. Siempre hay quejas sobre si se da más o menos, por el precio, pero es que organizar ni es gratis, ni es fácil, eso hay que valorarlo. Después a tomar un zumo, plátano, y a prepararse para correr, equipado con calzonas, camiseta de tirantes, manguitos y guantes, ah, y las gafas de sol. Tras los ungüentos de vaselina y cremas para poner a tono la musculatura, a calentar un poquito y a colocarse en la línea de salida. Calentando me encuentro con el amigo Diego Alcalá Castro, que está preparándose para un Ironman, vaya locura. 
Con los compañeros, antes de salir. Siempre grandes
Mucha gente bajo el arco de salida, dada la circunstancia reseñada anteriormente, y el sol, a la hora de la salida, once de la mañana, ya hace más agradable estar en la calle. Una serena tranquilidad me lleva a estar esperando la carrera, sensación que hace un tiempo no vivía. Se da el pistoletazo de salida, y todos a correr. Primer giro a la derecha, y empiezo a adelantar corredores por la acera, me voy situando, y no quiero forzar ningún ritmo alto, solo ir por sensaciones, sabiendo que el recorrido es exigente. El primer kilómetro aparece en 4:09, un ritmo algo alto, pero al ser el primero siempre se hace más fuerte de lo previsto. Ya iremos templando, y así seguimos avanzando por el asfalto, cuando pasamos por el segundo kilómetro, ya más tranquilo, en 4:20; se acabó mirar el reloj hasta el kilómetro siete. Empieza a alargarse el pelotón, una larga hilera nos lleva a entrar en el paraje de Los Barruecos, lugar de enorme belleza, con sus roquedos, sus charcas, y unas pistas muy buenas para transitar. Este lugar fue designado hace un par de años Mejor Rincón de España, y meses atrás ha sido el escenario del rodaje de una nueva temporada de Juegos de Tronos. Serie, por otra parte, que me la he tragado entera, todas las temporadas, cuando estuve convaleciente de mi fractura de húmero.
Al final de la larga recta del kilómetro 3, hay un giro a la derecha, y se ve a los corredores precedentes que empiezan a subir una cuesta. Empieza lo bueno. Llego al giro, y la cuesta aparece, el ritmo se ralentiza, y corredores que llevaba por detrás, me adelantan. Hay que apretar los dientes, no cesar en el esfuerzo y seguir adelante. Se coronó y ahora una pequeña bajada, donde recupero alguna posición. Así va a ser durante estos kilómetros dentro de Los Barruecos. Nueva subida, pequeña, bajada, giro a la izquierda, una gran charca dejamos a nuestra siniestra, y el primer avituallamiento, a beber tocan, En una de las rampas, un corredor me dice que no me pare, le contesto que las cuestas las hago tranquilo. Empieza la bajada, y le paso, en unos metros se quedó atrás. A estas alturas, quienes hayan optado por las mangas largas se pueden estar acordando, y es que con el sol en lo alto, y el esfuerzo, la sensación térmica sube. Llevo unos kilómetros detrás de Antonio, el Presi, al que veo cerca, parece que puedo llegar a alcanzarle, pero no me quiero obsesionar con esta idea, lo único que quiero es llegar bien. Dejamos atrás el sexto kilómetro, y empieza uno de los tramos más complicados de la prueba, que nos llevará hasta el kilómetro siete, primer tercio de la carrera. Una larga cuesta, muy dura, pequeña bajada, nueva subida, giro y el tramo se pone más exigente aún. Aquí, Antonio se va, sube mucho mejor que yo. Miro al reloj, 30:41 en el primer tercio, a este ritmo, me iría a la hora y treinta y dos minutos.
Una pequeña bajada nos lleva al Lavadero, zona del Museo Vostell, y de ahí salimos al asfalto, a la carretera que nos lleva al pueblo. Tramo que mira, como no, para arriba. En este momento empiezo a reservar, no quiero pasarlo mal en la segunda vuelta. El peor kilómetro que realizo en esta carrera es el noveno, el que me va acercando a la localidad, y es que no deja de picar para arriba. El kilómetro diez no lo veo, y me voy para la zona de meta, un par de giros dentro del municipio, y de frente está el arco de salida, pero hay que girar a la izquierda, un giro de ciento ochenta grados, y a pasar por un arco, que será el de meta. El reloj marca casi treinta y siete minutos.
A por la segunda vuelta. Estos dos claudicaron
Empieza la segunda vuelta, y aquí, como ocurre en estas carreras, nos quedamos bastante solos, muy distanciados unos de otros, salimos de la zona de asfalto, y comienza el tobogán de kilómetros por la tierra, kilómetro doce, trece y llego al catorce, nueva mirada al reloj, 1:03:03, el ritmo ha bajado, aunque el paso por kilómetro es bastante regular. Echo mano del gel, me lo tomo, y a buscar el kilómetro 15, donde espera el próximo avituallamiento, que, sin embargo, estará un poco más adelante, casi en el dieciséis. En mi particular pelea con un corredor de verde, que le dejo en las bajadas y me coge en las subidas, le acabo ganando, y empiezo a distanciarle. Esto parece hecho. Pero es decir esto y encontrarme de bruces con el kilómetro 17, que es el siete del primer giro, del que no me acordaba, que me queda algo parado al principio, pero sé que tengo que tirar para adelante, que hay que derrotarle, y paso a paso, zancada a zancada, voy sorteando los diferentes tramos de subida. Por detrás vienen dos corredores que me van a pasar, se nota, y dicho y hecho, antes de salir al asfalto, ya me han sobrepasado.
Salida al asfalto, buscando el kilómetro dieciocho, y delante tengo a un corredor de Moraleja, vestido de verde (otra vez), al que poco a poco, voy alcanzando, en plena cuesta. Le cojo, y cuando cambia un poco el nivel de la subida, se pone por delante, durante unos segundos, momento en que decido que debo intentar cambiar un poco el ritmo, y así lo hago. Cuando llego al kilómetro diecinueve, la distancia ya es importante, así que como no puedo coger a nadie por delante, y por detrás no parece que me puedan alcanzar, me dedico a mantener el ritmo. Paso por el campo de fútbol, avituallamiento, un poco de agua, y a entrar en el casco urbano, giro a la rotonda, recta, derecha, izquierda, y a dar la vuelta al bucle de llegada. Ya no hay nada que mejorar, ni empeorar, el reloj, a lo lejos lucha por llegar a la hora y treinta y cinco minutos, yo por acabar antes de que salte a ese dígito. Beso al aire, a mi padre, y cruzo la línea de meta. Tiempo final, 1:34:59.
Una nueva carrera de Medio Maratón a la saca, y ya van sesenta y seis. Mi objetivo, esta temporada llegar a la número 70. Según el calendario que tengo planeado, lo podré alcanzar, si no existen lesiones u otras circunstancias.
¿Qué decir de esta carrera? Que he tenido muy buenas sensaciones, que he disfrutado corriendo, he sufrido en algunos momentos, y es que nadie dice que esto es fácil. Lo importante, es que he vuelto a la dinámica de competición, esa que parecía no iba a recuperar tras tanto tiempo parado. Todo lo que trajo mi parón empieza a ser historia, y el presente, y el futuro, se muestra bastante halagüeño. Tras consultar la clasificación, puesto 77º de la general, de un total de 283 llegados a meta. Una buena posición.
Próxima parada, el próximo domingo día 5 de febrero en Plasencia, que anuncia circuito más llano que en anteriores ocasiones, a ver qué ocurre.

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