domingo, 12 de marzo de 2017

XI MEDIO MARATON DE MÉRIDA

Con los dorsales en la mano
Mérida, siempre está ahí. Es una prueba de Medio Maratón que no deja indiferente a nadie. Es un recorrido que transita por los principales monumentos y lugares de la antigua Emérita Augusta, aderezado por un trazado por momentos exigente, con buenas subidas y alguna que otra bajada.
Y hasta allí, después de cuatro años sin asistir, volví a inscribirme para participar en la misma. Deseaba volver a enfrentarme a la subida de la televisión, a la subida del Angliru, a pasar por el Circo romano, a correr por debajo del Acueducto de los Milagros. Es una prueba en la que he conocido el éxito personal, he mascado el amargor de la derrota, he participado con la mochila de la desgana, y he sufrido por no poder participar hasta en dos ocasiones, así que era el momento de volver a esta ciudad, en su undécima edición, para completar mi séptima participación.
Y al final, poco a poco, a través del grupo del club, nos fuimos animando unos a otros y nos apuntamos hasta un total de diecisiete corredores del colectivo, entre ellos Ana Ruiz, que debutaba en la distancia. Bonito el lugar, exigente el recorrido.
La mañana dominical vestía de nubes y algunas gotas se dejaban notar en el trayecto hasta la antigua Mérida. Y tras parar a tomar un café, u otros mejunjes en San Pedro de Mérida, en el Juan Porro, lugar de costumbre para los que acudimos a Mérida, nos fuimos para la capital extremeña. Tras un par de vueltas, conseguimos llegar a los alrededores del Pabellón “Guadiana”, lugar donde se recogían los dorsales, a cien metros de la línea de salida, en la Avenida de la Libertad. 

Preparados para la faena
Recogemos el dorsal, original, personalizado, y con el número tanto en números árabes, como en cifras romanas.
Y allí fuimos coincidiendo todos los miembros del club, y así cayeron las primeras fotografías, hasta terminar con todos uniformados para la batalla atlética. La temperatura se iba tornando ideal para correr, y con el cielo encapotado, sin amenazas de lluvia, se hacía perfecta la mañana.
Casi dos mil corredores nos congregamos junto al arco de salida, y un cañonazo fue la forma de indicarnos que podíamos empezar a correr, y se puso la caravana en movimiento. Y entre todos ellos, yo, allí, zapateando, pasando en los primeros metros a Maricruz, que se queda junto al globo de la hora y media. Paso por el Puente Lusitania, hacia el Paseo de Roma, y ahí está el primer kilómetro. Lo paso en 4:09. Puede parecer un ritmo algo alto, y sigo hacia delante, para pasar por el Puente Romano, que se me hace largo. Dejo atrás el kilómetro 2, y Antonio está muy cerca de mí. Empiezo a notar que las piernas van tocadas, cargadas, doloridas, y es que los últimos entrenamientos, guíados, con series exigentes en la última semana, parecen hacer mella.
Por el Puente Romano (Kilómetro 2)
Al abandonar el puente alcanzo a Antonio, y le dejo vamos hacia la Avenida Reina Sofia, antigua Carretera N-V, donde el terreno pica un poco para abajo, y se observa la larga caravana de corredores que hay. Paso por el Río Guadiana, por tercera vez, en tres kilómetros escasos. Avanzo hacia el kilómetro 5, primer avituallamiento, y me pasa el globo de los noventa minutos. Alcanzamos el kilómetro seis, hacemos un cambio de sentido para llegar a la entrada del Circo Romano, con cambio de terreno, ahora toca pisar hierba. Salimos del lugar, custodiado por soldados romanos, para salir a buscar el centro de la ciudad, hacia la Basilica de Santa Eulalia, y antes pasamos por el kilómetro 7; el reloj indica que voy en 29:45. A este ritmo llegaría por debajo de la hora y media, pero las piernas están avisando que no sea tan optimista, que soy muy exigente.
A llegar al avituallamiento de esponjas nos juntamos Maricruz, Antonio y yo, y así seguimos, tirando un poco de nuestra compañera, que parece algo más pegada que nosotros. Llegamos a la entrada al parque donde está situado el Acueducto de los Milagros. El paso por este monumento histórico es realmente algo mágico. Tras abandonar el parque donde está situado, buscamos el kilómetro 10. Maricruz se queda. Antonio se va. Y yo, me quedo en el medio de la batalla, solo, a mi ritmo. Paso por los diez mil metros en 42:23, un ritmo muy, muy bueno. Pero es pasar este punto, e inconscientemente, aflojo el ritmo, para ir preparando las primeras exigencias del recorrido. Es el tránsito hasta el kilómetro 13, donde  comienza el momento donde el terreno desata sus hostilidades.
Bajo el Arco de Trajano
Las sensaciones no son buenas, parece que voy atascado, que no doy más, parezco un autómata que coloca una pierna y después la otra, dejándome llevar. Paso, nuevamente por el Puente Lusitania, kilómetro 13, giro a la derecha y comienza la subida a la cuesta de la televisión, y aquí, lógicamente, el ritmo decrece, y cada zancada empieza a costar. No obstante, alcanzo el kilómetro 14 en 1:00:07, aún así sigue siendo un muy buen ritmo de carrera, no he perdido tanto. Solo queda un tercio de carrera. Momento de tomarme el gel que llevo, buscando la mejoría que necesito, que me permita correr mejor. Zona de toboganes hasta la llegada al avituallamiento del kilómetro 15, y desde ahí comienza el descenso al Puente Romano, donde está colocado el cartelón del kilómetro 16. Hay bastante ambiente en esta zona. Salida del puente y entrada hacia la calle Cava, que rodea la Alcazaba emeritense, en ligero ascenso, paso por la Presidencia de la Junta, y por la calle Atarazanas, vamos cerca del río, buscando la Avenida de Lusitania, donde está situada la zona de subida que marcará el final de la carrera, la llamada subida del Angliru, la que te lleva a la entrada del Hotel Velada. Larga cuesta, empinada, sin descansos, casi seiscientos metros de exigencia.
Empiezo bien, pero el no ver el final de la cuesta me hace que pueda conmigo y que haga más lento el paso, las zancadas se acortan, y el corazón golpea cada vez más fuerte. Al fin, y con no poco esfuerzo, consigo llegar arriba, coronar la cima, y tras pasar por la puerta del establecimiento hotelero, alcanzo el kilómetro 19. Ya solo faltan dos mil metros, voy en 1 hora y 22 minutos. Este último tramo se hace bastante bien, así que podría recuperar algo.
Pero es decir esto y encontrarme con el cambio de recorrido, que algo me habían comentado, y en vez de entrar por el tramo empedrado a la zona monumental, nos giran a la izquierda para bordear el lugar donde están el teatro y el anfiteatro romanos. Trayecto que pica un poco para arriba. Giro a la derecha, y por una puerta lateral entramos al recinto de estos monumentos, por una senda muy estrecha, de tierra, hasta salir por la entrada principal. Ahora, sí, volvemos a la zona donde está el Museo y que nos llevará a la calle Sagasta. En este lugar, las terrazas de los bares ocupan con sus armatostes la zona más cómoda para correr, dejando un angosto pasillo para poder ir por él. Al ir solo, puedo transitar por esta zona. Pequeña subida, y vamos por la calle Sagasta, donde está el Templo de Diana, la calle empieza a tirar hacia abajo, y pasamos por el kilómetro 20, la carrera está prácticamente finalizada.
Saludando a la cámara, tras cruzar la meta
Y es aquí donde vuelve a modificarse el tramo de carrera. Anteriormente se bordeaba la plaza y se bajaba a la zona del río, pero este año, entramos en la plaza, y nos llevan por la calle que antes era de llegada, haciéndola ahora de salida. Adónde nos llevarán. Cuando acabamos la calle San Salvador, giro a la derecha, por una calle, denominada Holguín, que es toda en subida, sin apenas gente, en soledad, con la exigencia, con el último hálito, esperando ver el final de lo que parece ya una tortura, aún así tengo fuerzas para sobrepasar a algún corredor.
No se adivina el final, por más que uno lo busca con la mirada, la calle va haciendo una ligera curva. Pero todo termina, y se gira a la derecha, un poco de callejeo, y paso por debajo del Arco de Trajano, aunque apenas se disfruta, porque uno desea alcanzar la meta. Desde aquí, el tramo es en bajada, los últimos ciento cincuenta metros, donde se ve el arco de meta, y me relajo, lo que aprovecha un corredor para adelantarme.
Se acabó la carrera, al final en un tiempo de 1:32:56, un tiempo, quizás, algo discreto, pero es lo que hay, los últimos siete kilómetros el ritmo se ha bajado y mucho. Entre unas piernas que querían poca guerra, y una escasa lucha psicológica se han convertido en un cóctel que me han hecho llegar al final algo tocado. Aún así, sesenta y ocho medios maratones completados.
Posición 254 de 1.613 corredores llegados a meta.
El final en la Plaza de España, de reducidas dimensiones, con cerca de dos mil corredores, acompañantes y curiosos, se queda harto pequeña para este evento. Tras recoger la bolsa del corredor y avituallamiento, toda en una, nos vamos hacia la zona de duchas, en el Pabellón Guadiana a más de un kilómetro de la zona de llegada. Pero es llegar allí, y la intención de tomar una ducha se convierte en imposible, amén que es con agua fría. Y es que a la misma hora, en el Pabellón se está disputando un partido de baloncesto, y solo hay dos vestuarios para todos los corredores, uno para chicos y otro para chicas. Un, en mi opinión, grave error de previsión. Así que nos cambiamos, como podemos, en los pasillos de la instalación, sin ducharnos, sin mojarnos.
Para celebrar una nueva carrera, nos tomamos unas cervezas unos cuantos compañeros, entre ellos Ana Ruiz, muy feliz por su primera carrera de medio maratón finalizada, en un tiempo de 1:49, muy buena marca para comenzar, y más en una carrera dura como ésta.
Con los corredores romanos
Tras esta carrera las piernas han quedado muy castigadas, y no se han recuperado en condiciones hasta el miércoles. Cierto es que todo el plan está orientado hacia el Medio Maratón de Cáceres, que es el próximo día 2 de abril, para el que ya estoy inscrito. A ver si soy capaz de aguantar las exigencias, y llegar en buenas condiciones a Cáceres.
El resumen que he de hacer es el de una nueva prueba de Medio Maratón finalizada y el objetivo del setenta medio maratón, que debe ser en Gijón, cada vez más cerca. Tengo que celebrar que puedo seguir corriendo, que estoy acercándome a mis tiempos, cuando al principio se me antojaba imposible.

Y ya, para finalizar, como sigo con mi costumbre, os dejo el enlace al vídeo de uno de los cantantes que suelo escuchar cuando voy a entrenar, en este caso es Loquillo, con su canción “Memoria de jóvenes airados”, con un vídeo donde aparecen glorias del baloncesto de los años ochenta.

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