viernes, 26 de octubre de 2018

XVIII MEDIO MARATON VIRGEN DE LAS CRUCES

Antes de empezar la carrera

Han pasado ya días, y aún resuenan en mi mente los efectos de una carrera, de una prueba, que me ganó casi desde la salida, y a la que no encontré, en ningún momento, una sensación medianamente positiva. Fue una jornada difícil de digerir, pero de la que he de intentar sacar, al menos, una enseñanza, una lección, aunque sea pequeña, para futuras carreras. 
Y es que la idea que yo tenía de lo que debía significar para mí el XVIII Medio Maratón Virgen de las Cruces, que se disputaba en la localidad de Don Benito (Badajoz), prueba a la que no acudía desde hacía nueve años, fue completamente contraria a lo que al final resultó. En aquella edición tampoco se me dio bien, y hoy ocurrió lo mismo. 
Esta carrera la metí en mi lista de eventos a disputar antes de finalizar el año, buscando acercarme lo máximo número cien en los medios maratones disputados, con vistas a coincidir con el XI Medio Maratón de Navalmoral de la Mata, que se disputará el año que viene. Aun queda un tramo. 
Esperé a pasar el Medio Maratón de Talavera, con su aminoración de la distancia recorrida, a ver las sensaciones con las que salía, y a pesar de no ser las mejores, mi tozudez me hace buscar mejores sensaciones enseguida, y con esa idea iba. Craso error. Pero bueno, vamos a empezar a hablar de la propia carrera en sí. 
Con una jornada anterior, la del sábado, que en la tarde noche dejó bastante agua en nuestra zona, y también por la zona de la carrera, amaneció un domingo nublado, pero con muy buena temperatura, quizás algo alta, que hacía aparecer la temida humedad, en un recorrido que no es fácil ya de por sí, con la subida a la Ermita de las Cruces, por caminos de tierra, y un trazado nuevo desde la edición pasada, que resultó complicado y exigente. Y hasta la ciudad pacense nos acercamos Javier, Carlos Tapia y el que esto escribe, juntándonos allí con Maricruz y Alberto. Cinco representantes del club en Don Benito. 
Llegamos con una hora de antelación, y aparcamos el coche, a unos trescientos metros de la zona de salida y meta, situada en la Plaza de España. Tras recoger el dorsal, nos fuimos a continuar con el rito del café, y pasar por el servicio. La primera en la frente, no hay ropero para recoger las mochilas, lo que hace que tengamos que acercarnos al coche a soltar todo el material, y luego volver, casi con la hora encima, a la zona de salida. Pero tras descargar la vejiga, nuevamente, me voy para la zona de salida, donde estamos unos trescientos corredores, entre los que vamos a disputar el Medio Maratón, y una carrera corta, denominada Cross de La Velá, de unos siete kilómetros. Se da el bocinazo de salida, y salimos todos juntos, y es que vamos a compartir el primer kilómetro unos y otros. Carlos y yo salimos juntos, y cuando llevamos unos metros, nos adelanta Jayro, que va a realizar la carrera corta. Saludos, y cada uno a lo suyo. El primer kilómetro lo hemos hecho en 4:22. La verdad es que sería buen ritmo para toda la prueba. 
De vuelta ya para Don Benito
El segundo kilómetro marca hacia abajo, por lo que el ritmo se puede mantener, y así seguimos hasta el cuarto kilómetro. Voy haciendo caso a las piernas, que van aguantando las exigencias. La carrera se empieza a alargar, cada corredor va intentando buscar su ritmo, y yo también. No tengo buenas sensaciones, me noto un poco agobiado, aunque físicamente no me noto nada mal. Sigo al lado de Carlos, nos pasan algunos corredores, entre ellos Javier, de Don Benito, calzado con unas sandalias específicas para correr, es lo que se conoce como corredor minimalista. Vamos buscando el kilómetro 5, y mi compañero se empieza a marchar unos metros, yo no me quiero cebar, no voy nada a gusto, y me dejo llevar al ritmo que tengo. Primer trago de agua, y a seguir con la carrera. 
Empiezan las primeras subidas, del tramo de tierra, con algunos charcos, que nos hacen ir esquivando, y me alcanza Maricruz, que venía por detrás. Me agarro a ella, y transitamos unos kilómetros juntos. Dejamos atrás el sexto mil, y seguimos hacia adelante, aunque la cuesta empieza a hacer acto de presencia, las piernas empiezan a no responder a mi intención, yo empiezo a flaquear mentalmente. Pregunto a mi compañera, me dice que aún quedan cerca de dos kilómetros, que son los peores, y vamos que lo son. Paso por el kilómetro siete, primer tercio de la carrera, que siempre tomo como referencia. Ya voy en 31:33, a este paso, haría cerca de hora y treinta y cinco minutos, sin consigo mantenerme en estos ritmos. Los primeros corredores ya vienen de vuelta. Pero viene el peor kilómetro, el que nos lleva hasta la Ermita, y ahí Maricruz se va para adelante, toca apretar dientes, mirar hacia abajo, y mover piernas. En este punto, me doy cuenta que no voy nada cómodo, que cada paso me va costando, la gente me adelanta. Entramos en el recinto del edificio religioso, y nos toca salvar un escalón, para ir por el césped, rodear la ermita, y volver a salir. Un ciclista que iba a mi lado, tropieza, y gracias a que me saca unos metros, no cae encima de mí. Hay que seguir. Tras salir, está el cartel del octavo kilómetro. Me cruzo con Javier, y ahora toca recorrer a la inversa este recorrido, que nos llevará casi hasta el kilómetro 15. Voy empezando en bajada. Pero no noto fuerza para correr más deprisa. Vienen corredores de cara. El camino no es muy ancho para hacerlo de ida y vuelta, pero gracias a que hay pocos corredores participantes, se puede salvar la situación. 
Ahora me toca hacer una travesía en el desierto, voy solo, algún corredor me sigue adelantando, casi no alcanzo a ninguno. Corredores que en otras pruebas suelen llegar por detrás de mí, en esta carrera me enseñan la espalda. Hoy va a ser un día duro. Hay que seguir, el camino es rompepiernas, y aunque ahora pinta hacia abajo, siempre hay algún pequeño repecho que te hace frenarte. El ritmo se ha hecho más lento, no encuentro más fuerza. Cojo agua en el avituallamiento del diez, y sigo a lo mío. Pasan los kilómetros once, doce, trece, con la misma tónica, me siguen adelantando corredores, aunque los tengo muy cerca, me van a servir de referencia. Aparece el kilómetro 14, y ya se dejan ver los primeros edificios de Don Benito. Mirada al reloj, 1:04:40, apunta a 1:38 en meta. En este momento me planteo lanzarme a buscar un ritmo algo más rápido, con la intención de revertir esta situación, pero desisto de hacerlo, me voy a dejar llevar, y ya iremos viendo los siguientes kilómetros. Abandonamos el camino, y salimos al asfalto. Momento en que, quizás se pueda correr más. Nada más lejos de la realidad. 
Entramos en una urbanización de las que crecieron como setas al amparo de la burbuja inmobiliaria, con mucha calle, y poca vivienda. Pinta hacia abajo, dejamos el kilómetro 15; hasta que giramos a la derecha, y volvemos a girar a la derecha, a la Avenida de Cánovas, donde nos espera un carril bici, de unos seiscientos metros, siempre para arriba, lo que hace que las piernas duelan, que cueste moverlas. El cartel del 16, lo dejamos atrás, y salimos a la rotonda, donde se ve el cartel del kilómetro 18, pero aún tendremos que dar una buena vuelta. Corredores ya van para la zona de meta, y nosotros a recorrer lo que ellos ya hicieron. 
Estamos en zona de llano, y vamos por la calle Cañón, que es en bajada, a ver si se acaba todo, y podemos marcar ritmo. Pasamos por la calle Amargura (buen nombre, sin duda), damos la vuelta por la calle Piedad, y tras girar una nueva calle, nos presentamos ante lo que es una auténtica trampa, la subida de la calle Mártires, la que nos lleva a la Parroquia de San Sebastián. Cuesta terrible, empinada, que acaba por destrozarme física y moralmente, apenas tengo fuerzas para seguir. Por delante, va un corredor, con un acompañante ciclista, no sé si llegaré a cogerlo en lo que queda. Giros a izquierda a derecha, y, por fin, llego al kilómetro 18. Ahora soy yo el que veo a los que van entrando en el tramo, para mí, más exigente de la carrera, por la altura en la que está situado de la carrera, con las fuerzas ya muy mermadas. 
Ahora voy para la zona centro de la localidad, donde las calles, pintan para arriba, una, para abajo, otra, apenas hay tramos llanos. Voy por un tramo recto, dividido en tres calles, que nos lleva muy cerca de la Plaza, que no se alcanza a ver, porque si no, sería matador. Y salimos a la calle Doña Consuelo Torres. Voy completamente solo, por delante el que va con el ciclista, pero a más de cien metros. Hay veces que en los giros le pierdo de vista, y temo confundirme de recorrido, pero está marcado en el suelo, y siempre si preguntas al voluntario o al policía te indican. Paso el kilómetro 19, y ahora sí, salimos a la Plaza, donde se ve a los corredores que van llegando, y a nosotros aún nos quedan dos mil metros. Estos se tienen que hacer sí o sí. Pero aquí aparece el tramo adoquinado de la Calle Goizard, que me cuesta un montón, porque se pisa fatal, hasta que nos desvían por la calle de Pérez Galdós, donde ya no vemos a los que van llegando. Ahora toca soledad, apenas hay gente por la calle, yo voy solo, por delante, a cien metros un corredor, por detrás habrá distancias parecidas, no miro para atrás, costumbre que tengo de siempre. 
La calle San Antonio, después la de la Madre Teresa Jomet, y tras ésta aparece la calle Santiago donde marca el kilómetro 20. Si tuviera fuerzas era el momento de apretar y dar todo lo que tuviera en mi cuerpo, pero, desafortunadamente, no es el caso, bastante que voy a llegar, sin haber echado el pie a tierra, que sigo corriendo. Al fin, aparece la Avenida de la Constitución, que nos llevará rectos a la línea de meta. Es donde tenemos aparcado el coche. Me acerco a algún corredor, que va peor que yo, incluso uno se pone a andar unos metros, y cuando estoy muy cerca de él, vuelve a iniciar la carrera, y no lo alcanzo. Un par de corredores me adelantan. Se me está haciendo larga esta última recta. Al final, aparece la imagen de la Iglesia de Santiago, que está en la Plaza. Paso, nuevamente, por el tramo de adoquines, y entro en la plaza. Nos recibe el cartel del kilómetro 21, hay que dar una vuelta a la plaza. Ahora sí echo una mirada hacia atrás, y veo que nadie me inquieta, por lo que no me obligo más, y me dejo llevar hasta la meta. 
Beso al aire, para mi padre, paso por la línea de meta. Parada del crono, tiempo final 1:38:20, una marca realmente bastante decepcionante para mí. Cada kilómetro ha sido más duro, para mí, que el anterior, y solo mi decisión de no pararme me ha hecho llegar a la línea de meta. Desde luego no es una carrera para recordar, aunque tampoco debe ser para olvidar, siempre hay que extraer una enseñanza de cada experiencia. Un detalle, iba tan crispado, que ni me acordé de tirar del gel que llevaba encima. 
Los comentarios respecto del recorrido son casi unánimes, ha sido muy exigente, sobre todo al final. En mi opinión las vueltas por la ciudad al final de la carrera, en este caso, más de seis kilómetros, me parecen excesivos, máxime cuando se corre por calles desiertas. El correr por las calles de la localidad al final, lo único que hace es que se generen más atascos, más retenciones. Para mí, debería hacerse el recorrido por la localidad al inicio, cuando los corredores van más juntos, y se acabarían antes los cortes de tráfico. Por otra parte, para el corredor, venir de hacer la carrera, y llegar a la línea de meta directamente siempre es más reconfortante. Y es que correr al final por el interior, hace que te cruces con los corredores que van por delante de ti, y eso siempre, al menos para mí, es frustrante. 
Con esta carrera ya sumo ochenta y tres medios maratones. Al final, tras salir dos días a entrenar, y llegar con sensaciones mejores que el domingo pasado, he decidido inscribirme al Medio Maratón Riberos del Tajo, que tendrá lugar este domingo. Mi planteamiento en esta prueba es tomármelo como un entrenamiento, y si al final hay fuerzas, apretar, para llegar con buenas sensaciones a la meta. Ya veremos. 
Para rematar esta crónica, y como llevo ya un tiempo, os dejo una canción de aquellas que yo suelo escuchar cuando salgo a correr. En esta ocasión, una de Melendi, “YO ME VEO CONTIGO”

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