jueves, 18 de octubre de 2018

XXXII MEDIO MARATON DE TALAVERA DE LA REINA

La imagen puede contener: 10 personas, incluidos Álvaro Rguez, Carlos Tapia, Ana Ruiz, Faustino Garcia Chaves y Antonio Serradilla, personas sonriendo, personas de pie y exterior
Con los compañeros del Club

El domingo di comienzo a mi particular temporada de Medios Maratones, y acudí, como en otras tantas ocasiones, a Talavera de la Reina, en la provincia de Toledo, para disputar su prueba, que en esta ocasión celebraba su trigésimo segunda edición, pero la verdad es que para llevar tantos años, la de este año, ha sido, con diferencia, la peor prueba de Medio Maratón en la que yo haya participado en mis casi veinte años de corredor aficionado. 
Pero vamos a ir por partes, y así todo va transcurriendo en su modo lógico. Con la amenaza previa, que se daba en la televisión, los días anteriores, sobre el huracán Leslie, que iba a entrar por la península, e iba a dificultar la jornada dominical, afrontábamos con incertidumbre lo que podría devenir. Al final, en nuestra zona, mucho ruido, pocas nueces, pero, eso sí, dejó una mañana desapacible, con aire, a veces viento, y bajada importante de temperaturas. 
Después de dar algunos compañeros buena cuenta del desayuno en el bar donde quedamos, la expedición del Club Navalmaraton, con una docena de sus miembros (y miembras) marchamos a la ciudad de la cerámica, para afrontar esta carrera, once íbamos a enfrentarnos al Medio Maratón, y una, Ana, a la carrera de diez kilómetros. 
Carrera en la que yo, por otra parte, nos la tenía todas conmigo, porque tras un verano con unos entrenamientos bastantes discretos en las prestaciones, sin encontrarme a gusto cuando forzaba ritmos, la incertidumbre apareció, aunque la última semana parecía que la mejoría se iba haciendo algo más patente. Pero aún así, con mi pesimismo característico, iba con muchas más dudas que certezas a por esta primera prueba de fuego de la temporada. 
Evento que el año pasado decidió cambiar su recorrido, con su origen y final en el Recinto Ferial, aprovechando los primeros diez kilómetros, recorriendo el puente atirantado de Talavera de la Reina, una de las manifestaciones del despilfarro de los políticos españoles en los tiempos de la bonanza. Al menos, para algo debe servir. 
Tras la fotografía de rigor, y recoger el dorsal, con la consiguiente bolsa del corredor, compuesta de gafas de sol y camiseta, nos encaminamos a los coches, para como buenamente pudiéramos, proceder a enfundarnos en la elástica con la que representar a nuestro club y salir a correr. Última parada en el servicio antes de irnos para la zona de salida, y allí el speaker, el animador, comunica que va a haber un retraso de diez minutos en la salida, porque se están rematando flecos en el recorrido. Allí, mientras tanto, se entretiene uno hablando con los corredores con los que coincide en más de una carrera, los hermanos Núñez, David Magán, quien me dice que anda mal del estómago, Antonio Serradilla, que viene desde Cáceres para disputar esta carrera, y ya, al fin, siendo las diez y diez, se da la salida a la carrera. Y empezamos a correr. 
A mi lado se sitúa Jayro, que va a hacer los diez mil metros, que, cosas del circuito, van a ser 10.350 metros, eso sí, preavisados están los participantes. Al instante, nos alcanza Antonio Mohedano, insigne y veterano atleta de más de 70 años, que no falta a casi ninguna cita, y cuyo ritmo aún sigue siendo endiablado. Vamos por la Avenida de Madrid, y el aire se empieza a notar, pero aún protegido por los edificios, no hace estragos. El reloj marca el primer millar de metros, y el cartel, está situado cien metros más adelante. Veremos a ver cuántos metros hacemos al final. El primer kilómetro, lo hago en 4:10, según mi reloj, en 4:30 según el cartel. Y giramos a la derecha, por la calle Fundidores, que nos llevará hacia el puente, y aquí el aire se empieza a notar de cara. El grupo se va estirando poco a poco, los corredores nos vamos colocando en nuestros ritmos, o en los que pretendemos llevar, porque el asfalto, el cuerpo, dirán dónde acabamos cada uno. 
Pasamos el segundo kilómetro, que también muestra diferencia con el gps, y empezamos el ascenso al puente, una leve subida, que con el aire de cara, se hace más fatigosa. Poco a poco vamos haciendo un grupo de corredores, para subir la tendida, pero leve, cuesta. El aire hace estragos, pega por todos lados, estamos en un punto bastante alto, sin abrigo. Ya pasamos el tercer kilómetro, punto en el que Josequi me adelante, y avanzamos hacia el cuarto, ya en ligera bajada. Seguimos corriendo, me alcanza Juan Antonio Luengo, y marcharemos unos kilómetros juntos. Pasamos la rotonda, buscamos el quinto kilómetro, donde nos darán agua. Pero, el avituallamiento apenas se ve, una sola mesa, vacía, con un chico allí, y nos tocará esperar a la vuelta para poder coger la botella con el líquido elemento. Llegamos a la rotonda de la Carretera de Los Navalmorales, y ahí comenzaremos la vuelta del puente. Este tramo empieza a picar hacia arriba, aunque tenemos el aire a favor. Llegamos a la zona de avituallamiento, y es increíble lo que allí ocurre. Como he dicho antes, un solo voluntario, y con todas las botellas empaquetadas, plastificadas, sin abrir, y allí nos paramos Juan Antonio y yo a romper el plástico para poder sacar agua, y beber algo. Por otra parte, nos dan botellas de medio litro, sin duda alguna, un derroche innecesario para dos sorbos que se dan. Como sé lo que ha ocurrido, cuando me encuentro de cara con Sergio y Daniel les doy la botella, y les digo que más adelante no hay agua. En fin, a seguir corriendo. 
Antonio Mohedano, se quedó detrás, el grupo se marcha por delante, con Josequi adelantado unos metros, mientras Jayro, que sigue a su ritmo, se va alejando paso a paso. Por detrás noto como Antonio se acerca. Coronamos el centro del puente, y comenzamos el descenso que nos llevará a la calle Fundidores, y de ahí, para el centro de la ciudad. Yo voy a mi ritmo, manteniendo las pulsaciones en torno a las 140, no quiero sufrir en exceso. Pasamos el sexto kilómetro, y seguimos avanzando. El séptimo kilómetro, el primer tercio de carrera lo hago en 30:53, a este ritmo, llegaría en 1:32/1:33, lo que preveía al principio. Ya estamos en la larga recta de la calle Fundidores, y al final se adivina el giro a la izquierda. Vamos juntos Antonio y yo. Las rachas de aire, aunque parecen favorables, de vez en cuando, castigan de costado. El día no es el más propicio para correr, sin duda. Tras pasar el octavo kilómetro, nos vamos acercando a la Avenida de Madrid. Giro a la izquierda, y ya estamos en la ciudad, buscando la zona de salida, donde los del diez mil se irán para meta. 
En este giro, Antonio me saca unos metros, y me dice que me vaya con él, le digo que no se preocupe que yo voy a lo mío. Será una referencia visual a lo largo de la carrera. Me voy con un corredor, que lleva mi ritmo, pero cuando llegamos al kilómetro diez, éste se va a hacia meta, después de desearme suerte. Tras pasar la alfombra de control, llega el avituallamiento, más bien el intento, porque cuando llego a intentar agarrar una botella de la mano de la única chica que está dando botellas, no llego a agarrarla, quedándonos unos cuantos sin poder beber, lo que no hace otra cosa que arreciar las críticas a la gestión de los avituallamientos por parte de la organización. Paso el diez mil en 43:56. Ahora los escasos carteles que quedan en pie, están situados antes que la señal del gps. A ver cómo acaba esto. 
Entramos en la Avenida de Extremadura, y después giramos hacia la zona de El Corte Inglés, donde está situado el kilómetro once, para salir a la Avenida Pío XII, donde nos situaremos en uno de los tramos del anterior circuito, el que nos lleva a la Avenida Juan Carlos I, donde está situada la Piscina Climatizada, y zona de salida y meta de años anteriores. Ya viene Jorge de vuelta, y nosotros para adelante. Entro en la Avenida de Juan Carlos I, y observo, extrañado, como los corredores siguen rectos hacia la Estación de tren, sin hacer lo que yo vi en el circuito colgado en la página web, un giro a la derecha, para transitar por la Ronda de los Andes, y tras hacer un giro de 180º, volver en sentido contrario, para enlazar, nuevamente con la Avenida de Juan Carlos I. En fin, lo mismo lo han cambiado, a seguir corriendo. Ya nos vamos estirando. Mi ritmo no es el mejor, no me siento a gusto, aunque viendo el reloj, voy en ritmo de 4:20/4:25, dentro de lo previsto. Hay que seguir corriendo, intentar mejorar las sensaciones. Ya he pasado los doce kilómetros, y estoy nuevamente en la Avenida Pío XII, donde teóricamente está el cartel del kilómetro 13, pero no, nos encontramos con el del 14, donde me dice que he pasado en 1:00:20, muy buen ritmo, y, sin embargo, mi reloj dirá que los he hecho en 1:01:43. Esto no pinta bien. Cuando paso este punto kilómetro tiro del gel, para buscar esas fuerzas que noto no tengo para poder mejorar mi ritmo al final de la carrera como siempre hago. Ahora voy por la Avenida Pío XII, largas rectas, con corredores de uno en uno, de dos en dos, poco público, algún ánimo. Y al llegar a la Rotonda de los tres olivos, nos vamos por la calle Segurilla, calle por la que transita la San Silvestre. Aquí hay algo más de gente. De ahí, desvió por Comuneros de Castilla, y larga recta, donde está el kilómetro 15, el avituallamiento, al ir más separado, habrá menos problemas. Efectivamente, aquí las botellas las ha dejado el voluntario encima de la mesa, así que coges una y tiras tres. Pero bueno, dos tragos, y a seguir corriendo. 
Giro a la izquierda, para adentrarnos en la Calle Reyes Católicos, seguir hacia adelante, y llegar, previo giro a la derecha a la Puerta de Cuartos, entrando en la Calle Juan de Mariana, donde está el Pabellón JAJE, hasta el final, giro a la derecha, por la Avenida de la Real Fábrica de Sedas, alcanzo a un corredor de amarillo; cuando llegamos a la rotonda, que tenemos que rodear, para situarnos dirección al centro de la localidad, nos alcanza un corredor, que va más rápido que nosotros, pero se va hacia delante, recto, por lo que le llamamos la atención, y le decimos que está equivocado, nos lo agradece, y con su ritmo nos deja. Antonio cada vez le veo más lejos. Si tuviera fuerzas, intentaría recuperar la diferencia en estos kilómetros, aunque no lo veo muy claro. Sigo por la recta, miro el reloj, para ver mi ritmo, no es malo del todo. Llego a la glorieta de los leones, y entro en el Puente de Hierro, el aire vuelve a azotar de frente, haciendo duro y largo el paso por aquí. El corredor de amarillo me saca unos metros. Abandonamos este puente. El aire nos da un respiro y en un giro a la izquierda, entro en el Puente Romano. Cada zancada que doy, me voy animando más y más, porque ya se atisba el final. No consigo mejorar mi velocidad, como casi siempre he hecho en los últimos kilómetros. Así que, lo mejor es mantener el ritmo que llevo, y no perder demasiado. Tras salir del puente, por la Ronda del Cañillo, voy hacia la Avenida de Castilla La Mancha, el final está cerca. 
Paso la rotonda, ya estoy en la Avenida, y antes de llegar a la Plaza de Toros, tirado, en el suelo, está el cartel del kilómetro 20, y mi reloj no ha marcado aún el 19, ¿qué ocurre?. Ya veremos. Sigo intentando mejorar mi ritmo, pero las piernas parecen encasquilladas en la tendencia de toda la mañana. Fin de la Avenida, y giro a la derecha, para buscar el arco de meta. Un leve giro a la derecha, y ahí aparece el arco; se ve el cronómetro que dice que voy a hacer una hora y veintiocho minutos. ¿Qué ha pasado? Cruzo la meta, paro el reloj en 1:28:05, miro la distancia recorrida en mi gps, me dice que he hecho 19,890 kilómetros. Hablando con los compañeros, con otros corredores, todos coinciden, nadie ha hecho más de veinte kilómetros. El cabreo, el estupor, la indignación, es máximo entre los participantes. La gente se va muy disgustada con la carrera, con todo lo que ha rodeado a los aspectos organizativos. Había gente que había puesto horas de entrenamiento e ilusiones en esta carrera, para que ahora se haya ido todo por tierra. La marca, oficial, la que figura en las clasificaciones, y que será historia, es buena, muy buena, para muchos, pero la realidad es la decepción de haber tenido al alcance, algunos, su marca personal, y por estos factores, ajenos totalmente, al atleta, se quede totalmente desvirtuada lo que podía haber sido la recompensa a un gran esfuerzo. 
Evidentemente, el fallo ha estado en la supresión, en ignorar el tramo de la Ronda de los Andes, quizás el voluntario o voluntaria que debía estar allí, no estuvo bien informado, y decidió cortar para que no circularan ni los vehículos, y ni los corredores. El animador, en un intento de minimizar los efectos, habla de 500/600 metros menos, pero la realidad, tozuda, es que ha sido más del doble de lo que dicen. Una vez todo se va calmando, los corredores, en los vestuarios, en los corrillos que se montan, nos empezamos a tomar a broma todo lo ocurrido, pero lo que es cierto es que la imagen de una carrera señera para muchos de nosotros ha quedado algo lastrada por esta situación. 
Porque el tema de los avituallamientos, con ser importante y serio, es pecata minuta, comparado con el de la medición de la carrera, que ha de ser, sin duda, el puntal único y máximo de un medio maratón, que se acerque a la distancia real de la carrera, los 21.097 metros. Siempre, los relojes hablarán de cien metros arriba, de cien metros abajo, aunque eso siempre es perdonable, pero este error de bulto ha sido mucho. 
Otro tema en el que hay que incidir es el de las categorías, no se pueden crear solo dos categorías de veteranos, una de 35 a 39 años, y otra de 40 en adelante. Es una falta de respeto a los corredores, que cada vez con más edad, compiten en estas pruebas, y a quienes gusta verse recompensados en la disputa con corredores de su tramo de edad. No tiene ningún sentido, comparar a un corredor de 40 años recién cumplidos con uno de más de 65 años, que más de uno había. Y, para terminar, decir, que poner el límite máximo en 2 horas y diez minutos, para cerrar la carrera es, a mi entender, excesivo, ya que casi todas las carreras, empiezan a cerrar a las dos horas y media, y es que esta es una forma de favorecer que corredores más modestos puedan enfrentarse a esta distancia, sin la tensión de verse apeado de su objetivo, por no llegar dentro de un límite excesivamente restringido. 
En cuanto a mis sensaciones, decir que ha habido de todo. Empecé bien, me encontraba cómodo, pero según avanzaba la carrera, he ido teniendo sensaciones algo negativas, que me han ido lastrando. No consigo quedarme en ningún grupo, siguiendo un ritmo, está claro que yo soy de correr solo. Y no he tenido esa reacción que suelo tener en los últimos cinco kilómetros, y es que aún me faltan fuerzas. Aún así, decir que estoy contento por haber cruzado la meta. Las piernas, llegado el lunes, no se han resentido demasiado del esfuerzo, por lo que decido inscribirme en una de las pruebas más veteranas de Medio Maratón de Extremadura, el de la Virgen de las Cruces, en Don Benito, que será este domingo 21 de octubre. Desde el año 2009 no he vuelto a correr en esta prueba, que también ha variado su recorrido, con un tramo, mirando hacia arriba, hasta llegar a la Ermita de la Virgen de las Cruces, que se convierte en bajado al compartir el mismo tramo de vuelta, y después un recorrido por el centro de la localidad. Espero tener mejores sensaciones, y hacer mejor carrera. 
Por último, no quiero acabar esta crónica sin acordarme de mi compañera, y amiga, Nieves, que se había preparado para debutar en un diez mil, aquí en Talavera, pero una ciática que la sobrevino tres días antes, ha imposibilitado cumplir su ilusión. Más pruebas habrá por delante, Nieves, donde podrás demostrar todo lo que has trabajado. 
Para finalizar os dejo la canción CAUSA, EFECTO Y LIBERTAD, del cantante ARCO, publicada en su último disco “ABRIL”.

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