martes, 5 de marzo de 2019

IX MEDIO MARATON DE VALDELACALZADA

Al llegar a Valdelacalzada
En mi afán, sueño, ilusión, como se quiera decir, por conseguir alcanzar la mágica cifra del número 100 de los medios maratones en mi pueblo, Navalmoral, al final de este año, tengo que estar buceando, buscando, pruebas en las que competir, además de las tradicionales, para llegar con holgura a esa fecha, sin tener que arriesgarme al paso del verano con un número de pruebas que se pueda tornar inalcanzable.
Y en esta aventura, apareció el IX MEDIO MARATON DE VALDELACALZADA, población cercana a Montijo, donde había estado la semana anterior. Prueba más humilde, con menos de cien participantes, sobre un circuito llano, lo que, a priori, le hacía fácil para correr. 
El hecho que la carrera fuese a las once de la mañana, permitía no tener que madrugar tanto como la semana pasada, por lo que a las ocho de la mañana estábamos camino de la prueba, Ana, Josequi y yo. Llegamos con bastante antelación, y tras tomarnos un café, nos dirigimos a la zona de salida, que la estaban montando, y observamos que todo el municipio estaba engalanado en color blanco y rosa, y es que en esos días se celebraba la Fiesta de Valdelacalzada en Flor, por el hecho de la floración de los frutales por estas fechas. Y es que esta población su sustento está en los árboles y la fruta. Joaquín, encargado del cronometraje y las inscripciones, nos comentó que había casi cien inscritos en el Medio maratón, y en la carrera de diez kilómetros, más de ciento treinta corredores. Lo que estaba claro, esta mañana, es que íbamos a pasar calor, porque la temperatura y el día ya iban avisando. 
Y tras pasar por el vestuario, colocarnos todos los elementos para ir a correr, nos fuimos dirigiendo a la zona de salida, donde ya se empezaba a vivir ambiente de carrera; el speaker iba animando al personal. Y ya se dio comienzo a la carrera, saliendo en sentido a la carretera de acceso al pueblo, para ir por un par de calles del municipio, una de ellas, engalanada con arcos con flores de colores. Allí estábamos ya los más de doscientos corredores que íbamos a intentar lograr cada uno su particular objetivo. 
Josequi se iba por delante de mí, y le iba a tener como referencia unos cuantos kilómetros, ya que su ritmo era más alto que el mío. Tras pasar el primer kilómetro en 4:16, abandonamos el casco urbano, cruzamos la carretera, y empezamos a correr por las pistas, asfaltadas que están rodeadas por árboles frutales, algunos ya en floración. La carrera se estira, y al ser pocos corredores, vamos casi de uno en uno. Por delante tengo a un par de corredores, que yo creo que los puedo coger. Como la temperatura es algo alta, y a mí no me sienta muy bien, voy buscando en las zonas arboladas, las zonas de sombra. El ritmo que llevo, va por debajo de los 4 minutos 20 segundos. Sigo pasando kilómetros, que coinciden, algunos un poco antes, otros un poco después, con el gps. Los primeros cuatro kilómetros, los he hecho a una media de 4:17. La verdad es que voy corriendo bien. Me adelanta un corredor, con camiseta naranja, que se une a los dos que van por delante de mí, a los que no consigo dar alcance. 
Por el kilómetro 8
Llegamos al primer avituallamiento, cojo el agua, y paso el quinto kilómetro. Me alcanza un corredor del C.M. Badajoz, que va a compartir conmigo un buen rato de carrera. Seguimos por asfalto, pero sin ningún tipo de ambiente, no hay nadie, estamos en el extrarradio de la población. Llegamos al sexto kilómetro por un tramo de tierra, el primero de la mañana. Miro el reloj, mi compañero mi pregunta a qué ritmo vamos, yo le apunto que sobre la hora y media. Pasamos por el séptimo kilómetro, primer tercio de carrera, en treinta minutos exactos. Seguimos corriendo, ya buscando el pueblo tras dos virajes. Se nos une otro corredor del Maratón Badajoz, vamos a ir un rato los tres juntos. 
Pasamos el octavo kilómetro. Un par de giros, cruzamos un puente, unos metros, y nos situamos en la carretera de entrada al municipio, en el noveno kilómetro, ahora nos metemos entre los edificios del pueblo, por la llamada Ronda Sur, de ahí salimos a la calle Calzada, que en línea recta nos lleva al kilómetro 10, al paso por el arco de salida. Y aquí, si antes éramos pocos, ahora quedamos bastantes menos. Todos los del diez mil se van parando, y nosotros seguimos. Cojo agua del nuevo avituallamiento, dos tragos y a seguir. El calor ya se está empezando a hacer notar. El paso por el arco lo hago en cuarenta y tres minutos. Sigo en el ritmo de hora y treinta minutos alto. Nos ha pasado un atleta llamado Tomás. Voy por la calle Constitución, una larga recta, y giro de cuarenta y cinco grados para ir por la calle Manuel Dominguez Ruiz, ya por las afueras del casco urbano. Un coche está muy cerca de nosotros, y uno de los ciclistas voluntarios le llama la atención. Paso por el kilómetro once. Seguimos, nuevo giro, y se acabó el asfalto, a partir de ahora, hasta casi el final, todo va a ser tierra. Es un nuevo recorrido, nada que ver con la primera vuelta. 
Abordamos una larguísima recta de mil setecientos metros, de tierra, con el sol dando bien, dejando a la izquierda la Hacienda Jardín de La Vara, un bonito edificio dedicado a eventos y bodas. Tras terminar la recta, ya llevamos trece kilómetros, y nuevo giro a la izquierda. Este nuevo camino, de tierra, ya no es igual que el anterior, en el que se podía correr sin tener que mirar al suelo. Las piedras están sueltas, hay algún que otro bache, y ya no se corre tan a gusto. Tras finalizar esta nueva recta, está situado el kilómetro 14, miro el reloj 1:00:50, se me ha ido un poco el ritmo. Tiro de gel. El integrante más veterano del grupo se ha descolgado. Me pregunta mi compañero de carrera por las previsiones de tiempo final, y le digo que vamos a pasar de 1:31, por lo que decide irse por delante en busca de Tomás, para intentar llegar a esa barrera. Yo sigo a lo mío. Empiezo a no encontrarme demasiado bien. El ritmo se va ralentizando, aunque viendo los parciales, son más las sensaciones que el ritmo en sí, porque sigo rondando el 4:20 por kilómetro. Cierto es que mi compañero de carrera alcanza al corredor que nos precedía. 
En estos momentos uno no sabe dónde está, no se atisban las viviendas del pueblo, seguimos corriendo por caminos que no están en las mejores condiciones. Hay que estar atento a los cruces, porque en muchos de ellos no hay gente, hay indicaciones en el suelo y en algún cartel, y me apoyo en los que van delante de mí. Paso por una nueva empresa de fruta, y dejo atrás el kilometro 15. Ya solo quedan seis mil metros. Las sensaciones no están siendo las mejores. Cojo el agua, bebo dos sorbos, me paso agua por el cuello, me mojo la cara, hace, para mí, bastante calor. Un nuevo giro, paso por el kilómetro 16, y pasamos, haciendo bucle, cerca del kilómetro 13. Hemos hecho un mini circuito de tres mil metros. 
Terminando la carrera
A pesar de los ánimos de los voluntarios, no me quedan muchas fuerzas para seguir, más que físicas, para mí se tornan mentales. Solo pienso en negativo, me quedan cinco, me quedan cuatro, y así sucesivamente. Con la mirada voy buscando el pueblo, y en el kilómetro diecisiete ya se deja ver, a la derecha, pero nos volvemos a alejar. Pronto daremos la vuelta, digo yo. En este punto he cogido al chaval de Badajoz, estoy unos metros con él, y noto que ha pagado el arriesgarse, poco a poco, metro a metro, me voy distanciando. Sin embargo, Tomás es inalcanzable. Le sigo teniendo a unos metros, pero las fuerzas son parejas, y la distancia no aminora. Paso el cruce de la carretera, y sigo por tierra, llegando al decimo octavo kilómetro. Solo quedan tres kilómetros para finalizar, apenas miro el reloj, sigo moviendo las piernas, el calor está haciendo acto de presencia. Sigo con lo que parece un correr lento. 
Pequeño giro, llegada al kilómetro 19, y al final se adivina la carretera. Se va a acabar el suplicio de la tierra, de este terreno que ha enlentecido el correr. Por fin, a falta de mil quinientos metro piso asfalto. Estoy en la carretera que nos llevaría a Montijo, pero en sentido contrario, dirección al pueblo, a Valdelacalzada. Delante veo a Tomás, que se está echando encima de un corredor de negro, que parece que va clavado. Yo también me acerco, pero creo que apenas habrá terreno para cogerlo. Al final de esta recta aparece el cartel del kilómetro 20, solo faltan mil metros. Sigo corriendo, aquí hay algunos vecinos animando. El corredor de negro, está algo más cerca, pero no estoy yo para muchas florituras, así que con seguir a este ritmo, bastante tengo. 
Voy por la Ronda Saliente, al final, giro a la izquierda, por la calle Pueblonuevo, ¿cuándo aparecerá el arco de meta?. Un cruce, unos voluntarios, pregunto para dónde es, ando algo perdido, para la izquierda me indican, estoy en la calle Constitución, por la que pasé en el kilómetro 10, ahora en sentido contrario, y ahí, sí, ahí aparece el arco de meta. Ya está todo hecho. Miro el reloj de meta, un último esfuerzo, para intentar acabar por debajo de la hora y treinta y dos minutos. Y lo conseguí, llego entre los aplausos de los asistentes, en 1:31:54. Cruzo la meta, agotado, me voy para un lugar con sombra y me apoyo en la pared, estoy destrozado, muy cansado. Hay un momento en el que parece que se me nubla algo la vista, pero es momentáneo, y de aquí, tras beber agua, nos vamos para la ducha Josequi y yo, a esperar que Ana finalice la carrera. 
Cuando ya estamos listos y salimos del Pabellón, llega Ana, quien nos cuenta que la ha pasado de todo, se ha perdido, se ha caído, pero aún ha conseguido llegar al final. Al final, termino en sexta posición de mi categoría, esta vez ha habido bastante nivel, y el tercer lugar del cajón estaba en 1:26, muy lejos. Parecía una carrera propicia para conseguir, por primera vez, subir al podio en un medio maratón, pero no ha podido ser. Sin embargo, Alberto, Josequi y Ana, si lo logran. 
Puesto final de mi carrera, vigésimo tercero de ochenta y ocho llegados a meta, y, se quiera o no, mi mejor marca de la temporada. Una temporada, que como he dicho antes, solo es cuestión más de sumar, que de luchar en exceso, por conseguir buenos registros. 
En cuanto a la organización, nada que destacar en negativo, simplemente que el circuito, en la segunda mitad ha sido muy duro, por correr por esos caminos, algunos auténticos pedregales, otros con trozos de asfalto roto, que hacían difícil mantener una cadencia en el paso. Pienso que si hubieran sido dos vueltas al circuito del diez mil, más un kilómetro por el pueblo, las marcas hubieran sido mucho mejor. 
Tras esto, realizo un pequeño paréntesis, salgo a entrenar, con menos esfuerzos, para recuperar, porque las piernas están tocadas. Ahora vienen los Carnavales, hay que disfrutar un poco, y después, enfrentarse al Medio Maratón de Mérida, que será el día diez de marzo. A por la noventa y tres. 
Para terminar os dejo una canción de Amaral, cantada con el inolvidable Antonio Vega, “COMO HABLAR”.

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