domingo, 27 de marzo de 2011

MEDIO MARATON MERIDA (13 DE MARZO DE 2011)


Una mañana de viaje sin agua, nos llevó a la ciudad romana de Mérida, antigua Emerita Augusta, para disputar la V Edición de su Media Maratón. Pero fue llegar, bajar de los coches y recibirnos cielo con sus lágrimas, que no nos abandonarían en toda la jornada.
Cerca de 900 valientes nos pusimos en la línea de salida, para correr por la ciudad emeritense. Avanzamos desde la la Avenida de la Libertad, frente a la Estación de Autobuses, tomamos el Puente Lusitania, pasamos por el Paseo de Roma, donde se encuentran la mayoría de las Consejerías de la Junta de Extremadura, kilómetro 1, 4:03, y pasamos por el Puente Romano, con sus adoquines, sus pequeños charcos, y las zapatillas ya empiezan a mojarse, a entrar el agua por las telas de las mismas, para buscar los calcetines y luego el pie. Desde aquí seguimos, buscamos la antigua Nacional V, para lo que subimos un pequeño repecho, y ya cogemos toda la carretera. Pasando por encima del río Guadiana, diviso a varios piragüistas, que se están entrenando; desde luego, que ya no somos los únicos que tontos estamos bajo el manto de agua que cubre la mañana en la capital autonómica.
En el kilómetro 4 me alcanza mi hermano Juan, se queda a mi lado, y yo le digo que voy a ir a este ritmo, que espero hacer 1:26, y no quiero arriesgar más; un atleta que estaba con nosotros, en el pequeño grupo que estábamos formando, se me queda mirando, no sé si con envidia, por la suficiencia que se puede deducir de mis palabra, de duda hacia lo que busco, o con el pensamiento de que me va a superar. Al poco, Juan se marcha. Kilómetro 5, 20 minutos 40 segundos, a 4 minutos 8 segundos.
Al llegar a la rotonda de la Avda. de Cáceres, hay una modificación sobre el recorrido que las anteriores ediciones ha habido, ya que en vez de ir por la Avda. Juan Carlos I, volvemos por el carril contrario, y entramos en el Circo romano, trayecto de césped, y con el agua caída, hace el recorrido más pesado. Si yo voy de los primeros, y ya noto la pesadez del terreno, por el agua, cuando entren los últimos, va a ser un auténtico barrizal. Salimos del Circo por una puerta muy estrecha, que solo permite el paso de a uno, y lo sumo, y muy apretaditos, a dos. Sigo mi carrera, pasamos la Ermita de Santa Eulalia, giro a la derecha, buscando el Acueducto de los milagros; cuando llegamos bajo la vía del tren, un conductor impertinente, se mete por mi derecha, Juan y Antonio, que van unos metros más adelante, le esquivan cada uno por un lado; allí se queda el conductor con los agentes de la Policía Local, algún corredor, con razón, con vehemencia, pide que lo lleven a la cárcel, y es que hay gente que si no es la cárcel, un buen escarmiento sí, por la falta de respeto, de civismo. Antes de cruzar bajo el acueducto, alcanzo a Antonio, va tocado del isquiotibial, y le paso.
Kilómetro 10, tiempo 41:28, a 4 minutos 9 segundos; alcanzo a mi hermano, le pregunto, dice que va bien, pero le dejo con suma facilidad y sigo hacia delante; una vez salimos buscamos otra vez el puente nuevo, kilómetro 13, y enfilamos la cuesta de televisión, primer momento importante de la carrera; en este punto me alcanza Antonio que se ha recuperado, nos enganchamos cuatro corredores, y hacemos un pequeño grupo; en este trayecto nos contamos nuestras últimas batallas, marcas, carreras; buscando el kilómetro 15, nuevos repechos y aprietan mis tres compañeros y yo decido no forzar y se marchan; voy bien, las pulsaciones tambien, las cosas marchan.
No veo el kilómetro 15, y desciendo buscando el puente romano, kilómetro 16, Tiempo 1:05:42, a ritmo de 4 minutos 6 segundos, y ya está llegando el líder de la carrera, Bruno Paixao, una vez pasado el kilómetro 20, ¡¡joder, que prisa tienen algunos!!; dejamos la alcazaba a la derecha, subimos a la ciudad, Palacio de la Presidencia, calle Atarazanas y salida paralela al río.
Llegamos al kilómetro 17, pasamos el 18, y empieza el momento álgido de la carrera, la subida conocida como del Angliru, y que nos llevará hasta las puertas del Hotel Velada, una sucesión de tres cuestas, con ligeros descansos intermedios. Las subo con alegría, las piernas lo permiten, y una vez llegamos al 19, la carrera está prácticamente hecha. Desde aquí, ya casi todo pica hacia abajo, pasamos el Teatro Romano y el Museo de Arte Romano, y las terrazas de los bares vacías, la lluvia no permite alegrías, poca gente por la calle; Calle Sagasta y Romero Leal, a la derecha el Templo de Diana, paso por la contrameta, parte opuesta de la Plaza de España, ya se oye el ambiente de los que están llegando, bajada hasta el Paseo de Roma, y sigo adelantando gente, repecho de veinte metros, duro, para buscar la Calle Morerías, terreno adoquinado y llegada a la meta, Plaza de España, frente al Parador, beso al aire, buscando a mi padre, 1:26:45, muy buena marca.
Tras terminar la prueba, el agua persiste en su cabezonería de seguir cayendo, así que el ambiente de la plaza, otrora siempre lleno, ahora es escaso. Veo a Antonio y a Juli, y nos marchamos para la ducha, para no enfriarnos.
Mi mujer, que salió a hacer unos kilómetros, no está en la plaza, su bolsa en el ropero, ¿dónde estará?.
Pasamos por el puente romano, camino de las duchas, y van pasando los últimos, y ahí viene Mariví, con Enrique y otros dos más, me dice que se va a retirar ya, porque la han liado y se ha hecho cuatro kilómetros más de los que esperaba.
Cuando termino mi ducha, llega Mariví, ha hecho casi diecisiete kilómetros, ya que se ha evitado los últimos cuatro kilómetros.
Después, vamos a la entrega de premios, porque Jorge y Juli, cogen trofeos, enhorabuena. En estos momentos, el cielo se abre para que caiga con mucha más contundencia de lo que ha caído en toda la mañana, un auténtico aguacero. La ceremonia de entrega de trofeos se hace a cubierto, en el hall del Ayuntamiento. Toda la parafernalia exterior será para otra vez.

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