Después de la carrera de Romangordo, y con la satisfacción de haber hecho una buena carrera, con mejores sensaciones que las que yo esperaba, seguí avanzando día tras día en mis entrenamientos, aunque sigo con las mismas sensaciones. Calor, agobio, cansancio son palabras que figuran en mi particular diccionario.
Cuando no era el calor, aparecía el agobio, o si no, para rematar, el cansancio, factores que me impedían hacer varios días seguidos de buen entrenamiento.
Eso sí, conseguí, algún que otro día levantarme temprano, por lo que pude compaginar fondo y piscina. No fueron muchos días pero algo era algo.
Las dudas que había sobre la fecha de la Milla Urbana de Almaraz, que no tenía fijado aún ningún día, fueron disipadas. Días 27, sábado, por la tarde. Para las categorías inferiores empezarían a partir de las 19:30 horas, mientras que para las categorías superiores, absoluta y veteranos, sería a las 21:15, con la caída del sol, y la llegada de la noche, ya que esta prueba, de 3.218 metros, se encienden a lo largo del circuito, al que hay dar un total de cuatro vueltas, dando un ambiente más impactante a la carrera.
En unos días de asueto que he tenido, junto al mar, he realizado unos entrenamientos horribles, con mucha humedad, con y ninguno superior a la hora, todos por asfalto. Yo ya no sé si el hecho que hayan tenido lugar con esa humedad, que fuese excesivamente más temprano, que hayan sido por asfalto, o, finalmente, ese agobio que me está impidiendo entrenar con regularidad. Pero como dice el dicho “menos da una piedra”.
Al llegar a Almaraz, la rutina de siempe, calentar, intercambio de palabras y saludos, con otros corredores, ya conocidos, alguno que otro nuevo, y después calentamiento, dando vueltas al circuito para recordarlo, no se ha olvidado de un año para otro, y es que con esta edición, ya serían diez las veces que he participado de forma continua en esta carrera, aunque es cierto que he conocido hasta tres circuitos distintos, pero este último ya lleva al menos cinco años. El tiempo del año pasado, 12 minutos 37 segundos, a 3’56 el kilómetro. A ver qué ocurría este año.
Después, todos a la salida y pistoletazo. No salgo bien, y como se trata de una salida estrecha, con cerca de setenta corredores, enseguida te echas encima de gente más lenta que tú, y tienes que empezar a sortear a los contricantes, y si no puedes, pues ir más lento, salir casi fuera del circuito, aunque con las antorchas esto se torna peligroso. Son pocos metros en esta situación, pero en una carrera tan corta parece una eternidad.
Pero poco a poco ya voy situándome, y aquellos que iniciaron la carrera con un ritmo demasiado alto para sus posibilidades, empiezan a ser adelantados por los que venimos por detrás. Alguno que ha salido peor que nosotros, nos comienzan a adelantar. Vamos, lo de siempre.
Como el circuito es un ir y venir por la misma calle, tan solo separada a la mitad por conos y vallas, puedes ser testigo presencial de la carrera. Y así puedes ver a Antonio Nuñez, de Talavera de la Reina, encabezando la carrera, más bien siguiendo a Houssame Benabou, del C.A. Almaraz, quien está tirando del dúo. A mi me parece una osadía por parte del chaval magrebí, ya que Nuñez es claro favorito.
Pronto me encuentro en un cuarteto, me acompañan Francisco Jesús, de Malpartida, Jesús, de Jaraiz, y otro chaval que no conozco su nombre; y, precisamente, este se aleja unos metros de nosotros, quedándonos tres. Así pasamos la primera vuelta, la segunda, me aguanta Francisco Jesús, y el de Jaraiz parece quedarse un poco hacia atrás.
Tercera vuelta, Antonio Nuñez, ya marcha solo, yo ya voy dejando a Francisco. Atacamos la última vuelta, e intento un cambio de ritmo, voy a por el que va delante mía, creo que puede caer, doblo la última curva, la de la rotondilla, parece que puede ser, que voy a cogerlo, pero me doy cuenta que no recorto, y sigue ahí; y en este momento, Jesús, que es más rápido que yo en estas carreras cortas, me queda clavado. No es la primera vez que ocurre, ni va a ser la última; en las carreras largas, el resultado suele ser distinto. Llego a la meta, beso al cielo, para mi padre, y miro el reloj, 12 minutos 35 segundos, dos segundos menos que el año pasado, desde luego este año compito mejor que entreno.
Por cierto, y según mi amigo Fernando Ayala, la carrera es de 3.500 metros, en vez de los oficiales 3.218 metros, al menos eso le indica su gps.
Ya el mes de agosto va cayendo y con él dos meses entrenando, y aunque los ritmos van mejorando, cierto es que mis sensaciones y la mentalidad con que los afronto no cambian; me cuesta salir, me cuesta correr sin desear pararme. Pero espero poder mejorar y dar ese salto en la cabeza que me falta para coger la ilusión de la temporada pasada, inolvidable para mí.
Ah, la foto que acompaña esta noticia es especial, pues es la que se ha publicado en la revista Planeta Running, del mes de septiembre, en una entrevista que se me ha hecho dentro de la sección ¿Y TÚ PORQUE CORRES?. Es de la Carrera de Navidad del año 2010, en la que obtuve la tercera posición en la Categoría de Veteranos “B”. Un gran resultado en una prueba de gran nivel.
Próximo frente abierto, Peraleda de la Mata, 8 de septiembre.
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