jueves, 8 de septiembre de 2011

VERANO Y ROMANGORDO

Una gran temporada echó el telón en el mes de mayo, y después de la marcha a Jarandilla, descanso total por tres semanas, veintiún días, con sus días y sus noches, y es que la pasada temporada conseguí lo que hasta entonces no había sido capaz, completar una maratón sin pararme, sin agobios, con buenas sensaciones, lo que no había conseguido en las cinco anteriores, y si a esto se une que además mi anterior marca (3:21:20) cayó fulminada en el incomparable marco del Estadio Olimpico de Sevilla por una, para mí, estratosferica marca de 3:03:07, lo que para mí era una gran utopía hasta entonces, ya que quería rondar las 3 horas 10 minutos.
Además realicé ocho medias maratones, y quitando una, de montaña, el resto las conseguí hacer por debajo de la hora veintinueve minutos, con lo que ya sumo cuarenta y cuatro.
Ya empecé a atisbar problemas en mi pierna derecha, lo que hizo que tuviera que pararme más de una vez, una vez terminada la Media Maratón de Madrid, y así desdeñar la posibilidad de poder hacer el Maratón de Madrid, y así lo viví de espectador, otra experiencia, sin duda.
¿Objetivos para la presente temporada?. Hacer, al menos, seis medias maratones, para llegar a la cifra total de 50 medias, todo un reto, e intentar hacer la Maratón de Barcelona, en el mes de marzo, porque la que se prevé para este trimestre, no la veo factible, a tenor de las sensaciones que tengo en los entrenamientos.
El principio de los entrenamientos, totalmente desalentador, no era capaz de hacer casi diez kilómetros, la mitad de los días me tenía que parar a coger algo de resuello, los días iban transcurriendo y no encontraba el ritmo, no encontraba las sensaciones, las piernas cargadas, agobiado según salía a correr, con más sufrimiento que alegría. Pero aún así los días fueron cayendo poco a poco, y con ello los kilómetros, y así transcurrió el mes de julio, y llegó el mes de agosto, el de mis vacaciones, casi cinco semanas por delante para afinar el cuerpo. Todo planificado, me levantaría temprano por las mañanas, entrenaría y luego intentaría combinar con natación. Pero llegado el mes de agosto, el cansancio acumulado, me obligaba a estar más horas de las previstas en la cama, y me levantaba tarde, cuando el calor ya estaba apretando, y este elemento y yo nos entendemos fatal, así que tuve que empezar a salir por las tardes, cuando el sol ya caía, aún con calor, con menos ganas, y la natacion se fue arrinconando. Seguía sumando jornadas.
Y llegó el día 15 de agosto, día del pistoletazo de salida de mi debut en la presente temporada en una competición. Además, en julio, y siguiendo una tradición no escrita autoimpuesta, en este mes no compito nada, ya que luego vienen demasiados meses por delante, demasiadas competiciones esperan, así que en este mes y en junio, salvo la Marcha a Jarandilla, no participo en carreras, por lo que se convierten en meses de descanso.
Pero yendo a la competición, empezamos nada más y nada menos que con el Cross Urbano de Romangordo, prueba exigente, con un total de 6.500 metros, distribuidos en dos vueltas a un circuito, con dos subidas importantes, la del pilón, y la de la carretera, y una bajada muy repentina, dentro del pueblo, que te obliga a ir frenado, además de transcurrir por calles estrechas y reviradas, lo que la hace más díficil y técnica si cabe.
Allí me encaminé buscando el correr la prueba, solamente pensando en acabarla, porque no estaba seguro de mi forma física. Encuentro con compañeros y amigos antes que contrincantes, que coincidimos en muchas pruebas a lo largo del año, salutación, preguntas sobre el estado de forma y todos buscando la línea de salida.
Pero antes, calentamiento y subida por dos veces de la temida cuesta del Pilon, para recordarla. Ya estaba sudando antes de salir, porque la tarde era calurosa de verdad, como corresponde a una tarde de agosto en esta zona nuestra de Extremadura.
Como siempre, y antes de salir, tomaba como referencia el tiempo obtenido en la prueba del año anterior, en la que acabé con 27:44. Si era capaz de acabar por debajo de los 28 minutos me daba con un canto en los dientes. Y empezó la carrera, me sentía comodo corriendo, es cierto que tampoco me notaba esforzarme en demasía, tenía demasiado respeto a mi forma física, más que al propio circuito.
Mediada la primera vuelta, estabamos un grupo de cinco corredores, y pronto se fueron para delante dos, que se marcharon unos metros por delante, quedamos tres que pasamos la primera vuelta juntos. Bajada la cuesta del pueblo, y ya entre las callejuelas, mis compañeros de marcha, se quedaron, y yo me fui, no por cambiar de ritmo, sino por que ellos aminoraron, estaban delante los otros dos, y entonces al tenerlos al alcance de la vista me decidí tirarme a por ellos, parecían más cerca cada vez; ataqué la cuesta del Pilón, subía mejor de lo que yo esperaba, parecían más cerca, pasé por el merendero, se antojaban aún más próximos, y cuando salimos a la carretera, y ya se vislumbraba la meta, me di cuenta que era imposible, así que seguí mi ritmo, no forcé mucho más, y terminé, acusando fátiga pero menos de la que yo esperaba. Miré el reloj, 27:35, habia mejorado mi marca del año anterior, lo cual era un gran resultado para mí.
La foto que ilustra esta página es de mi llegada a meta en la II Edición de la Media Maratón Valdehuncar-Navalmoral, junto a mi hijo.

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