viernes, 31 de julio de 2015

ALDEANUEVA DE LA VERA Y GARGANTA LA OLLA

Nuevo fin de semana de carreras por la comarca de La Vera, y esta vez tocaba ir a las pruebas de Aldeanueva de la Vera, el viernes, y la de Garganta La Olla, el sábado.
Con los compañeros, en Garganta la Olla
El viernes tuvo lugar la XI CARRERA POPULAR DE ALDEANUEVA DE LA VERA, que era nocturna, teniendo fijada la primera de las carreras, para los más pequeños, a las diez de la noche. Y hasta allí nos dirigimos José Carlos y yo, esperando en el pueblo Rubén. El resto de la cuadrilla, habituales otras pruebas anteriores, tenían otros quehaceres, así que en nosotros descargaron la representación del club.
Pues lo dicho, fuimos para allá, y tras encontrar aparcamiento, a pesar de las quejas de una señora, nos dirigimos a la zona de salida y meta, ubicada en la Plaza de los Ocho caños, que recibe este nombre porque, sorpresa, tiene una fuente con ese número de caños.
Tras acreditarnos ante la mesa de dorsales, y tras ponernos ya el traje de faena, fuimos a realizar el típico reconocimiento que hacemos al circuito, para evitar llevarnos más sorpresas de las necesarias cuando empecemos a correr. Y lo que llama la atención, como en otras carreras anteriores, es la salida, que suele dar a una calle estrecha, obligando a hacer un giro de 90º, muy pronto, a escasos diez metros, lo que provoca las inevitables aglomeraciones, con los riesgos que hay de caídas y tropezones.
Después de este comienzo nos enfrentamos a una calle adoquinada, que empieza a subir, giro a la izquierda, giro a la derecha, y seguimos subiendo, hasta que volvemos a realizar un nuevo giro a la derecha, pasando , a través de un pasadizo, a una calle muy estrecha, y a una sucesión de giros, de curvas, todas de 90º, por tramos muy, muy estrechos, que van a impedir adelantar a los rivales, luego un giro de 180 grados, y salida a la plaza donde se llevan a cabo las sueltas de toros durante los festejos populares; tras esta sucesión de curvas y estrecheces, salimos a una calle un poco más larga, que es la que nos va a conducir a la cuesta, la que no falta en ninguna de las carreras de este circuito. Se hace larga, dura, pestosa, hasta que consigues llegar arriba, y aquí aparece el único oasis para un corredor como yo, ya que nos encontramos con una calle ancha, casi llana, que permite soltar las piernas, poner algo de ritmo a la carrera. Hay que llegar a una cruz, rodear la misma y volver por la misma calle. Son unos cuatrocientos metros que me gustan bastante. Este tramo tiene un pero, y es que la cruz, apenas iluminada, y con peralte, te obliga a ser cauteloso al rodearla. Pero todo lo bueno es breve, y, de pronto, volvemos a entrar a un trozo de revueltas, de giros, de curvas, y todo en subida.

Cuando se acaba toda esta vorágine, empezamos a bajar un poco, buscando el final de la vuelta. Y otra vez, por calles estrechas, y una bajada que te obliga a frenarte, teniendo que evitar algún obstáculo que se encuentra en tu carrera natural. Así es el circuito diseñado en este pueblo, muy ratonero, muy estrecho, muy exigente. Pero, en fin, ya estamos aquí, así que no vale de nada quejarse, sino hay que seguir adelante. Tras acabar las carreras de las categorías anteriores, nos aprestamos los de la carrera principal, los absolutos y veteranos, a enfrentarnos a la prueba. Son las 23:15 horas cuando se da la salida, vamos a correr con nocturnidad, vaya horas de correr.
Bocinazo de salida, y todos a correr. Yo, como viene siendo habitual en este circuito, salgo tranquilo, sin agobiarme en exceso, sin apretar en demasía, intentando no sufrir, calculando los esfuerzos de cara a la subida, la que de verdad me va a obligar. Cuando llegamos al pasadizo, todos vamos en fila india, y casi tenemos que pedirnos permiso para adelantarnos, y debemos echarnos a un lado para que nos sobrepasen. Y aparece la cuesta, y los temores se tornan infundados, porque la subida la afronto mejor de lo que esperaba, e incluso me permito el lujo de adelantar a algún corredor. No tengo que mirar arriba, al final, sino al frente, a veces, al suelo, otras veces. Cuando corono, empieza el momento en el que puedo correr, y adelanto a algún atleta más. Retengo las fuerzas para la zona de subidas seguidas que hay ahora, y después el descenso. Primera vuelta, ahora vamos a por la segunda, y algún corredor va cayendo, otros los tengo más cerca, creo que en la tercera vuelta, podré con ellos. Y así tras un paso más lento que la primera vuelta, voy a por la última vuelta. Creo que podré con más gente, y es llegar a la zona de la cuesta, donde ya las fuerzas de algunos empiezan a flaquear, y obligan a los mismos a echar pie a tierra, y empiezan a andar. Yo persisto en seguir corriendo, en no pararme.
Cierto es que corriendo y andando se sube casi igual, pero creo que el seguir corriendo te permite coger mejor el ritmo cuando llaneas. Y allí arriba, veo a mis futuras “víctimas”, tres corredores, de los que me distancio con facilidad, tras sobrepasarlos; tengo aún fuerzas para seguir. Delante de mí una chica y Antonio Hernández. Me voy acercando a ellos.
En la zona estrecha, donde comienza el descenso, y pidiendo permiso, adelanto a la chica. Antonio se lanza en tromba por el descenso, por las estrechas, empedradas y desniveladas calles que llevan a la meta. Yo me retengo un poco más y me dejo llevar hasta la meta.
Cruzo la meta, en un tiempo de 22:49, para una prueba que, según la página digital que utilizo para medir los recorridos, me da un total de 4.390 metros. El ritmo, muy, muy lento, pero dadas las características del trazado, para mí es suficiente. Mi posición final en esta carrera, como todas las de este circuito, muy discreta, el puesto 46, de un total de 74 llegados a la meta. Lo más importante, que las piernas van respondiendo a las exigencias, y las ganas de correr van creciendo.


 Para el sábado tocaba la IV CARRERA POPULAR DE GARGANTA LA OLLA, pero antes me fui con la familia a la garganta del pueblo, para refrescarnos un poco en sus frías aguas, y así descargar un poco las piernas.
Tras estar en el charco un rato, nos fuimos para la batalla, para la carrera. Al final, estábamos allí cuatro corredores del club. José Carlos, Rubén, Daniel y yo. Cuando pregunté por ir a reconocer el “campo de batallas”, algunos dicen que ellos no van a ir a verlo, pero yo sí, me voy con Susi Gil y con otro chaval.
Buena salida, giro a la izquierda, en ligero descenso, y tras esto entrada por los vericuetos y calles estrechas de la localidad, con alguna pequeña subida, y salida a una bajada empedrada, que te obliga a ir con un poco de cuidado. Se acaba la bajada. Y es finalizar la misma, y comienza la subida del cementerio, una cuesta de unos doscientos metros, que te queda literalmente clavado al comienzo de la misma, para ir luego intentando mover las piernas, hasta que llegas a la puerta del camposanto. Un falso llano, se acabó. Ojalá, detrás de esta subida, nos enfrentamos a una treintena de metros de duro desnivel, que acaban por dejar las piernas totalmente tocadas. Tocadas para afrontar un largo y repentino descenso. Bajada y giro a la izquierda, salida a una calle, a las afueras del pueblo, donde una cuesta de diez metros te deja algo malparado, trozo de calle de ida y vuelta, separada por una valla, a la que hay que rodear, y vuelta al casco urbano, pasando por la Casa de la Peña. A correr por el pueblo, donde nos enfrentamos a los giros, a las entradas en calles estrechas, salidas, giros de noventa grados, y, para rematar, dos calles enlazadas, en subida, para rodear a la Iglesia del pueblo. Cuando llegas al final, se inicia el descenso hacia la línea de meta. Por calles, más o menos anchas, pero con curvas bastante peligrosas si vas lanzado. Así van a ser tres vueltas.
Cuando finalizan todas las carreras de las categorías inferiores, nos vamos para allá los corredores absolutos y veteranos. Hoy vamos a estar pocos, comparados con otras carreras del circuito. En total, vamos a ser cincuenta los corredores que nos vamos a enfrentar a la carrera, y el motivo parece estar en la Carrera Popular de El Arenal, que se celebra en la provincia de Avila, carrera de gran prestigio a nivel nacional, que cada edición tiene más y más adeptos, entre ellos, lógicamente, corredores de nuestra zona.
Pero, bueno, allí estamos, bocinazo de salida y todos a correr. Mi ritmo es lento, más bien trote, al salir, ya que no me quiero desgastar en exceso, por el respeto, a veces exagerado, que tengo a las subidas. Giro por las estrechas calles, y salida al descenso, y de ahí a la primera subida. Cierto es que el cambio de una descenso brusco, a una subida exigente se nota en las piernas, que se quedan estancadas, pero una vez te adaptas a la subida, las piernas empiezan a moverse. También es verdad que el corazón se hace más de notar, la respiración se entrecorta. Pero voy adelantando a algún corredor, que en otras carreras anteriores no lo había hecho. También me adelantan algunos, los que suben mejor que yo.
Las vueltas no se me hacen tan largas, y afronto las subidas con más confianza, el ritmo no será alto, pero el ánimo sí. En la tercera vuelta, las imágenes de carreras anteriores se repiten, corredores que en la subida empiezan a pagar el esfuerzo, y se ponen a andar. Unos animan a otros, pero la cabeza, las piernas, o ambas cosas, dicen que hay que detener el trote. Así, cuando corono la subida, adelanto a un chaval joven, debe ser juvenil. Cuando termino la bajada, estoy más cerca de otros corredores, y en esta zona, más llana, acelero y adelanto a algún corredor más, y en este momento, decido que hay que dar más que las anteriores vueltas, y cambio el ritmo, ya no miro para atrás, y solo para adelante, donde sobrepaso a algún corredor más. Viene la zona de subida a la Iglesia, y ya no me detengo, es el último esfuerzo, no hay que dejar nada.
Se acabó, viene el descenso, y me lanzo a por la meta, apretando, y en plena aceleración, me encuentro con dos mujeres, que, ajenas a la carrera, van por el medio de la calle; las doy una voz, pero como el que oye llover, ni se inmutan, las esquivo y sigo para el final. Llegada a la última curva, y me salgo bastante, debido a la aceleración que llevo. Se atisba la plaza, la gente, y, al fin, aparece el arco de meta. Final 22:49, en 4.590 metros. El puesto, 30º de 50 llegados a meta.
Muy contento con esta carrera, y con las sensaciones que voy teniendo cada día que pasa.
La próxima semana, dos carreras más, el viernes Pasarón de la Vera, única prueba de este circuito que he corrido con anterioridad, y el sábado, Guijo de Santa Bárbara.
Antes de finalizar, una reflexión en voz alta. A los corredores de categoría alevín (10-11 años), les hicieron dar una vuelta al circuito de los mayores, con la exigente subida del cementerio. A mi entender, demasiada dureza para estas edades. Bien está que para los mayores se hagan estas pruebas, pero a los más pequeños hay que estimularlos, y fomentar su participación. Hubo niños que se quejaron en la meta, y alguno se echó a llorar en pleno ascenso.

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