Las plazas de las grandes ciudades están llenas de jóvenes, jóvenes que pretenden remover la conciencia de la sociedad.
No nos aclaramos. Antes decíamos, a voces, que era gente sin futuro, que no se involucraban con nada, ni con nadie. Solo pensaban en el botellón, en la fiesta, en el sexo, en no estudiar, y en no trabajar. Eso sí, tenían un coche en la calle y dinero en el bolsillo. Eran los famosos NI-NI. Condenábamos a toda la juventud española al precipicio.
Pero ahora, son unos revolucionarios, unos anarquistas, que van contra la panacea, el actual sistema democrático. Las grandes opciones políticas dicen que son unos desarraigados, que no saben lo que quieren, ni adónde van, que detrás hay intereses de las opciones políticas minoritarias, que los están utilizando. Para la derecha son grupúsculos de la extrema izquierda, para la izquierda son grupos que pueden provenir de la derecha para hundir a las ideologías izquierdistas. Les defenestramos, nos les damos valor, les acusamos de aprovecharse de la coyuntura de las elecciones, y lo único que quieren es viciar el proceso electoral.