Las plazas de las grandes ciudades están llenas de jóvenes, jóvenes que pretenden remover la conciencia de la sociedad.
No nos aclaramos. Antes decíamos, a voces, que era gente sin futuro, que no se involucraban con nada, ni con nadie. Solo pensaban en el botellón, en la fiesta, en el sexo, en no estudiar, y en no trabajar. Eso sí, tenían un coche en la calle y dinero en el bolsillo. Eran los famosos NI-NI. Condenábamos a toda la juventud española al precipicio.
Pero ahora, son unos revolucionarios, unos anarquistas, que van contra la panacea, el actual sistema democrático. Las grandes opciones políticas dicen que son unos desarraigados, que no saben lo que quieren, ni adónde van, que detrás hay intereses de las opciones políticas minoritarias, que los están utilizando. Para la derecha son grupúsculos de la extrema izquierda, para la izquierda son grupos que pueden provenir de la derecha para hundir a las ideologías izquierdistas. Les defenestramos, nos les damos valor, les acusamos de aprovecharse de la coyuntura de las elecciones, y lo único que quieren es viciar el proceso electoral.
Sin embargo, nos están sorprendiendo, son bastantes, y nos están dando muestras de un saber estar, de saber lo que realmente quieren, y que se han sabido organizar para criticar a este sistema, que, y están convencidos, queda demostrado que no sirve para que la gente progrese, sino más bien, al contrario, está consiguiendo que el pueblo, las personas, pierdan posiciones en el llamado estado del bienestar, referente del mundo civilizado.
Los gobernantes, los que rigen el destino de esta Europa nuestra, han decidido que hay que proteger el capital, el sistema financiero, atacando a las personas, no respaldando al sector productivo, que se halla ahogado por la falta de crédito, que los bancos se niegan a facilitar, y que han llevado a provocar la mayor crisis económica y social que la Historia pueda recordar.
Hastiados de esta situación, los jóvenes de este país llamado España, paraíso de la economía sumergida, con casi la mitad de ellos en situación de desempleo, y muchos de ellos con trabajos precarios, aunque con una gran preparación, y no queriendo abandonar su lugar de origen, que piensan tiene solución, han estallado.
Han tomado la calle, de manera pacífica, han mostrado a la sociedad sus ideas, sus críticas, sus aspiraciones, y cada jornada el número de adeptos, ha ido creciendo. Están decididos a hacer llegar sus pretensiones, y explicar todas sus propuestas.
Y eso a pesar de la abrumadora campaña mediática, que desde prácticamente todos los medios, incluidos los públicos, se ha lanzado contra ellos. Pocos medios, por no decir ninguna, le dan credibilidad a este movimiento, ni posibilidades.
Desde luego, el español, joven en un principio, pero el adulto también, ha ido demostrando que sí sabe vivir, que sabe crear una conciencia, que puede remover el orden establecido, para que sea más justo, igualitario, para que se respete a la persona, que las instituciones sean más accesibles, y no existan solamente el día que nos piden el voto, cada cuatro años, sino que deben servir y estar todo el año, ser receptivas a las propuestas e inquietudes de la población, y tomarla en cuenta a la hora de tomar decisiones.
Se demuestra que un mundo distinto puede ser, que no es una utopía, que hay formas, propuestas y posibilidades, y hay un foco capaz de proyectar esas ideas, y sus opciones.
Y este movimiento, que ha empezado de manera local, se va extendiendo como la pólvora por todo el mundo. Europa, América, Asia, ya empiezan a tener los primeros movimientos, y es que el sector financiero, el sistema que rige la democracia actual, tienen desencantados a la mayoría de los destinatarios y receptores de sus medidas, leyes y demás artimañas legales que se aplican, todas en la dirección de salvaguardar los intereses económicos y de estatus de los que hoy están al frente de todas las instituciones político-económicas del mundo, aniquilando las opciones de desarrollo del ser humano.
Esperemos que todo esto sirva para que la conciencia, y el sistema, se remuevan, y se origine una nueva forma de gestionar este mundo, que es de todos, y que el valor de la persona prevalezca por encima del capital.
Ahora hablan de desmontar sus concentraciones. Evidentemente, es algo lógico, la espera no puede ser eterna, tienen que evitar el convertirse en una feria, pero ya han dicho que se van a ir, en esta semana, de sus lugares de acampadas, pero no van a abandonar, van a ir barrio por barrio, pueblo por pueblo, exponiendo sus ideas, para animar a la gente, con la esperanza que se sumen a sus reivindicaciones.
Las elecciones han terminado, se han dado unos resultados, el pueblo ha decidido, no se ha reducido el porcentaje de participación; ahora, los que van a ostentar el poder, tienen el deber, tienen la obligación, de escuchar este nuevo clamor que se extiende por la sociedad.
Pero la perplejidad sorprende cuando uno lee los comentarios que se publican en los foros de Internet, o los artículos de opinión, y escucha a algunas personas; nota que el ciudadano está con miedo, temeroso de perder su pequeña parcela de poder, de bienestar, sus privilegios, y atacan con saña a los “indignados”, porque los consideran un peligro para la sociedad, y no dudan en insultarlos.
Quizás mañana muchos tengamos que agradecer la iniciativa que un día decidieron liderar.
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