lunes, 27 de noviembre de 2017

XVII MEDIO MARATON DE JARANDILLA

Con los compañeros, tras recoger los dorsales
El pasado domingo día 19 de noviembre, opté por participar, por octava vez en una edición del Medio Maratón de Jarandilla de la Vera, en esta ocasión, la decimo novena. Prueba en la que no suelo participar anualmente, debido a la exigencia que supone para mí, dado su perfil, aunque lo hago algunas veces, por las grandes amistades con las que coincido, y los reencuentros que vivo con amigos que veo allí.
Pero antes de pasar a relatar mi participación, quiero hacer una reflexión personal, ya que el domingo en mi perfil de Facebook, hice una reseña de mi participación en dicha prueba, como hago, habitualmente, después de terminar una carrera. Pues bien, por dos detalles que puse en mi relato, se ha puesto en duda mi amistad con algunos de los organizadores, que parece mentira que yo haya trabajado en temas de organización de medios maratones, ya que han querido ver una crítica a lo que he escrito. Quiero decir, ante esto, y dada la amistad que aún creo que mantengo con quien se molestó por este comentario, que no fue una crítica, que lo hice sin ningún interés de polemizar, ni de faltar al respeto, como un simple detalle, uno más, de una mañana, que no se me dio tan bien como esperaba. De todas formas, si hay molestias por estas palabras, desde aquí pido disculpas.
Tras esta somera reflexión, vamos a la crónica propiamente dicha.
Amaneció una mañana fresca, que luego iría subiendo su temperatura, y con el sempiterno sol en lo alto. Un sol que no parece querer abandonarnos. Y hasta Jarandilla nos fuimos cuatro corredores del club, Antonio, que ha participado todos los años, Javier, mi hermano Agustín y yo; allí nos esperaba el local Daniel. Y esos cinco corredores éramos los que íbamos a representar al club en esta dura prueba.
Empezando la carrera
Prueba que, por cierto, ha perdido mucha participación. Si alguien busca las causas, yo apunto mi modesta opinión. Creo que con el auge de las carreras de montaña, mucho más técnicas, más exigentes, esta prueba, no es todo lo interesante que debiera ser para los corredores de esta disciplina, mientras que para los corredores de fondo, como es mi caso, es demasiado dura, demasiado severa. A todo ello, hay que añadir una excesiva oferta de carreras cada fin de semana, que hace que los posibles participantes se repartan.
Esta mañana me levanté algo acatarrado, añadiendo que había realizado tres carreras en los tres fines de semanas anteriores, el cuerpo no aventuraba muchas florituras, cargado ya, por otra parte, de molestias físicas. Al final, unos ciento setenta corredores nos íbamos a aprestar a luchar con el recorrido. En el calentamiento previo, observé que los abductores de la pierna izquierda molestaban bastante, y no acababa de entrar en calor para minimizar las molestias. Decidí salir, sabiendo que antes del kilómetro cinco pasaba por la zona de meta, y me podría retirar, si las citadas molestias no remitían.
Se colocaron varios carteles en la zona de recogida de dorsales, informando que existían modificaciones en el tradicional recorrido de pasadas ediciones, como consecuencia de unas obras que se están realizando.
Por el Puente Parral
Con todos estos ingredientes, me fui hacia el arco de salida. Y se soltó el cohete que tras su deflagración daba por comenzada la carrera. Al ser la salida en descenso, notaba molestias en el cuádriceps, por lo que me retuve un poco. Tras pasar el cartel del primer kilómetro, llegamos a la zona, por donde transcurre el nuevo recorrido, una larga subida, donde la pierna se relaja, porque subiendo sufren menos estos músculos. Se hace dura, porque llevamos poco tiempo, aún las piernas no han entrado en calor y nos presentan una buena pared, por lo que decido no apretar en exceso, mientras mi hermano Agustín, con Antonio y Pedro, se van por delante. Coronamos la subida, dejamos el asfalto y nos adentramos por una zona de caminos, por la que vamos dando una vuelta; tras llegar a la cima de esta larga subida, de más de 1.200 metros, volvemos a llegar a la zona por la que habíamos entrado, en posición, ahora sí, de descenso vertiginoso, pasamos la carretera, y por una calle de rollos, nos dirigimos hacia el interior de la población verata. Paso por la plaza, y comienza la larga, y tendida, subida hasta llegar cerca de la línea de salida y meta, con la impresionante imagen del Parador, que nos llevará por la carretera hasta la zona de descenso. Voy cómodo, no quiero forzar porque queda todavía mucha carrera. Los puntos kilométricos no coinciden con años anteriores, por lo que se deduce que la prueba va a ser más larga que en pasadas ediciones.
Tras dejar atrás la carretera, uno de los pocos tramos llanos del recorrido, empieza la bajada hacia el Puente Parral, y la pierna se va calentando, por lo que sigo la carrera, aunque no me lanzo en barrena, por temor. Paso por el citado puente, un camino empedrado, en el que hay que mirar hacia abajo, para evitar alguna que otra posible torcedura, y de aquí giro a la izquierda, por donde está la pista, que nos va a llevar a la zona más exigente de la carrera.
Subiendo la cuesta del convento
Como somos pocos corredores, ya vamos separados, me adelanta alguno, adelanto a alguno, pero nada más, paso por el kilómetro 7, de mi gps, en 32:17, a 4:36 el kilómetro; si lo triplicara, estaría sobre mi mejor marca personal, pero sé que aún falta la zona más complicada, y ahí los tiempos saltarán por los aires, sino al tiempo. Este tramo ha cambiado con respecto a años anteriores. Al principio era de tierra, hoy en día está asfaltado, hasta llegado un punto, sobre el kilómetro siete y medio, donde aparece ya la tierra. Se corre bastante bien, aunque sea en cuesta, comparado con lo que va a venir a continuación, se diría que es hasta llano.
Paso el cartel del kilómetro ocho y empieza la gran odisea, la zona de veredas en continuo ascenso, con piedras sueltas, curvas de ciento ochenta grados, que hacen difícil pisar, y tan difícil es para mí, que cuando apenas llevo cuatrocientos metros en esta zona, me caigo, lastimándome la rodilla derecha. Un atleta de Cáceres se para ayudarme, pero le digo que no hace falta, que puede seguir. Se lo agradezco. Me reincorporo rápidamente y, tras andar unos metros, prosigo mi carrera. Y a partir de aquí, cambio mi filosofía en esta carrera, ya no voy a buscar hacer la cabra, voy a subir como pueda, sin gastar muchas energías, y si me tengo que poner a andar, lo voy a hacer. De todas formas, no soy el único.
En este tramo, me adelantan corredores, a los que voy a tener casi toda la carrera a la vista, aunque se marchan poco a poco. Voy buscando el final de esta zona minada, pero no se acaba, intento mantener la calma, se me está haciendo algo larga, y mi ritmo ha decrecido, ya que al encontrarme solo, no me exijo todo lo que debiera, inconscientemente te relajas. Por fin aparecen los invernaderos, que marcan el punto donde acaba esta complicada, para mí, zona, para llegar a un llano.
Empieza el descenso a Jarandilla
Paso por el kilómetro 10, en 52:48, a 5:17 el mil. En tres kilómetros hemos subido un desnivel de casi doscientos metros. Me avituallo, y en esta zona, que es casi llana, me acerco a corredores que me preceden, y tras dejar la tierra, comienzo el descenso asfaltado hasta la carretera del Guijo. Parece que la carretera me pide más velocidad de la que yo estoy dispuesto a llevar, por lo que me voy reteniendo. Paso por la carretera, y llega la subida del Convento, una pared de asfalto de casi quinientos metros, que te queda clavado cuando llevas apenas cincuenta, así que es una tontería pelear cuando vas a conseguir lo mismo haciéndolo corriendo que andando. Se llega al final, giro a la derecha, y comienza un tramo de tierra, en falso llano, que lleva a una fuerte bajada, que es anunciada como peligrosa, por la existencia de piedras sueltas, y un gran desnivel. Echo el freno, y me adelanta un corredor de negro.
Finalmente, piso el asfalto, solo queda subir hasta el Guijo de Santa Bárbara, se acabó el correr por zonas en las que hay que mirar más para abajo que al frente. Comparto unos metros con este atleta de negro, pero veo que mi ritmo es algo más alto, y al poco le dejo atrás. Dejo atrás el kilómetro 13. Voy hacia adelante, en solitario, sé que, quizás, no vaya todo lo rápido que pudiera. El reloj me indica el paso por el kilómetro 14, en 1:14:05, ahora el ritmo va a 5:17 por cada kilómetro, es decir mantengo el ritmo desde, al menos, el décimo kilómetro. Al fondo veo a Miguel Labrador, de Lanchacabrera, y sigo a mi ritmo, no miro el reloj, solo busco el comienzo de la larga cuesta que lleva hasta el pueblo, pero no aparece, hay que mantener la calma. Miguel está cada vez más cerca. Y antes de comenzar la subida, lo consigo alcanzar, dice que tiene problemas físicos, por lo que se ha impuesto un ritmo para llegar.
Paso por el puente de la garganta, en lo alto se adivina el pueblo. Tras dejarlo atrás, comienza una continua subida de dos kilómetros, en los que se suben más de cien metros. Aparece una larga recta, que se deja ver, y te enseña su pendiente, ante la que te tienes que enfrentar. Por delante va un chaval, que va andando. Al ser asfalto, en este tramo, intento no pararme, intento continuar corriendo. Le adelanto, le animo, y se pone a correr, pero no se engancha a mí. Llego casi al final del primer tramo, y aparece el primero de los giros de 180º que se hace duro, bastante duro. Ya aparecen los primeros edificios. Por delante veo a Pedro, que ha echado el pie a tierra. Adelanto a una pareja de corredores, y ya estamos en el pueblo de Guijo de Santa Bárbara. Nuevo giro, un par de zancadas y se acabó toda la subida. Estamos en el punto más de la carrera, a 870 metros. Ya nos ponemos en dirección a Jarandilla, a la meta, tras dejar atrás el kilómetro 17. Por delante cuatro kilómetros de descenso continuo.
Llegando a meta
Botella de agua, trago, y a empezar a correr. Eso es teóricamente, ya que normalmente he ido bien cuesta abajo, pero con las piernas como las tengo, no puedo forzar, y tampoco tengo las energías suficientes. Alcanzo a Pedro, y me quedo con él. Dice que no puede tirar más, y me intento ir para delante, pero se queda a mi lado. Seguimos bajando los dos juntos, adelantamos a un corredor de rojo. Los kilómetros van cayendo, pero aún no se vislumbra el final. Tras dejar atrás el kilómetro 18, aparece una zona de curvas continuas, que nos va a llevar hasta el kilómetro 20. En este punto, en una curva, me abro en exceso y Pedro la negocia mejor que yo, sacándome unos metros, que ya no voy a ser capaz de recortar. Llego al matadero, quedan un par de curvas, voy haciendo el final de la carretera, que nos llevará hasta la zona de meta. Kilómetro 21, paso en 1:47:03, mi ritmo ha mejorado, ahora me sale a 5:06 por kilómetro. Pero aún quedan más de cien metros. Ya hay corredores que se están recogiendo en sus coches. Se oyen aplausos. Pedro va por delante. Gira a la derecha, y le pierdo de vista.
Encaro la calle final, donde está el arco, y como veo que nadie me va a coger, me dejo llevar hasta la zona de meta. Como detalle, decir, que hemos bajado casi 250 metros en apenas cuatro kilómetros. Al final, cruzo en 1:48:37. Puesto 68º de 167 llegados a la línea de meta. Hoy no había más. Se ha notado el esfuerzo, el cansancio acumulado, los problemas físicos, y ese incipiente constipado. Todo se ha juntado, más una parte más dura al comienzo, así como unos metros de más, por mi reloj unos trescientos, han hecho el coctel perfecto para que se diera este resultado, el peor de mis carreras de medio maratón hasta el día de la fecha, en la que he completado 73 medios maratones. A otros relojes le dan quinientos, seiscientos metros, y alguno llega hasta casi un kilómetro.
Este es el perfil de la carrera
Ahora queda recuperar físicamente, pasar por el fisioterapeuta, por el podólogo, para ir restañando los problemas que tengo, y tras una semana que voy a estar inactivo, afrontar la siguiente como entrenamiento para la prueba que más ilusión me hace, el IX MEDIO MARATON DE NAVALMORAL DE LA MATA, carrera que no hago desde hace ya seis años, concretamente desde la segunda edición, porque el resto de ediciones he estado al frente de la organización, y ha llegado el momento de dar un paso al lado, para que otros cojan las riendas, y la prueba mejore todavía más. Será la primera vez que participe en una prueba de Medio Maratón que empieza y acaba en mi pueblo.
Ya iremos viendo cómo se desarrolla mi recuperación, y qué puedo dar de sí en esta carrera, para mí muy muy especial.
Siguiendo con la tónica de las últimas crónicas donde os dejo alguna canción de las que me suele acompañar en mis entrenamientos, en esta ocasión os dejo la canción “Quiero verte danzar”, una clásica canción de un gran cantautor italiano, FRANCO BATTIATTO.


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