Habían tardado, pero, ya lo han dicho: hay que recortar en Sanidad y en Educación. Decían que no, que no se barajaba esa posibilidad, que eran intocables estas dos partidas, pero, al final, como se preveía, las atacan de forma inmisericorde.
A esto hay que unir los recortes en las partidas de Dependencia, lo que da, como resultado que el Estado del Bienestar está tambaleándose peligrosamente. El particular Titanic de la protección al ciudadano ha chocado con el iceberg de la intransigencia política, de la táctica del aniquilamiento de la asistencia y cuidado del ciudadano por parte del Estado, que debería ser la piedra angular de todo gobierno que, no se olvide, está sustentado por el pueblo, sí ese que integran las personas, los ciudadanos, quienes les han dado la confianza en el proceso electoral.
El trasfondo es muy claro, está muy presente, es desviar todas las actuaciones que el Estado debería acometer como ente prestador de servicios a las empresas privadas, donde esta panda de legisladores tienen intereses propios, directos o indirectos, a quienes van a ofrecer los servicios a cambio de contraprestaciones económicas. El Estado suelta el dinero, y no se preocupa de su gestión, ni de cómo se presta el servicio, se quita del medio, sus bolsillos se pueden llenar, la garantía de un buen servicio para los ciudadanos desaparece.
Siempre se había dicho que los gobiernos de derecha tiraban hacia el neoliberalismo, hacia dejarlo todo en manos de la iniciativa privada, pero este gobierno, que se dice de centro derecha, prometió, hasta la saciedad, en plena campaña electoral, y hasta hace poco, que eran puntos intocables. Pero unas elecciones ganadas y cien días de poltrona han cambiado las ideas, sino estaban preconcebidas, porque del dicho al hecho se ha pasado casi sin pestañear.
Se amparan, se escudan, en la difícil situación económica, que, según ellos, es mucho peor de lo que pensaban, y que ahora están “obligados”. Pero para otras partidas, éstas no se tocan, y, si se puede, aunque algunas de forma velada, otras de forma descarada, se incrementarán, y, si no, se nombran más altos cargos de los realmente necesarios. Otras instituciones, como la Iglesia, no pierden dinero, sino que lo aumentan.
Y ya se ha fijado el importe de los recortes, diez mil millones de euros en total, una buena tajada, distribuyendo siete mil en sanidad, y el resto, tres mil millones, en educación.
En cuanto a la sanidad, parecen calcarse las medidas de aquellas que la Generalitat catalana ya está tomando; si es que, al final, son todos iguales, el mismo perro pero con distinto collar. Así que ya no será solo Cataluña, sino toda España, la que cerrará quirófanos, servicios de urgencias, plantas enteras de hospitales, alargará los plazos para citas a los enfermos, e incluirá el copago de los servicios y las recetas de los medicamentos. En definitiva, debilitarán hasta la extenuación el sistema público de salud.
Ayer se aprobó en la reunión de la Ministra de Sanidad con todos los Consejeros Autónomicos (¡¡qué gasto!!), el copago de los medicamentos para toda la población, salvo para los más necesitados económicamente hablando. Y es que los jubilados, grandes damnificados, deberán pagar un 10% de los medicamentos, es decir, unos 18 euros mensuales, lo que significa, indirectamente, una reducción de su ya maltrecha pensión, aquella que no se iba a tocar.
Y como siempre, también las clases medias pasarán a pagar un 40% del precio de los medicamentos. Para el gobierno se entiende clase media, aquella que gana entre 20.000 Euros (3,2 millones de las antiguas pesetas) y 100.000 Euros (16 millones); total “casi ná”, la diferencia entre ganar una u otra cantidad. Y ya, para aquellos que ganan más de 100.000 Euros pagarán el 60%.
Como quiera que vivimos en el país del engaño, del fraude, al final, solo los jubilados y los trabajadores por cuenta ajena serán (seremos) los grandes paganos de la factura del recorte sanitario, por cuanto que las rentas más altas pertenecen a profesiones liberales, con lo cual los datos que esta gente aporta siempre están en tela de juicio.
Esto puede significar, con el tiempo, la vuelta a la antigua sanidad dual, aquella que había para los que se la podían pagar, con todos los servicios, y aquella que existía para los que no tenían posibilidades, la beneficiencia social, con unas prestaciones escuálidas.
Y por lo que respecta a la educación, el ataque, es también despiadado, con la única intención de desplazar toda la calidad de la enseñanza a los colegios concertados y privados, y consistirá, entre otras lindezas, en aumentar la jornada laboral de los docentes e incrementar el número de alumnos por clase, amén de un aumento de las tasas universitarias y extinción de titulaciones con poca demanda.
Así que el que siga empeñado en estudiar en la enseñanza pública, con funcionarios cualificados, con plazas obtenidas en exámenes imparciales y objetivos, tendrán que apiñarse en clases con superpoblación, sin tener en cuenta la calidad de la educación y en invierno, verán como se mengua el gas para las calefacciones, porque va a haber poco dinero, así como la adquisición de material. Si un profesor enferma, días sin clase, y la calidad y la educación de los alumnos, al garete. Y los docentes, agobiados con sus jornadas laborales, no podrán programar adecuadamente sus clases y materias para días venideros, ni para corregir, siquiera, los exámenes.
Esto puede conllevar a que la educación universitaria empezará a considerarse un artículo de lujo, y muchas familias se tendrán que plantear dar esa educación a sus hijos.
Y todos estos que han decidido estas magníficas medidas, mientras tanto, con el dinero pagado por todos los españoles, más por los trabajadores que por los más pudientes, seguirán acudiendo a clínicas y hospitales privados, donde serán atendidos el mismo día o, como mucho, el siguiente, y sus hijos irán a colegios privados, elitistas, con atención personalizadas, y calificaciones a la carta.
Esto es lo que nos espera, y si Europa sigue apretando, que lo hará, y nuestros gobernantes seguirán agachando la cabeza, que también, atacaremos otras partidas, y en este proceso continuo, irremisible, de desmantelamiento de lo público, habrá que ir ventilando funcionarios; ésta será otra historia, más cercana de lo que parece.
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